Donde los árboles hablan… de Martí

Donde los árboles hablan… de Martí
Fecha de publicación: 
28 Enero 2024
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¿Quién dijo que los árboles no hablan? En San Antonio de los Baños, provincia Artemisa, a 18 kilómetros de La Habana, existe un bosque donde sucede. Rafael Rodríguez Ortiz los plantó para que narraran historias y evocaran hazañas sobre José Martí.

Felo, como le conocen todos, lo logró con empeño. Pese a los amigos que intentaron disuadirlo, dejó su cómodo trabajo en una tienda, se dedicó a eliminar un vertedero de piedras y desechos, y echó mano al Diario de Campaña: de Cabo Haitiano a Dos Ríos, escrito por nuestro Héroe Nacional, para replicar los árboles citados en la histórica publicación.

Al poco tiempo, erigió una gran escuela. Allí, una ceiba similar a la de Playitas de Cajobabo (en la costa sur de la oriental provincia de Guantánamo), les cuenta a los visitantes sobre la llegada a Cuba del organizador de la Guerra Necesaria y el Generalísimo Máximo Gómez, el 11 de abril de 1895, para reiniciar la lucha.

Ramas y hojas muy quietas de dagame y fustete comparten su gran dolor, debido a la desafortunada caída en combate del Apóstol, entre dos plantas semejantes, en el lugar llamado Dos Ríos.

Copeyes, atejes, majaguas, güiras… imparten sus propias clases, como episodios, con la pasión de rememorar una hazaña o un suceso trascendental. Dicen que esas fueron las primeras especies plantadas.

No es cierto, lo primero fue el amor a Martí.

En el ya sagrado sitio crecen un bagá, una teca… Algunos ya no existían en el Occidente, y estaban prácticamente desaparecidos en el archipiélago. De modo que hasta de la Sierra Maestra los trajo: najesí, ébano, jigüe, guayacán, júcaro, mije, yamagua, palo amargo… Ni siquiera se limitó a los 40 árboles y arbustos mencionados en el Diario.

Para revelar la sensibilidad de Martí sembró un almácigo, al cual calificó el autor de los Versos Sencillos como “piel de seda”, a fin de referirse a su tallo cubierto de una telilla fina y transparente de brillo cobrizo.

Otra lección interesante le correspondió al platanal. “Gómez, al pie del monte, en la vereda sombreada de plátanos, con la cañada abajo, me dice, bello y enternecido, que aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su Jefe, electo en consejo de jefes, me nombra Mayor General. Lo abrazo. Me abrazan todos.”

También crecen mangos, como en Baraguá, escenario de la protesta del Lugarteniente General Antonio Maceo, cuando le ofrecieron paz sin independencia.

Este hombre que atrae hacia el Bosque Martiano del Ariguanabo a grandes y chicos de toda Cuba y del mundo, dice que era muy joven cuando leyó el Diario de Campaña. Y le impactó: “No salía de mi casa; todo lo que hacía era estudiar”.

Tirado con un montón de textos en el piso, se rompía la cabeza sobre cómo representar el recorrido de 394 kilómetros (desde Playitas hasta Dos Ríos) en 33,6 metros. “Tenía derecho a sentirme feliz por mi patria chica, mediante este sueño de multiplicar amor y respeto por la obra martiana, los valores históricos y la naturaleza”.

Leyó sobre silvicultura y tratamiento pregenerativo, para erguir un Sabicú sobre aquellas tierras, para vestir de verde su pintoresca aula (o museo al aire libre).

Cedro, pino, jigüe, caoba, majagua, roble y teca combinaron maderas para construir el yate Granma. Estas siete especies poseen un espacio.

Además, hay cinco palmas, tal como en aquel encuentro histórico de Fidel y Raúl; y una réplica de la campana de Demajagua (donada por Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad de La Habana), que hacen tañer todos los
días.

Progresivamente, crecieron 35 caobas y más de cien majaguas, se expandió la jocuma amarilla… todos fertilizados con su empeño y el de los directores de la prestigiosa institución que le sucedieron (Alfredo Ruiz Fleitas e Idael Núñez González).

Muy pronto el Bosque cumplirá 30 años de inaugurado, el 19 de mayo de 1994. Pero antes, este 28 de enero, Cuba entera celebrará el aniversario 171 del natalicio del Héroe Nacional. Quizás por eso, ninguna acción les ha parecido suficiente a estos martianos, y continúan poblando de enseñanzas aquel mágico rincón.

Así, cargaron grandes piedras para multiplicar la Historia: nació el Monumento a América, con el mapa del recorrido de Martí por el continente y frases suyas sobre la necesaria unidad.

Núñez González, el director actual, creó el Callejón del Sembrador, con piso de hojas, como describe el Diario de Campaña, y grandes piedras a ambos lados, en las cuales entre cuartetas y frases predomina la décima, porque San Antonio de los Baños es cuna de poetas.

“Sigan sembrando semillas/ no interesa de qué modo/ hasta que se pueble todo/ el Caimán de las Antillas./ Que las plantas sean sombrillas/ abiertas para el verano./ Que la Sierra baje al Llano./ Que el Llano a la Sierra suba,/  y que se convierta Cuba/ en un Gran Bosque Martiano./”, canta una de esas moles mediante el verso de José René Fuentes Cintado.

Hay que vivir sembrando —asegura Felo—, no solo en la tierra fértil, sino también en la conciencia de niños, jóvenes que organizan acampadas y de todos los visitantes”.

El Bosque ostenta varias coronas del Movimiento de la Agricultura Urbana y numerosos premios, como la Distinción La Utilidad de la Virtud, conferida por la Sociedad Cultural José Martí. Su mensaje ecológico y patriótico prendió desde el inicio, e hizo surgir más bosques por toda Cuba.

Al de San Antonio cada año lo visitan miles de personas. Hechiza a niños que acuden con sus padres y maestros que gustan de traer a sus alumnos. Tanto la portentosa ceiba como guayacanes o majaguas, continuarán contando historias sobre un hombre cuya estatura supera la de cualquier árbol.

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