Marta Valdés, en su espacio eterno
especiales
A los noventa años ha muerto la gran compositora, cantante, guitarrista y crítica cubana, Premio Nacional de la Música.
Marta Valdés era, desde hace mucho, un icono de la música cubana. Su muerte en La Habana ha impactado a sus muchos admiradores. Contaba con verdaderos devotos de su creación inmensa. El suyo fue un magisterio anclado en el ejemplo, en la contundencia de su ejercicio, en los fuertes lazos que lo entretejieron siempre con lo mejor del acervo nacional.
Ella marcó el patrimonio musical cubano con una acentuada vocación, impregnada de una exquisita y profunda sensibilidad. Dueña de una voz de inconfundibles matices, supo recrear en sus canciones la complejidad del ser, en melodías que resultaban extrañamente hermosas.
Se ha reconocido más de una vez: No es fácil ni ligera la belleza de las composiciones de Marta Valdés. Ni sus melodías ni sus letras se prodigan precisamente por la simplicidad. Texto y música se funden en un entramado de hondas resonancias.
Desde sus primeras composiciones, abordó temas universales, siempre con un profundo respeto por la tradición de la canción cubana.
Fue discípula de grandes exponentes del género, pero su genio creativo le permitió trascender ciertos moldes, renovando ese legado, sin drásticas rupturas, con la enjundiosa delicadeza de su obra.
Figura primordial de la canción, del bolero, del filin en Cuba, se distinguió desde el principio: hay una marca personalísima en su creación: armonías, giros, tonos inesperados, elegantes y arduos al mismo tiempo, entrañables y desafiantes...
No solo creó canciones para sí, otros cantantes las interpretaron, inspirados (y también retados) por su luminosa complejidad. Es que no cualquiera puede entonar las composiciones de Marta Valdés. O mejor: no cualquiera puede hacerlo bien. Porque hace falta un compromiso, una madurez, un talento... que no les son dables a todos los cantantes.
Fue una artista de luminosa integralidad. Ajena siempre a los oropeles, se realizó en la sencillez de su espacio más íntimo, en la maravilla de las pequeñas cosas.
Fue una gran intelectual. Reflexionó mucho sobre el impacto de la música y otras expresiones en la cultura y la identidad, exponiendo sus ideas en artículos y conferencias que siempre dejaron huella. Esos textos, publicados en revistas y otros medios, eran claros y profundos; demostraban una capacidad para teorizar sobre el arte desde una posición crítica y comprometida.
Pero la poesía primó entre tantas credenciales. Entre sus composiciones más emblemáticas figuran temas como En la imaginación y Palabras, que se han convertido en verdaderos hitos de la canción cubana, patrimonio compartido.
Marta Valdés también dedicó canciones a figuras esenciales de la cultura cubana, con las que compartió (en diálogo que hacía confluir ámbitos y siglos) inquietudes y vivencias, desde una postura respetuosa y poética.
Con una visión vanguardista y a la vez profundamente arraigada en la tradición, ella concibió su música. Con su partida, se cierra un capítulo importante de la canción de autor en Cuba. Era quizás, en estos momentos, la más encumbrada representante de una época en la que la canción devenía, al mismo tiempo, refugio íntimo y plataforma para expresar, con ecos en el tejido espiritual de la nación, las emociones más profundas del ser humano y las implicaciones en su entorno.
Más que una cantautora, fue una pensadora, alguien que entendió y reflexionó sobre el poder transformador del arte.
Cuba despide a una de sus más grandes artistas, con la clara conciencia de que su legado, que ha resumido con tranquila solidez el aliento y el espíritu de muchos, es eterno.
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