Jorge Perugorría: «El cine cubano es un orgullo para mí»

Jorge Perugorría: «El cine cubano es un orgullo para mí»
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Jorge Perugorría, merecedor del Premio Nacional de Cine 2024, conversa con la ACN en la Galería Taller Gorría. Foto: Luis Jiménez

Con la naturalidad de quien parece no haber recibido muchos premios, entre ellos el Nacional de Cine este 2024, ni aparecido en filmes nominados por grandes academias de la industria del séptimo arte como los Premios Óscar y en el Festival de Cannes, Jorge Perugorría, «Pichi» (La Habana, 1965), compartió con un equipo de la Agencia Cubana de Noticias.

Rodeado de camisetas sublimadas que recuerdan que él es «un caso social», como aquel ciego farsante de Lista de espera, nos recibe en uno de sus templos llamado Galería Taller Gorría (GTG), con un cigarrillo en una mano, mientras en la otra sostiene un trago refrescante que los muchachos del Bar Yarini le han preparado para sofocar el calor.

Grabadoras preparadas, cámara también. Le damos el listo a la estrella que, desenfadado y sentado en unas escaleras, se aventura a contar la película que ha sido su vida.

Silencio, se rueda... ¡acción!

Escena 1. Pichi, un talento oculto del Wajay

Nací en el Wajay y vengo de una familia humilde, de trabajadores, donde nadie había tenido inclinación hacia el arte y nunca me llevaron al teatro ni nada. Eso lo fui descubriendo yo, contó.

«En ese pueblecito había un campo de pelota en el que también jugué, y de entre esos peloteros salió Orlando “El Duque” Hernández. Otro día nos dio por irnos para la Casa de la Cultura y ahí conocí el arte; la pintura, sobre todo».


Jorge Perugorría, merecedor del Premio Nacional de Cine 2024. Foto: Luis Jiménez

Para este artista, que comenzó en un grupo de teatro de aficionados mientras cursaba el preuniversitario, transitar por el mundo de las tablas es «la mejor manera de formarse como actor.

«Claro que la academia es importante, pero en mi caso como aficionado fue algo orgánico y poco a poco encontré las maneras de ejercer una vocación por algo que me apasionaba y donde me podía expresar. Ni siquiera pude estudiar en la Escuela Nacional de Arte o en lo que era el Instituto Superior de Arte (hoy Universidad de las Artes) porque no me enteré, y cuando hicieron la convocatoria, no tenía ninguna motivación».

Perugorría no se convirtió en actor hasta pasados 10 años de esos comienzos sobre la escena.

Escena 2. Un día de suerte

En sus propias palabras y después de una década dedicada al teatro, solo veía al mundo de las cámaras como espectador.

Me ha costado. Soy muy teatrero y disfruto excederme. Me gusta meterle la fuerza y la pasión que tiene el teatro al cine. Me encanta armar mi drama delante de las cámaras, aunque cada vez la actuación va por otro camino que, quiera o no, he transitado también, confesó.

Su primera experiencia fue con el cineasta Tomás Piard (1948-2019) en el cortometraje Boceto (1991).

«El cine fue un cambio radical en mi vida profesional porque no solo empecé a trabajar con dos grandes maestros como Tomás Gutiérrez Alea “Titón” (1928-1996) y Juan Carlos Tabío (1943-2021), sino también en una de las películas con mayor repercusión en Cuba y que me abrió las puertas a escala internacional: Fresa y chocolate (1993)».

Al entrevistado, como al Diego que le tocó interpretar y salvando las distancias, le llegó su día de suerte en que encontró la maravilla de la pantalla grande.

Yo estaba trabajando en dos obras de teatro y Mirtha Ibarra, actriz y viuda de Titón, me comentó sobre el casting para la película, y le digo que no me habían llamado. Me presentó a Titón y él me dijo que me enviaría una citación y las pruebas, pero jamás imaginé que me la dieran a mí, sino a otros más consagrados, narró.
   
Como los de su generación, Pichi entendió que estaba más cerca del rol de David; sin embargo, ya el puesto estaba en manos del otro protagonista, Vladimir Cruz.
   
