La primavera es fuente de inspiración para muchos artistas, y así ha sido desde el inicio de la historia del arte del pincel y la espátula. Durante siglos encontramos gran cantidad de obras que recrean ambientes primaverales, ya sea el tema protagonista o no de la pintura.

¿Cómo no quedar ensimismado ante un paisaje de verdes y flores? Ese es el escenario común visible de esta estación del año, la segunda en nuestro hemisferio. Además del espectáculo visual también nos llega la algarabía de los pájaros, y de cuando era pequeña tengo recuerdos muy vívidos de muchas mariposas de una pulgada, de alas traslúcidas blancas, amarillas, matizadas que animaban con su revoloteo las áreas verdes de mi escuela primaria Augusto Olivares. Imposible de olvidar.

Las flores “despertaban” casi de un día para otro, y el área de formación se llenaba de unas campanas rosa pálido que cuando caían parecían flotar en la nada, como un paracaídas invertido. Luego llegaban unas orugas amarillas peludas que no le parecían muy bonitas a la niña mimada de mi infancia. Claro, también mi repulsión la entiendo porque una vez me intoxiqué con una. No obstante, hoy evoco todo con ternura, con nostalgia de aquellas postales que eran comunes por todos lados. Ahora ya no veo mariposas.

El hecho es que la primavera es sinónimo de alegría, de colores, de flores, de verde por todas partes, lógicamente debía ser recurrente en el arte porque, generalmente, el creador artístico admira la belleza, es sensible, observador.

Por eso esta selección de hoy, subjetiva y mínima, es un breve repaso a mi estación preferida a través de los ojos de algunos de los pintores que más me han impactado.

Comenzamos el recorrido por el siglo XV con “La Primavera” (∼1477-1478) de Sandro Botticelli (Italia, 1445-1510). Es una pintura renacentista muy famosa que representa una escena mitológica en la que se puede identificar a Venus, las Tres Gracias, Mercurio, Cupido, Céfiro (mensajero de la primavera) y Flora (madre de todas las flores). Se encuentran en un jardín lleno de vegetación, y aunque la escena no es exclusivamente del tema de la estación, sino una historia, podemos verlo todo muy adornado como corresponde.

Esta, considerada una de las obras maestras del artista italiano, no solo escogió un paisaje natural, sino que, está llena de símbolos. Un detalle interesante de esta pieza de grandes dimensiones es que Botticelli pintó allí más de 200 especies de flores y sus personajes están concebidos a tamaño natural.

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Casi cien años después, otra “Primavera” (1573). Esta vez es Giuseppe Arcimboldo (Italia, 1527-1593) quien nos deja un trabajo increíble, única, innovadora, fresca, divertida. Si la detallamos podemos ver que está compuesta a partir de flores y plantas que perfectamente conforman el rostro de una persona. Este es su sello.

Arcimboldo es conocido en el mundo del arte por crear retratos surrealistas, llenos de detalles y originalidad. Creemos que fue el primero en hacerlo de este modo y con seguridad sirvió de inspiración a generaciones posteriores. Este cuadro es parte de una serie que refiere todas las estaciones del año con el mismo estilo de ilusión óptica.

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Nicolas Poussin (Francia, 1594-1665) es el pintor del siglo XVII escogido para esta muestra con “La Primavera” (1660-1664). Su obra simboliza el inicio de la vida y la pureza, y forma parte de su serie “Las cuatro estaciones”. Ella se asocia con el Jardín del Edén porque claramente se observa la escena más emblemática cuando Eva ofrece la manzana a Adam.

Poussin es uno de los grandes pintores del Barroco francés, y como fue usual en su época, se interesó por temas religiosos y mitológicos como este del Paraíso terrenal.

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François Boucher (Francia, 1703-1770) es el seleccionado del siglo XVIII con su pintura “La Primavera” (1755), también como parte de una serie alegórica. Este artista del Rococó representó este momento del año con un estilo propio de su periodo, delicado, luminoso, bello, en un entorno con mucho verde y flores por doquier.

