DÍAS QUE MARCARON LA HISTORIA: 11/9 para Chile (+ INFOGRAFÍA)

El golpe de Estado ocurrido en Chile en igual fecha de 1973 es una herida abierta para esa nación suramericana y una vergüenza para América Latina. También es una lección de lo que no podemos admitir, y de los derechos que debemos conquistar y mantener.

Recordemos que hace justo 50 años Augusto Pinochet instauró una dictadura que dejó tres mil 200 chilenos asesinados y aún se registran más de mil desaparecidos que previamente fueron detenidos por agentes del Estado, casi siempre por su tendencia política hacia la izquierda.

Solamente esas cifras indican que fue una rebelión militar que permitió crímenes de lesa humanidad y que durante los 17 años que duró se violaron derechos humanos constantemente. Fue un hecho de gran connotación para la región, denunciado en todas las tribunas y condenado en las instancias internacionales de más renombre.

Por eso hoy rememoramos los hechos. Queda prohibido olvidar.

Desde 1973 hasta 1990, Chile vivió el miedo, la represión y la violencia que dejó a gran cantidad de familias mutiladas. La huella de la dictadura de Pinochet alcanzó a todos y en la actualidad aún resulta imposible hablar de ese período sin resentimiento porque durante demasiado tiempo fue un pueblo hostigado, deprimido, sufrido, que pasó de tener un gobierno democráticamente elegido —el del socialista Salvador Allende (1970-1973)— a padecer un régimen totalitario que no solo persiguió a quien tenía un pensamiento progresista, sino que asesinó a opositores, se afianzó en el poder sin posibilidad de elecciones, manipuló la prensa, y eliminó sindicatos y partidos con tendencias alternativas.

Fue una masacre de la libertad antecedida por una profunda crisis económica y social exacerbada por posturas ultraderechistas, más alianzas extranjeras, con el objetivo de hastiar el gobierno de Allende, que en breve tiempo fue una espina que caló hondo, y por ello fue desestabilizado y llevado al límite. El golpe de Estado fue también una muestra de traición y arbitrariedad.

Medio siglo después evocamos a las víctimas, que suman miles entre presos políticos, muertos, heridos, desaparecidos, exiliados, y sus familiares, y les tendemos la mano para que nunca más estén solos; recapitulamos lo vivido para que no se vuelvan a repetir episodios como ese carentes de democracia, y condenamos todo hecho que se asemeje a dictadura sangrienta como aquella.

Además de la ceremonia oficial del Gobierno en el Palacio de La Moneda, cada año se realizan jornadas de actividades como manifestaciones públicas, presentaciones culturales, visitas guiadas a antiguos centros de detención y tortura, seminarios para reflexionar y escuchar testimonios, misas y peregrinaciones hacia donde reposan los restos de las víctimas localizadas.

Se cumplen esas y otras acciones que intentan reparar de forma simbólica a los caídos de la dictadura, así como encuentros teóricos en los que se analiza la historia y se recuerda el último discurso del presidente Allende cuando a través de la estación radial del Partido Comunista de Chile, Radio Magallanes, dijo “¡Yo no voy a renunciar! Colocado en el tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo, y les digo que tengan la certeza de que la semilla que entregamos a la conciencia de miles de chilenos, no podrá ser cegada definitivamente (…) El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse.”

Más allá de las interpretaciones polarizadas de los acontecimientos, de las diferencias políticas, las grietas, las herencias y la desconfianza en los actuales proyectos y en los distintos gobiernos que han sucedido desde 1990, gran parte de los chilenos coincide en renegar de ese pasado de desorden que fracturó la sociedad, y soporta la sombra de la dictadura que se mantiene solapada, cinco décadas después. La mayoría continúa buscando justicia y el fin de la impunidad pues aún quedan muchas lagunas para aclarar hechos y culpables sin juicio o condena, es más, su propio artífice Pinochet murió sin castigo en 2006, y eso es imperdonable.