CRÓNICAS BIEN CORTAS: Voluntaria
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Estoy ingresado en un Centro de Aislamiento, por ser contacto de una persona enferma de COVID-19, y ella me trae todos los días el desayuno, el almuerzo y la comida.
No podría describirla, apenas puedo verle los ojos. Se cubre con el nasobuco verde de su uniforme. Es muy joven, eso sí. Casi tiene voz de niña.
Amable, muy amable: uno la adivina sonriendo cada vez que abre la puerta. «¿Todo está bien? ¿En qué puedo servirles? ¿Algún problema en el apartamento? ¿Les gusta la comida?».
Estudia Relaciones Internacionales, pero decidió no quedarse en casa durante la pandemia. Es voluntaria, como tantos otros estudiantes universitarios. Se levanta todos los días antes de las siete y nunca se acuesta antes de las 12.
Todos los días, mientras dure el ciclo: de domingo a domingo... y siempre tiene cosas que hacer.
(Y hay quien dice que la vocación de servicio ya no existe en este país).
«Yo siempre pienso en las personas que tienen que venir para acá, muchas veces lejos de sus seres queridos, deben sentirse muy solos en medio de la incertidumbre. Por eso le pongo buena cara a la adversidad».
—¿Y tus seres queridos? ¿Están aquí contigo?
—Claro que no, están en casa...
—Ah...
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Artur
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