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Del siglo XIX fue difícil elegir a un solo exponente porque hay muchísimo arte interesante. La exposición comienza con John Everett Millais (Reino Unido, 1829-1896) y “Ofelia” (1851-1852). Se trata de la recreación de una escena trágica de una de las obras más conocidas del dramaturgo William Shakespeare, “Hamlet”, cuando enloqueció y murió ahogada uno de sus personajes secundarios más importantes.

Como se observa en la pintura, el suceso se desarrolla en un ambiente de primavera con mucha vegetación. De hecho, se supone que Ofelia se encontraba recogiendo flores cuando ocurrió el desenlace fatal, tal como sugiere la imagen.

El autor, John Everett Millais, plasmó con bastante fidelidad la descripción del escritor que en su obra le otorga un sentido a cada elemento, a cada árbol, a cada flor, hasta al collar de ella. Juntó todos esos detalles y consiguió una pintura minuciosa, emotiva y hermosa de un acontecimiento terrible como la muerte.

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“En la terraza” (1881) de Pierre-Auguste Renoir (Francia, 1841-1919) es una pintura de mucha armonía. A su autor le interesaba capturar la luz y los tonos de la primavera a través de elementos como la vegetación contenida tanto en el paisaje más allá del primer plano como en los detalles de flores en los sombreros de ambos personajes y el pecho de la muchacha, como en el cielo azul. Es por eso que vemos una obra compuesta por contrastes y colores vivos.

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Por su parte, Édouard Manet (Francia, 1832-1883) con su “Primavera” (1881) concibió este retrato de una mujer con un vestido de flores como parte de una serie que pensaba hacer sobre las cuatro estaciones, pero que no pudo terminar. Su idea fue pintar inspirado en la naturaleza y la feminidad.

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Otro grande de la segunda mitad del siglo XIX que murió demasiado pronto, Vincent van Gogh (Países Bajos, 1853-1890) nos dejó “Almendro en flor” (1890), inspirado en la xilografía japonesa.

De acuerdo con las referencias, la historia detrás de esta pintura que hizo al final de su vida está relacionada con la familia, con el nacimiento de su sobrino Vincent Willem. Esta y muchas más realizó acerca de la naturaleza en sus distintos periodos.

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Solo unos pocos años después Alphonse Mucha (República Checa, 1860-1939) con su obra “Las estaciones: Primavera” (1896) nos presenta una litografía de estilo asiático en el que vemos a una mujer rodeada de muchas flores. Consideramos que también es importante el manejo de colores cálidos que sugieren alegría típica de esta época, así como los pájaros.

Alphonse Mucha creó otras series similares en 1897 y 1900, por el éxito que tuvo la primera.

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Para terminar, tres pinturas del siglo XX. La primera es de Joaquín Sorolla (España, 1863-1923) y se titula “Jardín de la Casa Sorolla” (1918-1919). Podemos ver una reproducción de los jardines del pintor en un momento del año que entendemos como primaveral por la intensidad de luz y la cantidad de flores.

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En segundo lugar no podía faltar Claude Monet (Francia, 1840-1926) con un ejemplar de su famosa serie “Los nenúfares” (1914-1926) creada durante los últimos años de su vida. Fue difícil escoger una sola pieza porque son muchas (∼250) y todas hermosas. Esta destaca por el color intenso de las flores y su tamaño inmenso.

Claude Monet, el padre del impresionismo, es poseedor de una vasta obra paisajística con un estilo vibrante resultante de su experimentación cromática. Fue un amante de la naturaleza y le obsesionaron los jardines al punto de concebir uno para sí mismo en su propia casa y pasarse allí horas y horas.

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Por último, esta muestra termina con “Flores de primavera” (1938) de Marc Chagall (Bielorrusia, 1887-1985), un artista prolífero que pintó a la naturaleza de muchas maneras con su estilo único, caracterizado por el uso de tonos intensos y elementos oníricos.

Esta misma escena de flores junto a la ventana la recreó en reiteradas oportunidades, siempre con colores vivos, como le caracterizó su portafolio.