«En la obra en que estaba trabajando con Carlos Díaz en Teatro El Público encarnaba a un personaje femenino, por lo que tenía muy frescos los rasgos y amaneramientos propios del papel que Gutiérrez Alea buscaba.

«Carlos, que había hecho también las pruebas para Diego, me preparó el personaje. Me llamaron un mes después para decirme que había sido elegido. Ahí empezó el trabajo de mesa con Titón y Tabío, esos grandes maestros con quienes descubrí una manera de hacer cine que me ha marcado hasta el día de hoy», expresó.

Fue entonces que cobró rostro uno de los personajes del narrador espirituano Senel Paz, guionista del filme, que se basó en su cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo (1990), una historia de amistad y de amor posible más allá de las diferencias entre un joven militante comunista y un homosexual religioso, patriota y lezamiano en los años 80 en Cuba.

Gracias a ello emprendí un viaje por el cine latinoamericano que había empezado a amar y conocer a través de los Festivales de La Habana, dijo Perugorría.

Su abrazo final, mientras suena la música magistral del pianista José María Vitier, califica dentro de las escenas más conmovedoras e icónicas del séptimo arte de la mayor de las Antillas.

Escena 3. De Fresa y chocolate para el mundo

Fresa y chocolate recibió, tras su estreno, numerosos lauros nacionales e internacionales, y llegó a ser la primera película cubana en figurar entre las nominadas al Premio Óscar como mejor filme extranjero en el año 1994. Aunque no lo obtuvo, el largometraje de Titón y Tabío le puso la varilla alta al cine del archipiélago.

Pero podría decirse que esa creación catapultó a Pichi hacia la pantalla grande a nivel regional y mundial.

Nunca imaginé terminar haciendo tres películas en Brasil, cinco en Argentina, en Chile, dos en Colombia, en toda Centroamérica, República Dominicana, Costa Rica, Panamá, México, Puerto Rico, España y Portugal. En los festivales conocí a muchos actores y directores con quienes trabajé posteriormente, detalló.

Perugorría siente, además, que se le abrieron las puertas de la cinematografía española, porque ha formado parte de más de 15 producciones del país europeo, al cual considera su segunda casa y ya es miembro de su Academia de Cine.

«Ha sido un viaje de aprendizaje porque he conocido la cultura de varias naciones que me han enriquecido como ser humano, como artista, y han aumentado el compromiso de devolverle a mi Isla todo lo que ella me ha dado».

Pichi comentó durante esta entrevista que a veces las personas le preguntan si se retiró de la actuación, por su ausencia en la pantalla cubana, pero aclaró que sucede todo lo contrario.

«Hago trabajos fuera de Cuba y lamentablemente no llegan a nuestros públicos. Recientemente, se transmitió una serie muy interesante que hice en Barcelona llamada Doctor Portuondo (2021, Filmin), y participé en otra producción en España, Las noches de Tefía (2023, Atresplayer), sobre los campos de concentración en la época franquista, cuando metían a los homosexuales en Islas Canarias. Acabo de estar en otra teleserie en México con Gael García Bernal y Diego Luna como protagonistas dedicada al mundo del boxeo», detalló.

«En mi tierra he protagonizado la serie Cuatro estaciones en La Habana (2016, Netflix), basada en la tetralogía homónima del escritor y Premio Nacional de Literatura (2012) Leonardo Padura, dirigida por Félix Viscarret y con guion del propio Padura y Lucía López Coll».

Alegó que le encantaría que esos cuatro episodios —que bien podrían calificarse como cuatro películas en sí mismas— se transmitieran en televisión nacional, al tratarse de la obra de uno de los más notables novelistas que tiene el país.

Sobre esa línea siguió nuestra conversación con el actor, a quien en no pocas ocasiones le ha tocado asumir personajes que poseen sus orígenes en la literatura.

«He tenido una relación muy importante con la literatura en mi carrera. Diego, en Fresa y chocolate, y Mario Conde, de la saga policíaca de Padura, provienen de los libros y posiblemente sean los personajes más bonitos que he hecho en mi carrera.

«Normalmente, con personajes conocidos las personas tienen un referente, una visión. Cada lector se construye un mundo sobre ellos; por ejemplo: Padura nunca habla de las características físicas de Mario Conde, pero sí de su cubanía, y eso es lo emblemático. Conde es fascinante: un perdedor en el amor, pero con otras virtudes como su pasión por la literatura, el sentido de la amistad, la honestidad, la lealtad; aun así, es un tipo encantador.

