Al terminarse el hidrógeno, combustible que impulsa las reacciones nucleares en el núcleo del Sol, este colapsará, convirtiéndose primero en una gigante roja y finalmente en una enana blanca: un remanente extremadamente denso y caliente, mucho más pequeño que su tamaño actual.

En ese periodo, en el sistema solar reinará la oscuridad y el frío, perturbando la naturaleza de los planetas que no fueron destruidos.

“Una vez que el Sol se convierta en una enana blanca, se reducirá paulatinamente el tamaño de la Tierra y brillará con una luz tenue durante miles de millones de años más”, explicó la agencia.

El sistema solar quedará sumido en la oscuridad, reducido a un pálido reflejo de su esplendor y "engullirá" a sus planetas más cercanos: Mercurio y Venus, que serán consumidos por su atmósfera en expansión. Aunque la Tierra no será devorada, sufrirá efectos devastadores.

Científicos advierten que intensos vientos solares la dejarán sin atmósfera y harán que sus océanos se evaporen por completo.

Es así que dentro de unos 5000 millones de años los pronósticos indican que La Tierra se volverá un lugar inhóspito y desolado.

Durante los últimos mil millones de años de su ciclo, la vida en nuestro planeta será imposible debido a los cambios en la radiación solar y la expansión estelar.

Estudios continuos de la NASA y otras agencias espaciales sobre estrellas similares ayudan a desentrañar estos procesos estelares y a prever mejor el destino del sistema solar, lo cual incentiva también el desarrollo de tecnologías con miras a explorar y posiblemente ocupar otros mundos.