El arte frente a la crisis
especiales
En tiempos de grandes pandemias, como reacción al dolor y la pérdida, el arte ha florecido.
No es un rapto romántico; es un hecho, lo recoge la historia.
La crisis sanitaria que ha generado la propagación mundial del nuevo coronavirus ha puesto en jaque al sistema de la cultura en decenas de países.
Cines, teatros, galerías, museos cerrados.
Festivales y conciertos suspendidos.
El panorama es desolador para un sector que no goza precisamente de gran respaldo financiero en muchos lugares del planeta.
Todavía no hay cálculos definitivos sobre las pérdidas monetarias para las instituciones y empresas que se dedican al arte ante esta circunstancia.
Pero el arte es mucho más que su soporte económico.
Habrá arte mientras haya artistas.
Y habrá arte mientras haya gente sensible para apreciarlo, para disfrutarlo.
Por eso, en tiempo de crisis —sociales, políticas, económicas, sanitarias, de valores— la creación artística es mucho más que un oasis en el desierto, más que mera distracción: es herramienta de subsistencia.
Y será indudablemente la más inspirada crónica de los acontecimientos.
En países que viven ahora mismo una situación muy compleja, donde ha sido necesario confinar a los ciudadanos en sus hogares, los artistas han aprovechado los espacios virtuales para promover un mensaje de solidaridad y esperanza.
Se cuentan por miles las iniciativas en internet y sus redes sociales.
Los más importantes museos han puesto a disposición de los internautas sus más valiosas colecciones.
Músicos —célebres o no tanto— ofrecen conciertos online.
Se posibilita el acceso gratuito a listas de reproducción, a clásicos del cine universal, a la mejor literatura.
Las grandes compañías de ópera socializan por las redes una selección de sus mejores funciones.
La idea es clara: no hay que salir de la casa para poder disfrutar de lo mejor del arte universal.
Basta con que tengas una buena conexión.
Pero esa, se sabe, no es la realidad de todos los que tienen —o tendrán— que permanecer en sus hogares mientras dure la crisis.
No todo el mundo tiene internet en su celular.
El gran antídoto para el aburrimiento —además de la televisión y la radio— puede ser la lectura, que es, en definitiva, la base de la gran pirámide cultural.
Es tiempo de acercarse al inmenso patrimonio literario, que es fuente inagotable de sapiencia y placer.
Los libros —los buenos libros— nunca estarán en falta.
Y está la música, que gracias a las bondades de las nuevas tecnologías, es —cada vez más— patrimonio compartido.
El arte y la literatura son más que pasatiempos, pero… ¡son pasatiempos!
Al mismo tiempo, enriquecen una espiritualidad.
Algunos creen que el arte enajena, aísla ante la crisis y por tanto, no contribuye a solucionarla.
Lo cierto es que la cultura es el mayor reservorio de la humanidad, uno de sus puntales.
Y el arte es parte indispensable del gran armazón cultural.
Ante la crisis, más arte.
Ante la crisis, alternativas para promoverlo.
Ante la crisis, esperanza.
Eso son los artistas en definitiva: dadores de esperanza.
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