Los fracasos del vicesecretario Lester D. Mallory
especiales

La fuerza moral de Fidel se impuso en los disturbios del 5 de agosto de 1994. Foto: Archivo de Granma
El 6 de abril de 1960 Lester D. Mallory (1904-1994), Vicesecretario de Estado asistente para los Asuntos Interamericanos, en un memorándum desclasificado en 1991, reconoce que la mayoría de los cubanos apoya a Fidel y aconseja ”emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba… una línea de acción que, siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros, para reducirle sus recursos financieros y los salarios reales, provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.
Esos designios, con inspiración fascista, de llevar a un pueblo a la desesperación provocando el hambre, las enfermedades y penurias de todo tipo, desde entonces y hasta nuestros días son principios permanentes e inalterables del bloqueo económico, comercial y financiero, junto con las acciones subversivas y agresivas que lleva a cabo Estados Unidos contra la mayor de las Antillas.
A inicios de la década de 1990, como parte de la guerra fría y el establecimiento de un presunto mundo unipolar regido por EE.UU., parecía un contexto oportuno para que esa estrategia por fin alcanzara los resultados esperados.
En 1994 hacía cerca de tres años que se habían desintegrado la URSS y el Campo Socialista, y Cuba se vio privada de más del 70 por ciento de su comercio exterior. Comenzó entonces a desarrollar otras opciones, a pesar de que el vecino del Norte incrementó todas las medidas de asfixia posibles con el objetivo de impedir la vida en la ínsula, por la falta de alimentos, medicinas, combustibles y materias primas esenciales.
Durante el verano de ese año se desencadenó una violenta campaña de propaganda por todos los medios y de acciones subversivas para estimular un clima de violencia e insurrección contrarrevolucionaria, así como la promoción de salidas ilegales con el secuestro de embarcaciones y aeronaves que provocaran accidentes y el arribo incontrolable de emigrantes a Estados Unidos, lo cual pudiera dar el pretexto para justificar la llamada intervención militar humanitaria.
El 5 de agosto de ese mismo calendario, desde horas de la mañana, se percibía en la zona del Malecón habanero y calles aledañas del municipio Centro Habana un clima de tensión, y acrecentadas acciones de secuestro de embarcaciones realizadas por elementos antisociales que no tardaron en iniciar actos vandálicos contra tiendas, instalaciones estatales, medios de transporte, representantes de la ley y revolucionarios en general.
Ante tal situación, se presentó el Comandante en Jefe en el centro de los acontecimientos y, como él mismo dijo, ese día fue a recibir la cuota de piedras que le tocaba, pero antes dio la orden terminante a su escolta y fuerzas del Minint y las FAR de no usar armas de fuego.
La presencia de Fidel al frente de quienes defendían las calles a pecho descubierto fue definitiva para que la asonada resultara rechazada en toda línea por el pueblo revolucionario. Se patentizó el liderazgo histórico que siempre lo acompañó en la primera línea tanto en la Sierra Maestra, como en Girón, la Crisis de Octubre y otras tantas batallas.
Este hecho patentizó una vez más los valores y principios revolucionarios de los cubanos, y su incondicionalidad a nuestra historia y a la máxima dirección del país, y dio pie a que se declarara el 5 de agosto como el Día de la Fidelidad a la Patria.
En esa jornada de un caluroso verano se evidenciaron los pronósticos del difunto Mallory, muerto en junio de ese año. No por ello se desechó su legado, y sus sucesores renovaron sus teorías en tiempos de redes sociales e Internet, apoyándose en logaritmos manipuladores que elevan el engaño a niveles de estupidez social y apelativos del marketing digital como revoluciones de colores, golpes blandos y guerras cognoscitivas, entre otros.
De esa forma tratan de enmascarar y vender en el siglo XXI, con nuevos ropajes, los tradicionales golpes de Estado, invasiones, dictaduras militares, genocidios y asesinatos selectivos y al por mayor, métodos propios de las operaciones clandestinas de la CIA ejecutadas durante más de 70 años en todo el mundo.
Vale recordar que 28 años después de aquel 5 de agosto, el 11 de julio de 2021 se presentaron condiciones que los EE.UU. consideraron muy favorables para un nuevo intento subversivo a escala nacional en Cuba, en medio de la crisis sanitaria y económica internacional provocada por la COVID-19, y acentuada por el bloqueo recrudecido como nunca antes.
Tampoco resultó ajeno a esta problemática un cúmulo importante de necesidades materiales asociadas fundamentalmente a la vivienda, alimentación, transporte y de atención a muchas zonas desfavorecidas del país.
El enemigo consideró un buen aliado a sus planes que más de siete millones de cubanos estaban conectados por la telefonía celular a las redes sociales e iniciaron una ofensiva, esencialmente desde el exterior, de ataque digital activado desde semanas anteriores al 11 de julio, encaminado a manipular y profundizar la magnitud real de irritación que promovió desórdenes en el territorio nacional.
A pesar de las ventajas tecnológicas y del hecho de que desde la nación norteña cuentan con el dominio de casi todas las redes sociales y tienen la capacidad para imponerse con sus fake news en el espacio virtual, no pudieron calcular objetivamente el alcance del apoyo mayoritario a la Revolución.
Tampoco calcularon la presencia del legado del Comandante en Jefe, que fue seguido por la actual dirección del país y su pueblo, y se impuso en el mundo real en cuestión de horas, en lo que constituyó el segundo fracaso de los seguidores del tristemente célebre Lester D. Mallory ese 11 de julio de 2021.
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