El hambre en el mundo no es fatalidad inevitable
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Foto: tomada de gndiario.com
Justo en este instante está muriendo una persona por hambre. Cada día, en el planeta fallecen unos 24 mil seres humanos por falta de alimento.
Mucho se habla de la Covid-19, pero el hambre es la causa de cerca del 16% de los fallecimientos diarios en el mundo, más que los decesos a causa de la pandemia.
No obstante, estos dos jinetes del apocalipsis que hoy vivimos trotan muy cerca uno del otro ya que la pandemia podría haber empujado a otros 132 millones al hambre crónica en 2020, haciendo que el objetivo de acabar con el hambre sea aún más distante.
Así asegura el más reciente informe de la FAO , “Seguimiento del progreso en los indicadores de los ODS relacionados con la alimentación y la agricultura”, donde igual se revela que “la Covid-19 ha retrasado el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) consagrados en la Agenda 2030 de la ONU, socavando décadas de esfuerzos de desarrollo”.
Conspiran también contra la alimentación a nivel mundial el que un 14% de los alimentos se pierda a lo largo de la cadena de suministro antes de que llegue al consumidor –no pocas veces los basureros son sus destinatarios-, así como el alarmante estrés hídrico en muchas regiones, que igual amenaza el progreso hacia el desarrollo sostenible, por no hablar ya de la propia sobrevivencia.
A la vez, los conflictos bélicos, fenómenos meteorológicos de envergadura y los altos precios de los alimentos tributan igual a las crisis alimentarias y al hambre en el mundo.
Estas y otras muchas dolorosas realidades fueron motivo de la Cumbre de la Organización de Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios, donde algunos estadistas subrayaron que, a pesar de la pandemia, del subdesarrollo y de muchas otras sombras, el hambre no es una especie de fatalidad inevitable.
Ese fue precisamente el enfoque sostenido por el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en su intervención durante dicha cumbre.
Luego de recordar que las condiciones imperantes en el mundo actual afectan sensiblemente la alimentación de millones de seres humanos, situó en el centro de la diana como causas raigales del subdesarrollo, que favorecen la pobreza extrema, el hambre y la exclusión, a la persistencia de un injusto orden internacional, las décadas de dominación imperialista, de aplicación de un neoliberalismo salvaje, de proteccionismo y dependencia económica producto de siglos de colonialismo y neocolonialismo.
A lo anterior, se agrega en ocasiones, como en el caso de Cuba, la aplicación de medidas coercitivas unilaterales, violatorias del Derecho Internacional, que obstaculizan el legítimo derecho al desarrollo.
“Las naciones industrializadas deben y pueden asumir su responsabilidad histórica”, indicaba Díaz-Canel, ratificando así que el hambre en el mundo no es mera fatalidad ni “cosa del destino”.
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