Hablándole al alma continental: pueblos indígenas en peligro
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Foto: tomada de mongabay.com
La noticia de hace apenas unos días circuló en la red de redes sin demasiada resonancia, quizás para ser consecuentes con el titular: silenciosa ola de suicidios azota a las comunidades indígenas en Colombia.
Hablaba sobre los indígenas de la comunidad colombiana Emberá Dobida, donde en el último trimestre habían ocurrido 22 suicidios, de ellos 20 protagonizados por menores.
En el texto se explicaba que sufrían de la 'wawaima', entendida en su cosmogonía como un malestar espiritual que pudiera asemejarse a la depresión en el mundo occidental.
Pero ese reporte es solo la punta del iceberg, un asomo de lo que han padecido las comunidades indígenas de nuestra América durante estos años de pandemia.
No por gusto la XV Asamblea General del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América Latina y el Caribe (FILAC), efectuada en Bolivia entre el 28 y 29 de octubre, alertó al mundo que los pueblos indígenas estaban en peligro de extinción debido a la Covid.
Dicha Asamblea, la máxima Instancia de gobierno del FILAC, conformado por delegados gubernamentales y representantes de los pueblos indígenas de los Estados miembros de las Naciones Unidad, dio inicio con un ritual ancestral de agradecimiento a la "Pachamama" o Madre Tierra, la misma que hoy los está viendo sufrir y morir.
Padecimientos de esos hijos de América
“De América soy hijo y a ella me debo” es frase martiana reiterada, y para ser consecuentes con ella en la práctica habría que no ver como ajenos o como cuestión de segundo orden esos padecimientos que hoy aquejan a los pueblos originarios.
Esa “alma continental” invocada por Martí debería estremecerse de espanto y movilizarse con urgencia al saber que, solo en la región de las Américas, donde la población indígena suma más de 62 millones de personas, hasta julio último el coronavirus había infectado a 617 mil, sobre todo en la región amazónica, y había cobrado la vida a casi 15 mil.
A la vez, la pandemia puso en evidencia y profundizó con saña las desigualdades de que son víctimas estos pueblos en materia de salud y educación. En esta última, la brecha tecnológica causó significativos estragos, considerando en particular la alternativa de la educación a distancia en tiempos de confinamiento.
El otro impacto que padecieron a consecuencia de la Covid-19 fue en el orden económico: “los indígenas que están a nivel urbano perdieron sus trabajos y los que viven en el campo perdieron sus cosechas porque no pudieron venderlas por el confinamiento”, así resumió Myrna Cunningham, presidenta del FILAC.
A lo anterior se suma la ocupación, invasión, de territorios indígenas por empresas, otros privados, e incluso por narcotraficantes.
Este último es el caso de los indígena de la Amazonía Central del Perú, por ejemplo, donde los cientos de enclaves nativos que allí viven han denunciado la expansión de los cocaleros en su territorio.
A tal punto ha sido esta invasión de cultivos ilegales de coca, laboratorios clandestinos y otras aristas de esa actividad ilegal, que mantienen ocupadas más de 24 mil hectáreas de tan solo tres comunidades del pueblo Kakataibo.
Y con ese desalojo llega la deforestación, que en este caso no implica mayor afectación al cambio climático sino que significa un disparo al pecho de la sobrevivencia indígena porque los bosques son su alimentación, su medicina y también eje de sus creencias y espiritualidad.
Para colmo de males, junto a la deforestación los narcotraficantes han destapado también una oleada de asesinatos a dirigentes originarios.
Cerca del 40% de los indígenas de Latinoamérica se encuentran en el presente fuera de su territorio natal, y no porque hayan decidido emigrar sino por presiones como las mencionadas y que, de persistir, acarrearían que al término de un quinquenio se eleva al 70% la proporción de estos habitantes obligados a alejarse de su tierra.
Dicha migración forzada, así como la muerte de los indígenas de mayor edad han puesto en riesgo la sobrevivencia de varias culturas en Sudamérica y también en el Caribe.
"Yo diría que lo que más ha afectado a los indígenas es la muerte de los mayores, de los sabios, los conocedores de la cultura, de los idiomas. Hay algunos pueblos que tienen muy pocos hablantes y al perder a los más viejos se corre el enorme riesgo de que esas culturas se pierdan totalmente. Hay un peligro real de extinción de esos pueblos, especialmente en Sudamérica y México”, refirió Cunningham.
¿Soluciones a la mano?
Son grandes y complejos los obstáculos a vencer para garantizar una vida digna y plena a esas comunidades originarias.
Pero el secretario técnico del FILAC, Gabriel Muyuy, opina que la capacidad de esos pueblos puede abonar un entendimiento con los diferentes gobiernos de cara a integrarse todos a las soluciones postCovid.
Dos grandes caminos pueden diferenciarse en esa estrategia para la postpandemia: la salud y el ámbito socioeconómico.
Para el primero, tendrían que ponerse en marcha programas y proyectos para una salud intercultural, que, además de curar enfermedades, despliegue un enfoque integral que comprenda desde la sanidad del entorno hasta lo cultural.
Quienes en este tiempo del Sars-Cov-2 han acometido la tarea de vacunar a esas comunidades, saben cuántas diferencias hay entre ese mundo y la llamada cultura occidental. Hasta rituales y danzas preceden a veces el momento del pinchazo, descontando las barreras del lenguaje que dificultan las explicaciones.
En cuanto a la realidad socioeconómica a transformar, la FILAC ha definido el programa Iniciativa de Cooperación Indígena para el Buen Vivir, que incluye el aporte de herramientas y otros útiles e implementos que permitan a esos pueblos y sus líderes alcanzar un desarrollo autónomo.
A la vez, comprende facilitarles espacios para una mejor comercialización de sus productos y, a la vez, adquirir aquellos que no elaboran y necesitan para subsistir.
La brasileña Ro’otsitsina Juruna, del pueblo Xavante, en la comunidad Namunkurá, estado de Mato Grosso, al ser entrevistada para una serie periodística sobre derechos humanos y pandemia , resumió de sabia manera cómo podrían salir adelante esos pueblos:
“Creo que solamente a través del conocimiento, de hablar sobre qué son los derechos humanos, podremos conseguir algunos avances. Pero no es suficiente con educar a las comunidades indígenas, hablar sobre derechos humanos, si estos derechos son luego violados por el Estado.
“Es necesario que sepamos qué podemos hacer para defender nuestros derechos y hacerlos efectivos de hecho”, concluyó.
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