«A este policía todo el mundo le puso rostro. No sé hasta qué punto hay una influencia de él en mí, pues coincidimos en muchas cosas: el amor al béisbol, a los amigos, a Cuba», subrayó el entrevistado.  
 
Pichi narró que hace unos meses, mientras él y Padura presentaban una película basada en los textos del escritor, este último le dijo que tenía una gran responsabilidad porque ya era el rostro de Mario Conde.

Sobre el vínculo literatura-cine destacó sus lazos con Gabriel García Márquez, de quien interpretó su Edipo alcalde (1998); así como con el narrador Luis Sepúlveda (1949-2020), autor de Nowhere (2002).

Escena 4. Pichi director. Claqueta, sonido, ¡acción!

Jorge Perugorría tiene otras pasiones, y es muy fácil constatarlo porque en tanto nuestro equipo lo entrevista, en las paredes de la Galería Taller Gorría (GTG) florecen los «Girasoles para Diego», su más reciente exposición, que en 2023 dedicó a los 30 años de Fresa y chocolate.

Pero hay otro rol en el que se siente como pez en el agua: la dirección.

«Amor crónico (2012) es una de mis películas, un docudrama donde se narra la gira de la cantante cubana Cucú Diamantes en su regreso a la Isla.

«Más que registrar su periplo dando conciertos por Cuba, me propuse hacerle un homenaje a la cultura de mi país y su cine, similares a los de Tabío en Guantanamera (1995) y de Humberto Solás en Miel para Oshún (2001).

«Se vende (2012) es también un tributo a Titón y a Tabío, sobre todo a sus películas La muerte de un burócrata (1966) y Se permuta (1983), respectivamente, porque hay planos donde claramente lo hago saber.

«Fátima o el Parque de la Fraternidad (2015) y el resto de mis documentales han sido otros viajes que he disfrutado hacer, como disfruto estar detrás de las cámaras», aseguró.

Escena 5. GTG: la huella de Perugorría en San Isidro

Desde hace una década, en el barrio San Isidro, el mismo que se inmortalizó con la historia del proxeneta Alberto Yarini y Ponce de León, es palpable la obra de un hombre como Jorge Perugorría, quien deja reposar un rato las diversas pieles que ha habitado para transformar la comunidad en Distrito del Arte.

«El proyecto surgió de manera casual: un día, de pasada por ese barrio del centro de La Habana, vi que estaban vendiendo un espacio prácticamente en estado de derrumbe encima de una panadería.

«Hablé con Eusebio Leal, de quien tengo gratos recuerdos, y le planteé un proyecto para hacerle una nueva panadería al barrio y arreglar donde antes estaba el local que probablemente se convertiría, en el mejor de los casos, en un parqueo de bicicletas.

«Así construimos la Galería Taller Gorría (GTG) en los bajos y el Bar Yarini encima.

«Eusebio me apoyó como emprendedor y hemos creado un espacio que también ha devenido en centro cultural donde tocan las mejores bandas de jazz y los mejores músicos de Cuba».

La GTG encierra la inclinación de Pichi por las artes plásticas y su voluntad para ayudar a los artistas, entre ellos los que se forman en las Escuelas de Arte.

«Nunca hago estas cosas solo, pues me rodeo de un equipo, generalmente de jóvenes, siempre con deseos de hacer».

En la galería se ofrecen talleres para todos los niños del barrio con temas como la actuación, el medio ambiente, la fotografía, la arquitectura, la apreciación musical y la pintura, a cargo de especialistas.

Escena 6. Soñando una Isla Verde

Desde 2023 acontece en la Isla de la Juventud el Festival Internacional de Cine y Medio Ambiente del Caribe Isla Verde, gestado por Pichi para unirse a la causa de la protección del entorno cubano, regional y mundial.

En suelo pinero, cargado de valores naturales y patrimoniales únicos, el actor, ya devenido en promotor de la cultura nacional, echa rodilla en tierra para impulsar una iniciativa donde confluyen el cine, las artes plásticas, la música, los audiovisuales y los emprendimientos sostenibles.


