Jeringuilla de mi vida
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Foto: tomada de curiosfera-historia.com
Probablemente no será una de las palabras del año, pero, sin dudas, la jeringuilla ha sido de los objetos más asociados a salvar vidas este año de pandemia.
Y lo seguirá siendo, porque las vacunas anticovid que ya han empezado a aplicarse en el mundo, y también algunos de los candidatos vacunales, requieren de la jeringuilla para llegar a nuestro organismo.
No pudo percibir el alcance de su invento el cirujano egipcio Ammar Ali al-Mawsili , cuando en el siglo XI creó aquel artificio consistente en un tubo de vidrio hueco para intentar remover las cataratas oculares mediante succión.
Para mantener total apego a la historia, habría que decir que es posible que el egipcio conociera de los escritos sobre el uso de tubos huecos para inocular sustancia en el cuerpo, que dejaron el cirujano griego Galeno y el romano Cornelius Celsus, quienes valoraron esa alternativa al estudiar el principio de la inyección de veneno de la serpiente. Pero a ciencia cierta no se sabe si Ammar Ali al-Mawsili los tomó como fuente inspiradora.
Tampoco los griegos sabían que abonaban el camino para uno de los inventos más importantes en la historia de la medicina, al crear, en el siglo XV, aquel artilugio consistente en una vejiga enlazada a una caña para aplicar lavativas, y que dos siglos después, se empleara para tratar de introducir analgésicos en lugares adoloridos del cuerpo humano.
Hasta que jeringuillas y agujas se posicionaran en el quehacer médico, la alternativa encontrada por los galenos de entonces era hacer un corte en la piel y colocar en la incisión líquidos o ungüentos curadores, que igual se hacían penetrar en el cuerpo mediante sus orificios naturales.
Para lograr ese propósito eran utilizados huesos de pájaros a los que adherían vejigas de animales conteniendo el preparado sanador.
Cuando ya alentaba el siglo XVII, el inglés Christopher Wren -a cuya labor de connotado arquitecto se debe, entre otras obras, la Catedral San Pablo de Londres- había caído en la cuenta de que, si el torrente sanguíneo era el encargado de conducir los nutrientes, una vez digeridos los alimentos, entonces también esa vía sanguínea podía ser el canal para que circularan medicamentos.
Fue así que le adaptó a una pluma biselada de ave una vejiga de animal y con esta experimentó primero con perros y luego con él mismo para suministrarse opio como calmante.
Precisamente un derivado del opio, la morfina, que es un poderoso calmante, impulsó el desarrollo de las jeringuillas y su diseño cada vez más acabado, que tuvo un momento culminante en 1839.
Ese año, los doctores neoyorkinos Taylor y Washington mostraron la forma de inyectar una solución de morfina en el cuerpo humano usando lo que se llamó jeringuilla de Anel, abuela de la actual jeringuilla hipodérmica.
Bendita aguja de los demonios
Si las actuales jeringuillas no contaran con agujas no fueran tantos quienes le temen a las inyecciones cuya nota fea la pone, precisamente, el impresionante y desagradable pinchazo. Tanto es así que ha sido hasta motivo de la fobia a las inyecciones (tripanofobia), la cual ha dejado en ridículo a más de un adulto.
Pero el inconveniente de sentir una aguja atravesándonos la piel ha sido también el salvador de infinidad de vidas. Se atribuye al médico irlandés Francis Rynd el innovador empleo, en 1844 de una aguja metálica hueca para instilar morfina en una paciente que sufría de la dolorosa neuralgia trigémino. Fue una aguja similar la empleada por sus colegas neoyorkinos cinco años después.
Por su parte, el cirujano francés Charles Gabriel Pravaz acopló la aguja ideada por Rynd a un pequeño cilindro hueco de plata unido a un trocar también de metal y que empleaba un émbolo que, por giro y no presión, impulsaba afuera la sustancia. Con esta primera jeringuilla hipodérmica administró anticoagulante a una oveja enferma.
Siguiendo sus pasos, Alexander Wood, Secretario del Real Colegio de Médicos de Edimburgo, se llevó las palmas al aplicar una primera inyección calmante -morfina- a un humano: su esposa.
Jeringuillas desechables
Desde el siglo XIX existía la jeringuilla de vidrio resistente a altas temperaturas para una adecuada esterilización, así como el acople en el extremo de la aguja para la unión con el cristal (jeringuillas Luer y sistema de conexión de igual nombre).
Pero aunque esas jeringuillas se esterilizaban, se reportaron casos de contagios de hepatitis, tuberculosis y otras enfermedades debido a su uso. En consecuencia, el farmacéutico y veterinario de Nueva Zelanda, Colin Murcdoch ideó la primera jeringuilla desechable, cuya patente obtuvo en 1956.
La inventó para uso en animales, pero fue descartada por considerarla demasiado adelantada a su tiempo hasta que, años más tarde, una empresa australiana impulsó su producción.
Saltaron al mercado de manera masiva en 1964 a partir de la empresa estadounidense de instrumental médicos Becton Dickinson, y continuaron popularizándose luego que alrededor de una década después el ingeniero en aeronáutica español Manuel Jalón Corominas las perfeccionara e introdujera en su país.
La jeringuilla hipodérmica desechable de Jalón Coromillas, acuñada en1975, poseía un embolo que no se atascaba y era más resistente y fina que sus antecesoras, por tanto, también más fácil de destruir, para evitar un segundo empleo.
Los mencionados en este texto no son los únicos nombres vinculados al surgimiento y desarrollo en el mundo de las jeringuillas, cuyo mercado, en estos tiempos de pandemia, ha conocido de un alza de los precios que abarca insumos médicos y medios de bioprotección relacionados con la Covid-19.
Ahora que algunas vacunas comienzan a hacerse sitio en el horizonte médico, ojalá que la necesidad de jeringuillas o pulverizadores nasales –para las vacunas que se apliquen por esa vía- no trabe el paraguas de la esperanza, sobre todo del lado de quienes menos tienen y para los que la colaboración internacional y la solidaridad, como la practicada por Cuba, debería ser una salida.
Con información de xsierrav.blogspot.com, tomascabacas.com, BBC Mundo y enfeps.blogspot.com.
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