Riesgos de entrevistar a un colega premiado en edición
especiales
Enrique (Kiki) Pérez Díaz, Premio Nacional Edición 2023.
Fotos: Omara García, ACN y Cortesía del Entrevistado
Frente a frente tengo a un querido amigo, colega por demás, con quien compartí los bellos años de la Universidad, donde nuestras mentes se abrían a los conocimientos que la práctica luego complementaría.
El elegido para comparecer en este diálogo para los lectores de CubaSí, en las versiones de su portal y su inserción tan exitosa en Facebook, es nada menos que Enrique (Kiki) Pérez Díaz, recientemente galardonado con el Premio Nacional Edición 2023.
Enrique (Kiki) Pérez Díaz, creador de numerosos libros de literatura infantil
Graduado de Periodismo en 1982 en la citadina Casa de Altos Estudios, el entrevistado ha confesado que esa carrera fue un salto inevitable para quien tiene inquietudes literarias y es larga la lista de periodistas que luego se han convertido en escritores.
Siempre tuve cercanía con la literatura, admitió a la Agencia Cubana de Noticias; pero desde la perspectiva de lector, y el periodismo me hizo vencer la timidez ante la página en blanco -siempre un reto para quienes teclean textos-, donde te asaltan personajes misteriosos que no existen, salvo en la propia cabeza de quien redacta.
Rodeado de un mundo de gran fantasía, para beneplácito de la grey infantil, Pérez Díaz (La Habana, 1958) ha creado títulos como Mensajes (1991), Inventarse un amigo (1998), Escuelita de los horrores (1999), Los gatos de papel (2005), Cuentos a caballo (2006), Bushido (2014) y Nunca fuimos Cenicientas (2018), entre otros.
Foto tomada de Cubaliteraria
Foto tomada de Cubaliteraria
Tal cosecha ha sido estimulada, incluso, con una beca en el exterior y el otorgamiento de galardones como La Edad de Oro, Pinos Nuevos, La Rosa Blanca y el Dora Alonso. Ostenta, asi mismo, la Distinción Félix Elmuza y la Distinción por la Cultura Nacional.
Se ha movido de vivir bien al oeste de la capital para habitar ahora en Alamar, donde comparte con su esposa, otra colega que trabaja como él en Cultura, y su hijo. La inolvidable Maria de los Ángeles Santana, su tía política, muchas veces nos acogió en su casa del Vedado para estudiar y hacer fiestas.
Montados en una máquina del tiempo en reversa, ambos solo recordamos cosas buenas de aquel curso- 1977-1982- de la entonces Facultad de Artes y Letras. De ahí salieron no solo lumbreras como Enrique Pérez Díaz, sino -y por solo mencionar dos ejemplos- también Alejandro Gil, el cineasta y documentalista que dio vida a “Inocencia”.
Eternamente joven por su dinámica vida, acompañada siempre por una coriza y un asma como fieles perseguidoras, el llamado cariñosamente como Kiki o Enriquito mantiene su imagen fresca como sus pensamientos, por lo que esperemos de él, aún mucho más. Y no sin antes reiterar en mi defensa que es todo un riesgo entrevistar a quien ha sido multipremiado, incluso en edición; pasamos ahora sin más, como suelen decir en Televisión, a la conversación.
¿Imaginaste llegar a ser tan reconocido en tu país y fuera de fronteras por tus textos?
-Nunca. He escrito por vocación y conjuro. Tratando de exorcizar mis fantasmas y mis nostalgias. No me he sujetado con modas ni estilos. He tratado de ser diferente y original. Al parecer, mis ficciones han interesado a muchos, las han sentido como suyas y esa es, en definitiva, una de las funciones de la literatura, que la gente se encuentre en ella y crezca desde ella. Lo otro es toparse con editores inteligentes y tener buena suerte y no detenerse ante las paredes, valladares o abismos que la vida pone frente a nosotros.
Foto tomada de Cubaliteraria
¿Pensaste alguna vez en obtener el Premio Nacional de Edición 2023?
-Por mucha imaginación que he tenido como escritor, jamás soñé premio semejante. Yo te diría que este premio ha sido una construcción colectiva de muchos que me conocen y valoran mi oficio de tantos años. Me han estado nominando desde el 2010 y, según me cuentan, llevaba años muy cerca de obtenerlo como finalista. No es algo que busqué ni que anhelaba y, sin embargo, lo valoro mucho porque represento a un tipo de editor diferente, con un concepto más proactivo e innovador de su gestión. El día de la premiación casi muero de la impresión cuando al entrar por el fondo de la sala Nicolás Guillén, de La Cabaña, a mí alrededor sonó un coro de aplausos y gente gritando arrebatada “Enrique, Enrique, Enrique”… venían muchos colegas a besarme, abrazarme, saludarme. No sé cómo pude llegar a la primera fila y soltar el discurso. No suelo tener miedo escénico, sobre todo por haber estado muchos años frente a las cámaras en cualquier trance, pero ese día recibí tanto amor y calor humano que estaba conmocionado.
En la Sala Nicolás Guillen durante la edición 32 de Feria del Libro
Alpidio Alonso, ministro de Cultura, entrega el Premio Nacional Edición 2023 a Enrique Pérez Díaz
Enrique Pérez Díaz Premio Nacional Edición 2023
¿Qué prefieres escribir o editar?
-Ambos, según el momento. Editar es aplicar un conocimiento y una sensibilidad. Escribir es dar salida al alma y esperar que vuele lejos y regrese con alguna historia buena.
Y hablando de vicios literarios, ¿cuál te domina?
-Leer. Leer. Leer.
