“La vacuna de la tranquilidad”
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La buena noticia corre desde la noche de ayer por las redes: el Instituto Finlay de Vacunas solicitó a la autoridad reguladora el CECMED, el autorizo de uso de emergencia de las vacunas anti-COVID-19 Soberana 02 más Soberana Plus en población pediátrica de dos a 18 años de edad, tal como informó el director general de esa institución, el Doctor Vicente Vérez Bencomo.
Ha sido un ensayo clínico heterólogo en el estudio pediátrico que ha transitado durante varias semanas, con sujetos de estas edades. Un primer grupo de 25 adolescentes de 12 a 18 años que fue vacunado con Soberana 02, y otro ensayo emprendido en La Habana con 350 voluntarios, que se inició tras ser comprobada la seguridad de la primera dosis del esquema que corresponde con la vacuna Soberana 02, y que incluyó a niños de tres a once años.
Según trascendidos, los resultados preliminares son alentadores. En adolescentes de 12 a 18 años casi el 93% respondieron de manera importante y en el caso de de los niños entre 3 y 11 años, la presencia de títulos de anticuerpos fue muy alta.
El propio Vérez Bencomo expresó hace unos días en su cuenta de Twitter que con dos dosis, los niños de 12 a 18 años están levantando anticuerpos al nivel de tres dosis en adultos.
Resulta preliminarmente una noticia que nos pone a soñar, porque hoy la población pediátrica es la menos protegida al no haber sido vacunada, algo diferente a lo que acontece con los adultos mayores de 19 años.
Es otro logro de la ciencia cubana, aunque su certificación final estará a cargo de la Autoridad Reguladora de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos de la República de Cuba, destinada a promover y proteger la salud pública en el país.
Adicionalmente el resultado tendrá otra repercusión muy importante. Porque además de proteger la vida, en la medida que comiencen a vacunarse nuestros niños, adolescentes y jóvenes en las edades pediátricas, también esteramos actuando favorablemente para acortar el tiempo para reiniciar el curso escolar 2020-2021 de manera presencial, o sea en las aulas, tal como expresara en la noche de ayer la titular de Educación, Ena Elsa Velásquez Cobiella en las declaraciones que realizó a un grupo de prensa.
Sin embargo, la euforia a partir de nuevos horizontes que están por llegar no puede nublarnos la visión de lo que nos toca hacer ahora mismo. “¿Qué nos falta para entender que los niños y adolescentes no son inmunes ante el SARS-CoV-2?”, preguntaba recientemente el titular de Salud Pública cubano en su perfil de Facebook, ante el creciente número de niños contagiados con el virus en un momento donde circula cepas de mayor transmisibilidad.
Hay otra vacuna que no de ser efectiva, echaría por tierra los esfuerzos de la ciencia cubana y la voluntad del gobierno de dejar inmunizada a su población, a sus niños, a los adolecentes: la responsabilidad familiar, la de los adultos, desde donde parte esta cadena. Porque muchos de los contagios ocurren dentro del domicilio, porque alguien les trasmitió el virus.
No es difícil entender que si nos cuidamos como adultos potenciamos favorablemente cortar una cadena de trasmisión que puede alcanzar a nuestros niños que dependen del cuidado y protección de las personas adultas. Es la doble vacuna, las dos esenciales, importantes, protectoras, pero si esta última falla, será inevitable enfermar.
Sabemos lo triste y doloroso que resulta el contagio de cualquiera de nuestros infantes, las preocupaciones y ocupaciones que demandan de las familias, cómo puede trastocar las dinámicas intradomiciliarias, la vida nos cambia.
Mientras esperamos las buenas nuevas de nuestro esquema de vacuna para inmunizar a nuestra población pediátrica, reforcemos los cuidados, la protección y la responsabilidad, ello representa salud, vida, tranquilidad.
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