Cuba cuida a su gente: De mi experiencia con Abdala (+Fotos)
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En mi área de salud, la organización ha primado desde el inicio de la intervención. Foto: jorge Luis Baños.
… ¡Nubia venció! muero feliz: la muerte
Poco me importa, pues logré salvarla...
¡Oh, qué dulce es morir, cuando se muere
Luchando audaz por defender la patria! ...
Una Revolución se está gestando, nuevamente toman las adargas los exponentes de nuestro ejército de batas blancas en la primera línea de un frente de batalla por la salud, contra un enemigo cruento de nombre Coronavirus.
Más de medio millón de cubanos ha recibido al menos la primera dosis de las vacunas Soberana-02 y Abdala y eso es una muestra más que evidente de que al estado cubano, por encima de muchas cosas, le interesa su gente.
Les hablaré de mi experiencia, como la de cualquier otro cubano que haya acudido, presto a desterrar sus miedos, a no descuidar ningún flanco en este duelo, a mantener la percepción de riesgo, pero con el brillo de la esperanza en sus ojos, abriendo de a poco el escudo de la inmunización.
Agradeciendo una vez más todo el potencial humano y de recursos puesto en función de nuestras vidas.
Así, con un torrente de pensamientos, en su mayoría positivos y alentadores llegué al consultorio Sp-22, correspondiente a mi barrio de residencia, Micro-X, Alamar, Habana del Este.
Uno de los cuatro municipios que el pasado 12 de mayo inició ese proceso de intervención sanitaria. Por mi edad y mi condición no entraba en el grupo de mayor riesgo, entiéndase el primero en aplicársele la dosis uno de Abdala, pero desde antes de acudir al consultorio fui testigo de un proceso que se organizó como pocos otros, partiendo de la gestión del presidente del CDR y llevando a punta de lápiz a todos los posibles beneficiados.
Esa estructura puntual y desdoble organizativo hizo que al llegar al consultorio todo fuera bastante fluido a pesar de congregarse durante mi estadía de una hora y fracción, poco más de una treintena de personas.
El mecanismo estaba bien engranado: una habitación para recoger datos preliminares y tomar mediciones de tensión arterial, temperatura corporal y frecuencia cardíaca o pulsaciones; otra para ser un poco más específicos en materia de padecimientos, prescripciones médicas recientes y demás, o sea, para darle el visto bueno a usted como ciudadano presto a recibir la vacuna; el área propiamente destinada para la aplicación de esta, bien restringida en materia de acceso por cierto, y una posterior de espera, donde frisando la hora, usted era interpelado por otra doctora y si no manifestaba síntomas de reacción alguna le daban su tarjeta carmelita, un cartoncito con el cual iniciaría el conteo regresivo hacia las segunda y tercera dosis.
Una Revolución se gesta a nivel de país. En Martí, un municipio de Matanzas sonde vive parte de mi familia paterna, también mi hermana Mayrelis, doctora y especialista en MGI, y mi madrastra, igualmente recibieron la primera dosis.
Panorama extensivo a otras provincias. No digo que la realidad de todos sea parecida a la mía. Los escenarios varían, así como la voluntad de las personas tanto en los barrios como a nivel institucional.
Incluso con mi madre, que vive en Santa Fe, Playa y que tiene por conocimiento que en esos territorios que se intervendrán con Soberana-02 el proceso debe comenzar el 14 de junio, las conversaciones recientes han pasado por situación epidemiológica, preocupación mutua, elevar la percepción de riesgo y medidas tras una semana tan convulsa, y la inminencia esperanzadora de la aplicación de la vacuna.
Y es una realidad que de una forma u otra nos atañe a todos, por eso creo que todos debemos cooperar con un proceso de semejante envergadura.
Viajo en el tiempo a mi primaria, a las campañas de vacunación o reactivación en quinto grado de la TSG, conocida como la vacuna del pellejito en el argot infantil…
Me extrapolo aún más en el tiempo, hasta la época de Carlos J. Finlay y su notorio descubrimiento de la vacuna contra la fiebre amarilla.
Indiscutiblemente nuestro país goza de tradición y prestigio inusitados en el campo de la ciencia y la investigación.
Reconozco que esta intervención, como otros tantos procesos es perfectible, incluso creo que se irán engranando de manera más efectivas las maquinarias con el paso de los días.
No le vuelvo la espalda a algunas experiencias negativas en materia de espera y tratos, expresadas por mis conciudadanos. Pero esas, en una alforja llena de criterios y vivencias, créanme que son las menos.
Pienso en mi pequeño Enzo Samuel, en las campañas de vacunación antipolio, pienso en la India y su extremadamente tensa situación respecto a la Covid-19, con astronómicas cifras de contagios y decesos.
Reflexiono con Chamaquili, para acompañarlo y creer que esos mensajes educativos en voz de un picaresco niño, surtirán mejor efecto que mensajes similares en otras voces, incluso sumamente autorizadas como la del Doctor Durán.
Vuelvo mi mirada y pensamiento al resto del mundo, a los insistentes pedidos de las Naciones Unidas y la OMS para democratizar las vacunas existentes, para intentar cortar el azote y expansión del virus en países pobres y con situaciones endebles y hasta deplorables en sus respectivos sistemas de salud.
Pienso en el avance acelerado de nuestra intervención y en el interés de más de 40 países por obtener nuestros candidatos vacunales o vacunas una vez certificadas.
Pienso en nuestro humanismo y solidaridad, en Martí y Abdala. Pienso, pienso, pienso, y al cabo de estos 28 días o al término de la intervención, me gustaría creer que este infierno, vivido por millones en todas las latitudes, prolongado a más de un año, nos ha ayudado a ser más responsables y cuidadosos, a convertirnos en definitiva en mejores personas.
Por eso Martí en el alba de estas líneas, y también en el epílogo. Su presencia es y debería ser perenne.
Millones de cubanos viven expectantes por estos días, ofrezco mi hombro derecho, pero también mi mano, la extiendo, con la certeza de que emergeremos airosos en esta nueva batalla.
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Osmani
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