A tanta pobreza, ¿por qué hay quien desperdicia la comida?
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Foto: Tomada de la Web
El impacto del nuevo coronavirus, el cual podríamos comparar por sus efectos con una tercera guerra mundial iniciada en el 2020, va mucho más allá de la actual crisis sanitaria por el Covid-19, traducida en millones de enfermos y miles de fallecidos. El índice de pobreza, como también de esta en extremo, revelan un escenario en color rojo, tanto, como la contradictoria cantidad de alimentos que, por segundos va directo a la basura, como si a otros les sobrara.
De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el mundo registró 209 millones de personas pobres en el 2019. Aunque ahora es más desolador, pues con la recesión económica a tantos meses de batallar contra la Covid-19, el 2020 sumó 22 millones de pobres más que en el 2019, y de la otra acera, ¿están muchos bajo el efecto de la indiferencia?
No sabría decir si es desinterés o egoísmo, el desperdicio de alimentos sigue en ascenso como la versión oscura de la raza humana. Al menos en el 2019, según reveló el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA), 931 millones de toneladas fueron desperdiciadas por consumidores, minoristas y restaurantes, el equivalente al 17 por ciento de comida consumible en el mundo.
Para que tengamos noción, con cuanto de esa comida se podrían alimentar a niños o mujeres desnutridos, PNUMA señala que esos 931 millones de toneladas de alimentos equivalen “a 23 millones de camiones de 40 toneladas completamente cargados y suficientes para dar la vuelta a la Tierra siete veces”. ¿Gráficamente podríamos visualizar exageradamente de cuánto alimento se trata como para emprender la más larga de las travesías, pero multiplicada por siete?
En esa injusta realidad sin colorido y luz, son 78 millones quienes viven en una pobreza extrema, y de estos, 8 millones se sumaron en el corto plazo de un año, el 2020 de la Covid-19. América Latina y el Caribe no escapa de ser una de las regiones más afectadas en enfermos y fallecidos por el SARS-CoV-2 donde, como círculo vicioso, el mal estado de la salud incide en la pobreza.
Además, es incalculable el daño que representa en niños, adolescentes y jóvenes las interrupciones de las clases, que para algunos por necesidad podría significar la separación definitiva de los estudios. Por otro lado, la paralización de diversos y numerosos sectores de la economía apunta hacia un pico de desempleo que atenta contra la economía familiar.
Alicia Bárcena, directora ejecutiva de la CEPAL, destacó que “la pandemia ha evidenciado y exacerbado las grandes brechas estructurales de la región y, en la actualidad, se vive un momento de elevada incertidumbre en el que aún no están delineadas ni la forma ni la velocidad de la salida de la crisis, por lo cual es necesario reconstruir con igualdad y sostenibilidad, apuntando a la creación de un verdadero estado de bienestar, tarea largamente postergada en la región”.
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Marisleydi
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