Foto tomada del perfil en Instagram del Festival Isla Verde

Mientras Perugorría nos recibió para esta conversación, ultimaba detalles del Festival que días después tomaría por asalto a la otrora Isla de Pinos.

«Isla Verde es ahora mismo mi pasión, la película que me gusta; por eso le dedico tanto de mi tiempo», apuntó.

Ante las alarmas globales sobre los problemas climáticos que cada vez son más frecuentes e intensos, Pichi ha buscado otros modos de hacer conciencia y de apelar a la sensibilidad colectiva.

De su inclinación por los temas medioambientales, dijo que se consolidó a partir de su documental Los Jardines de la Reina (2021), sobre los resultados de la reserva mediante entrevistas a los científicos que la monitorean, quienes explicaron cuáles son las ventajas de tener un ecosistema como ese y la importancia de protegerlo. «El tema me entusiasmó», admitió.

«También ponerle voz al audiovisual del director irlandés John Murray, titulado Soy Cuba: la indomable, que es un viaje por toda la naturaleza cubana; ver que cada vez más actores y cineastas están aportando a la causa como Leonardo Di Caprio y Javier Bardem, y los recuerdos de sus viajes a la Isla fueron otras motivaciones.


En 2023, Perugorría recibió el premio Lucía de Honor del Festival Internacional de Cine de Gibara. Foto tomada del perfil en Instagram de Jorge Perugorría

«Mientras dejé el Festival Internacional de Cine de Gibara, fundado por Humberto Solás, a cargo de Sergio Benvenuto Solás, su nieto, creé Isla Verde, un evento con alcance en la región del Caribe, porque todos los países del área sufren las mismas consecuencias del cambio climático, y escogí el ultramarino Municipio Especial porque consideré que era un espacio con condiciones ideales para un foro de este tipo, y es muy fácil que este sitio se pueda convertir en referente de la conservación de ecosistemas.

«Estoy feliz de hacer mis aportes en esta lucha en la cual deberíamos comprometernos todos porque lo que está en juego es nuestra causa». 

Ambos festivales han requerido de entrega absoluta de Pichi en cuestiones de tiempo y energías: «En ellos lo doy todo, da igual que sea en el día, la noche o la madrugada… no paro y sé que son agotadores, pero me da satisfacción porque aprendí, desde la época en que Humberto fundó el de Gibara, de la importancia que poseen los eventos culturales.

«Valoro y creo en el poder transformador de la cultura y el arte, porque soy resultado de eso. No fui a escuelas, pero he tenido la dicha de participar en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, en las Bienales de La Habana y en los Festivales de Teatro.

«Por eso pinto, dirijo, y siempre estoy involucrado en proyectos, pero sigo amando la actuación en primer lugar», reveló.

En esa vorágine, Pichi no ha estado solo, pues ha tenido junto a él a una mujer todoterreno como Elsa María Lafuente de la Paz, esposa y madre de sus cuatro hijos: Anthuan, Andros, Adán y Amén Perugorría.


De izquierda a derecha, Anthuan (hijo), Elsita (esposa), Amén (hijo), Pichi, Andros y Adán (hijos). Foto tomada del perfil de Jorge Perugorría

Según cuenta el actor, se conocieron en el preuniversitario y trabajaron en la obra Romeo y Julieta, en el Grupo Olga Alonso. Juntos hicieron una carrera y hasta su tesis de graduación.

«Ha estado a mi lado acompañándome en todas mis locuras, porque nada más digo: “quiero pintar”, y ahí está ella buscando acrílico, pinturas y óleos.

«Me ha apoyado en cada proyecto, y mucho más en la actuación, porque desde que comenzamos ha hecho un viaje junto a mí en el cine. Ella es la que me soporta, apoya mis locuras y las alimenta», refiere con orgullo.

Escena 7. El Premio Nacional de Cine 2024 es para...

Cuando en marzo de 2024 el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos preparaba los festejos por su aniversario 65, también era momento de entregar el Premio Nacional de Cine del año. Por decisión del jurado, se determinó que el máximo lauro fuera para Jorge Perugorría.

En el acta constan elementos como «su obra nacional e internacional (...) sus múltiples nominaciones y premios en todas las latitudes».

