De Guayasamín y la ternura (+imágenes)

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De Guayasamín y la ternura (+imágenes)
Fecha de publicación: 
28 Julio 2024
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Imagen principal: 

Madre y niño. 1982. Imagen tomada de https://www.3minutosdearte.com

El pasado 6 de julio el mundo de las artes plásticas celebró el aniversario 105 del natalicio de Oswaldo Guayasamín, quizás la más importante figura de la pintura ecuatoriana contemporánea, también reconocida en América Latina, y más allá, por poseer un sello muy distintivo y una obra prolífera y diversa en temas, expuesta en los museos de mayor renombre de Europa y Latinoamérica.

A Guayasamín le interesaba tanto lo social como lo político, y ejemplo de ello son todos sus trabajos en los que se evidencia una visión crítica de su alrededor y un marcado compromiso con la justicia. Y esto se debe a que durante su vida vivió conflictos y atrocidades que fueron determinantes para su generación: movimientos de izquierdas, dictaduras y golpes de Estado, el asesinato de líderes y personalidades; el Holocausto, la Segunda Guerra Mundial y la detonación de bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki con un nefasto resultado; la caída del muro de Berlín, entre muchas más crisis generadas por contextos de opresión.

Sus pinturas son el reflejo de su afinidad por las clases menos favorecidas como los trabajadores y los campesinos, a las que les otorgaba la fuerza que mueve a la mayoría ante la bota que intenta pisotear.

De primera mano sufrió prejuicios por sus raíces indígenas, muy obvias en su fisonomía y apellido Guayasamín, que en lengua quechua quiere decir “Ave blanca volando”; y esta es una causa que ocupaba su mente, su mano e inspiración; motivó muchas de sus creaciones como testimonio visual de la resistencia de las comunidades originarias que durante tanto tiempo han padecido discriminación, desigualdad, humillación, y aislamiento.

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El abrazo. Sin fecha. Imagen tomada de https://www.3minutosdearte.com

Con este antecedente, si somos observadores en la obra de Guayasamín podemos advertir fuertes imágenes de violencia, angustia, desesperación y desafuero, a través de figuras con alto valor simbólico. Recreaba rostros, en apariencia, distorsionadas y tristes, además el aporte del color y el contraste le ayudó a plasmar sus experiencias emotivas, y contar historias.

Guayasamín también fue escultor, muralista, dibujante, pero fue la pintura su pasión más desarrollada desde que empezó, en 1942, hasta su muerte. En ella encontró su herramienta de reclamo, crítica y desahogo. Incursionó en estilos como el expresionismo y lo figurativo, así como el cubismo. Le gustaba el entorno oscuro porque consideraba que contribuía más a su intención de transmitir intensidad. A veces su obra era más enérgica y dramática, con colores más fuertes o cálidos o sombríos, de acuerdo con su interés.

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Ternura. 1989. Imagen tomada de https://www.epdlp.com

El ecuatoriano vivió una vida de precariedad y exclusión. Su padre fue indígena y, su madre, mestiza. Fue a ella, —y a la mujer, de manera general— a quien le dedicó uno de sus trabajos más célebres y que hoy nos llama la atención por su significado conceptual y humano: Mientras vivo siempre te recuerdo, también conocido como La edad de la ternura.

Se trata de una serie sobre la maternidad, aunque también aborda los desafíos femeninos, y los afectos. Fue concebida en plena efervescencia artística de Guayasamín, y se distingue por poseer colores más suaves, cálidos, quizás tiernos, y expresiones delicadas, de apego. Las obras que la componen son muestra de pureza, y del sentimiento más genuino que mueve el mundo: el amor.

En ella está muy presente la relación estrecha que mantuvo con su madre, la nostalgia y el recuerdo de la infancia a su lado. Esta etapa de su carrera artística es su testimonio más personal e íntimo, habla de cariño y de ese vínculo único, de esa sensibilidad de protección de la figura materna, también de fuerza e incondicionalidad, y del amor en pareja.

Su nombre es una referencia directa a la devoción más genuina, a su importancia en nuestras vidas, a lo mejor que sería todo si pudiéramos contar con, al menos, una pequeña dosis de ternura para ser mejores personas.

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Madre e hijo. 1989. Imagen tomada de https://www.3minutosdearte.com

En cada pieza vemos figuras que nos hacen imaginar escenas de familiaridad, cercanía, y emoción. Para Guayasamín era símbolo de la capacidad del sentimiento para resistir y trascender, incluso, barreras sociales y culturales.

Otros movimientos de su portafolio pictórico son La edad de la ira, Los rostros de América, y Manos, entre otros, de los que resultan cientos de pinturas de los temas más diversos que descubre su propia identidad, sus preocupaciones y cosmovisión del mundo.

La obra de Guayasamín es en esencia, humanista, no complaciente, sino, sobre todo, una denuncia de nuestras miserias y sufrimientos.

De manera general, con su trabajo hace un llamado a reflexionar por el cambio, a la búsqueda de la paz. Por ello se cataloga como expresionismo social, muy identificado con los procesos latinoamericanos.
 

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