¿Qué significa para ti la llegada cada año-ahora en su edición 32- de la Feria del Libro, una fiesta de las letras que el pueblo siempre espera?
-Una especie de castigo agradable por todo el tiempo que le dedico y el agotamiento que me causa y el momento de encontrar muchos amigos y acercarme a personas que jamás pensé conocer.
De tus obras, ¿cuál escogerías en caso de que te obligaran a elegir solo una?
-Mensajes, que ahora se llama Una calle es como el mundo en Colombia. Es un libro de mi primera etapa, tierno, inocente y hermoso, sobre dos niños que viven muy lejos anímicamente pese a su cercanía geográfica y que una gata solitaria y acomplejada logra convertir en los mejores amigos.
¿Cómo te compartes para enfrentar tantas tareas, como la de encabezar el Observatorio Cubano del Libro y la Lectura (OCLL)?
-Eso, querida amiga, es un misterio insoluble hasta para mí mismo. Duermo poco. Leo mucho. Trato de no dejar nada pendiente (vicio adquirido desde la AIN) y me muevo ayudando a todo el que puedo.
Haciendo una retrospectiva has agradecido ya antes a la ACN, conocida previamente por AIN, por el rigor y el entrenamiento que te aportó, ahora que en mayo esa Agencia celebrará su Aniversario 50, ¿qué mensajes tienes para tus colegas de entonces y para los pinos nuevos?
-Aprovechen todo lo que puede enseñar una agencia como la ACN que te entrena en las más diversas técnicas de redacción y te hace enfrentar un hecho noticioso de mil maneras. El revisar lo ajeno da tal entrenamiento, que un buen día aprendes a escribir mejor por ti mismo. Grandes escritores que todos admiramos nacieron desde el periodismo. Este nos enseña a vencer casi todos los miedos profesionales. La literatura en cambio, nos deja más llenos de preguntas que de respuestas.
Tú paso del periodismo a la literatura, y la conjunción de ambos es parte de tu trayectoria vital, si empezaras de nuevo: ¿todo sería igual?
-No creo, quizás si al comenzar de nuevo perdiera la memoria, volvería –en las mismas condiciones que tuve- a ser el mismo. Pero si comenzara de cero, claro que emprendería una vida diferente, quizás de actor, de roquero o de cuidador de un faro solitario en una isla desierta, como el hada que en uno de mis primeros cuentos se inventaba el amor verdadero. Poca gente sabe que mi sueño era ser veterinario, pero la familia y la literatura tiraban tanto que pedí periodismo.
En momentos como este de recuento, siempre hay agradecimientos, ¿para quienes van los tuyos en primera instancia?
-Hablé de eso en mi discurso de aceptación del premio. En primer lugar a mi familia. Luego a mi maestra Makarenko Rudy Canelles Vigo, quien me enseñó a leer. También a todos los editores, diseñadores y autores de los que he aprendido. A cuantos me abrieron puertas en esta vida y también a cuantos me cerraron esas puertas, porque estos, justamente, me hicieron más fuerte y tenaz, más hábil para sobrevivir y más avispado para encontrar mi propio camino.
Enrique Pérez Díaz confiesa que ha escrito por vocación y conjuro
¿Qué nuevo proyecto escondes entre bambalinas?
-No me gusta hablar mucho de los proyectos porque estos pierden su energía si no los apuras y hasta llegan a borrarse de tu mente. Hay temas que atrapan hoy mi tiempo y no me dejan mucha energía para soñar tantas historias como antes, no obstante, si la inspiración y la magia llegaran, las espero trabajando.
Hemos hablado de tu etapa en los medios de prensa-también estuviste en Juventud Rebelde-, sin embargo, ¿me gustaría escuchar tus consideraciones de tu paso por la entonces Facultad de Periodismo, en especial del grupo con el cual compartiste por casi 5 años (1977-1982)?
-Nunca he vuelto a sentirme tan integrado a un colectivo humano como aquel grupo de 24 universos que nos graduamos en la primavera del año 82. Ni el tiempo, ni las distancias, ni las ideologías, ni el curso acelerado de nuestras vidas y oficios consiguieron separarnos. Los recuerdo a todos ustedes como los conocí el primer día. Aunque me los encuentre con canas, arrugas, con libras más o libras menos, para mí siempre son (y serán) los mismos. Aquellos que nos dolíamos ante cualquier injusticia, que amamos y sufrimos con los mismos profesores, que aprendimos a ser profesionales desafiando todas las barreras y convenciones y que, pese a nuestras diversidades, pensábamos y latíamos al unísono. No siento pena de no verles a menudo, de no encontrarnos como a veces tratamos de planificar. Creo que todos significamos para los otros uno de esos recuerdos imperecederos que están en nuestra mente escritos con fuego y, que justamente por eso mismo, nada, ni nadie, conseguirá borrar jamás.
Quisieras aprovechar esta oportunidad de conversar en exclusiva con la Agencia Cubana de Noticias en un Especial para CubaSí, para enviar un mensaje a los lectores cubanos: ¿cuál sería?
-Existen muchos tipos de lectores. Tantos como no somos capaces de imaginarnos. Hay quienes prefieren las novelas, quienes aman los libros de ciencia. Otros adoran los recetarios. Tuve un amigo que repasaba cada noche el código del tránsito para desarmar con su elocuencia y saber a quién le pusiera una multa. Muchos como yo encuentran más verdades en los mal llamados “libros infantiles” que en la propia vida real. A todos podría darles el mismo consejo: “Sean lectores, vehementes y consuetudinarios lectores. Ese es el camino más expedito para avanzar en cualquier esfera de la vida. Esa es la ruta más segura para entender al mundo y ser mejores personas”.
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