Ya pasó, pero el primero de junio, fue un domingo para ambos progenitores, para festejarles, agradecerles, mimarles, recordarles. En realidad todos los días son para ellos que no toman pausas desde que nos traen a este mundo hasta que se van, sin embargo pocos conocen sobre la celebración de este día mundial más allá de los que, de manera individual se le dedica a las madres, en mayo, y a los padres, este mismo mes.

Fue la Asamblea General de las Naciones Unidas la entidad que proclamó esta efeméride para reconocerles, juntos, como fundamentales en la educación de los hijos con la responsabilidad y la entrega que conlleva.

No me gusta decirle tarea como si fuera un asunto de empezar aquí y terminar allí, pero es en extremo complicado, no se descansa, conlleva mucho esfuerzo y es de gran importancia social porque de lo que hagan los padres con cada uno de nosotros estará teñido el mundo y se reflejará en la sociedad. Solo después estará la marca de la escuela, los profesores, los amigos, y cada quien que nos rodee.

En los padres recae todo el peso de proteger y llevar por el buen camino a los niños, en hacerlos personas de bien, seres sociales de valores, capaces de desarrollarse y ser independientes.

La crianza es un camino espinado pocas veces valorado, pero sí criticado. No es fácil, trae desvelos, agotamiento, frustraciones, dolor, ganas de desaparecer y se cree que no se puede con tanto, que no se tiene un minuto de sosiego entre enfermedades, la alimentación, la escuela, los conflictos de la vida; sin embargo, la mayoría de los padres asume y aprende su fórmula de educar y criar y no se retira porque, en realidad, ser padres también es ternura, felicidad y amor.

Para muchos la dupla de madres y padres es la perfecta para los hijos. Pueden estar abuelos, tíos, hermanos y toda una familia numerosa más otros tutores, pero nada como crecer junto a ellos cuando el ambiente es de armonía. Se aprende tolerancia, se intenta comprender la psicología de los niños desde la brecha generacional y códigos también distantes para ayudarles a formar su propia identidad. Se hace lo que se puede, pero siempre, si es con afecto, estará bien.

La dicha de ser y tener padres debe ser celebrada.