Asimismo, resalta su preocupación y aporte al desarrollo de la cultura nacional, de la cual es un defensor indiscutible. Es uno de los rostros más visibles de su generación y ha marcado una pauta en la interpretación de los más diversos personajes a los que se ha enfrentado.

Quienes lo escogieron para tal honor lo definieron como «un artista multifacético que encarna los valores más profundos de la identidad nacional».

Si a Pichi se le pregunta si se considera como tal, responde con total humildad y entre risas que no es él quien debería afirmarlo.


Durante la ceremonia de entrega del Premio Nacional de Cine, en marzo de 2024. Foto tomada del perfil en Facebook del Icaic

«Realmente, nada de lo que haga es por un reconocimiento, sino por la profunda gratitud que tengo con el cine cubano, que me abrió las puertas a nivel internacional, y eso no lo olvido nunca».

El cine cubano siempre ha sido para mí la mayor manera de expresarme y siempre he estado muy orgulloso de él. Esa gratitud me ha llevado a impulsar el Festival Internacional de Cine de Gibara, creado por el maestro Solás, y a fundar Isla Verde, que son mis contribuciones de ser recíproco con lo que mi Patria me ha dado, afirmó Perugorría.

«Cuba es la gran madre de todos los cubanos y nos debemos a ella, y aunque por motivos de trabajo a veces estoy ausente, trato de estar el mayor tiempo posible aquí, en mi tierra».

Este hombre que ha dejado su piel en la pantalla grande tiene como película favorita a Memorias del subdesarrollo (1968). «Me hubiera encantado ser Sergio, pero ¡a quién no!», exclama.

De las hechas por él, se lleva la preferencia, indiscutiblemente, Fresa y chocolate, porque para quien encarnó a Diego «marcó un antes y un después en su vida y en la historia del cine cubano».

Hay otros filmes, algunos se han visto en Cuba y otros no, que me gustan, entre ellos Guantanamera, Lista de espera (2000), El cuerno de la abundancia (2008), Amor vertical (1997), y otros que hice en España y Latinoamérica como Estorvo (1998) —con el que quedamos en Cannes en competición oficial—, La pared de las palabras (2014), una gran experiencia con Fernando Pérez, y Viva (2015), del director Paddy Breathnach, con el cual Cuba estuvo a punto de lograr la segunda nominación a mejor película extranjera en los Óscar, precisó Pichi.

«Estoy orgulloso hasta de las malas películas que he hecho porque siempre trabajo con la misma pasión e ilusión, aunque al final unas salgan mejores que otras».

Después del repaso por apenas una ínfima parte de su filmografía, volvemos a conversar sobre el Premio, del cual Pichi apunta que fue nominado muchas veces: «Se me había olvidado que existía y pensé que nunca me lo iban a dar hasta que fuera más viejo.

«Creí que se lo otorgarían a Mirtha Ibarra; Adela Legrá; o a José María Vitier, que ha compuesto tanta música maravillosa para películas; a Santiago Llapur; y por supuesto, a Luis Alberto García o a Isabel Santos, que son dos actores icónicos y exhiben una obra más que merecedora para semejante galardón.

«El jurado escogió dármelo a mí y fue una decisión valiente, pues soy el más joven de los que he mencionado, y ha generado polémica porque generalmente lo obtienen personas con una trayectoria magistral de toda la vida y que son muy mayores, los cuales hoy están, pero quizás mañana no. 

«Es difícil complacer todas las expectativas siempre».

En su discurso de agradecimiento, el artista pidió para el cine cubano aires de reconciliación para trabajar todos juntos por él.

Fue su reclamo en representación de los cineastas y artistas del país, quienes obran en función de cambios necesarios en la política cultural para el beneficio colectivo.

El cine cubano es precisamente ese, el realizado por nosotros desde cualquier lugar donde estemos, sentenció.

Corte final

La conversación con Pichi ha sido como el rodaje perfecto de un filme que aún su protagonista construye.

Afuera de la Galería otros periodistas aguardan y quizás él tendrá, una vez más, que empezar a contar su historia.

Este equipo, satisfecho con su transparencia y soltura, da por terminado el diálogo como quien en el cine, al grabar la última toma, grita: «¡quedó!», o para decirlo en la jerga de los directores: «raperó».

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