Béisbol: París 2024 lo despide por el breakdance… ¿en serio?
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Resta mucho para que se descorran las cortinas de los 33 Juegos Olímpicos de París 2024, justamente un siglo después de que organizara esa urbe su segunda cita, pero desde ya ha despertado cierto revuelo en medios de prensa, por proponer el breakdance como disciplina invitada junto a la escalada deportiva, el surf y el skateboard, que debutarán en Tokio 2020, en detrimento del béisbol y el kárate.
Para los cubanos, que desde que la pelota se hiciera oficial en la edición de Barcelona 1992 atesoraron hasta el adiós en Beijing 2008 tres títulos y dos platas, la noticia se antojó prácticamente un sacrilegio. Sabemos que en Cuba el béisbol es pasión nacional, cuestión de identidad ineludible y, por ende, motivo perenne de atención, polémica, seguimiento.
Para entender este fenómeno, si es que tiene explicación lógica más allá de los matices inusitados de mercantilización que ha adquirido el deporte, el afán de tornarlo cada vez más espectáculo y, en consonancia, desligarse de los preceptos del olimpismo, repasaremos un tanto la historia, escenarios y otras variables.
Historia y contexto
Es cierto que el béisbol debutó en calidad de exhibición en San Luis 1904. Luego estuvo bajo esa misma condición en otras siete ediciones previas a Barcelona, incluidos escenarios de mucha menor tradición en cuanto a práctica como Estocolmo 1912, Berlín 1936, Helsinki 1952 y Melbourne 1956.
Esto para entender que, a pesar de los ingentes esfuerzos de la Confederación Mundial de Béisbol y Softbol por mantenerse en el programa de citas bajo los cinco aros luego de abandonar ese panorama tras Beijing 2008, al parecer no cautivaron los corazones franceses, que, siendo objetivos, dentro de Europa carecen del empuje, conocimiento y nivel de práctica de otras naciones como Holanda, España e Italia, por solo mencionar algunos.
Países de América y Asia concentran las potencias de la disciplina, con los holandeses presionando notoriamente desde hace casi una década.
Y tampoco, en sus matemáticas de posibles ventas, lo consideraron atractivo los organizadores, siquiera con la posible presencia de jugadores profesionales que militan en la MLB y demás ligas de alto calibre. Eso, además de fomentar el espíritu de equipo propio de las disciplinas colectivas.
En contraposición, consideraron como mucho más novedoso y “lucrativo en potencia” el breakdance, considerado por ellos un “deporte de origen urbano y con millones de practicantes, pero con poca estructura a nivel federativo. Depende de baile y hay varias empresas privadas que ya han organizado campeonatos de b-boys y b-girls, que es como se llama a los deportistas de esta disciplina”. Un DJ pincha música al azar y los “deportistas” bailan. Luego, los jueces ofrecen puntuaciones. Esa es en esencia la génesis de es denominado deporte que, para ser justos, en Francia goza de mucha popularidad, (al igual que el parkour) y de paso cuentan con varios de los mejores b-boys, demostrado con sus rendimientos en las llamadas batallas o retos.
De hecho, en esa cuerda de inserción y atendiendo a la flexibilidad de su programa, el Comité Olímpico Internacional “ensayó” el breakdance en los Juegos de la Juventud en Buenos Aires 2018. Allí se “compitió” en modo batalla, de enfrentamientos directos y sistema de eliminatoria sencilla hasta llegar a una final.
Y entrecomillo compitió con toda intención, porque más allá de reconocer que en esa modalidad de baile exista competitividad y criterios estéticos de calificación que lo pudieran acercar remotamente a disciplinas convencionales de apreciación como la gimnasia artística o rítmica y el nado sincronizado, siendo sincero de deporte no le veo nada más.
Mucho menos lo pondría a competir siquiera, con total justicia, con otras disciplinas de mucho mayor arraigo como el Béisbol-Softbol (208 federaciones nacionales miembros en 135 países), y el Karate (173 federaciones en su membresía).
Hablábamos de práctica y arraigo, pero en este sentido Francia, en su condición de sede en 2024 posee una de cal y otra de arena: Si bien es cierto que el número de practicantes de béisbol en ese país es bien reducido, sin arraigo ni terrenos y me atrevería a decir que no muchos adeptos; en el kárate sucede lo contrario, siendo los galos de las naciones europeas de mayor pedigrí y resultados a nivel mundial.
Entonces ese argumento se queda un poco endeble. En contraposición cito las palabras de Jean-Philippe Gatien, director de deportes de la cita olímpica francesa respecto al por qué de la elección del breakdance: “es urbano, acrobático, espectacular y muy diferente de todo lo visto hasta ahora”. Un tanto hueca su argumentación, ¿no creen?
Si a esas variables le adicionamos como agravante el hecho de que el COI y el Comité de Organización francés (COJO) habían anunciado que el número de deportistas sería de alrededor de 10.500 para los Juegos de 2024, sacrificar alguno de los deportes colectivos se antojaba sensato o indicado.
Le tocó bailar con la más fea a la pelota, que, por demás, es el más largo en cuanto a duración (aproximadamente tres horas en un partido normal de nueve innings) y asistir con un torneo concebido para ocho selecciones implicaría además de una nómina de 24 peloteros, una delegación que frisarían las 32-34 personas. Saquen cuentas, amigos míos.
Por si eso no bastara el COJO había indicado también que los deportes invitados no iban a necesitar la construcción de nuevas infraestructuras permanentes.
Mencionábamos en esa misma cuerda que en Japón, por ejemplo, el béisbol goza e mucha afición, sustentada en el prestigio Mundial de sus selecciones nacionales y la notoria calidad de su certamen doméstico o Liga (NPB por sus siglas en inglés). De ahí que los nipones no se lo hayan pensado dos veces para incluirlo de cara a Tokio cuando se les confirió la sede del 2020.
Por ejemplo, hurgando en el panorama previo hallamos que para Londres 2012 y Río de Janeiro 2016 no fue convocada la pelota debido a que los ingleses no la tienen contemplada como disciplina de interés, ni siquiera a nivel de deportes de conjunto; y en el caso de Río, esencialmente sustentan el béisbol en Brasil y su práctica, la comunidad de descendientes japoneses y algunos jugadores de otras naciones caribeñas nacionalizados. Tampoco es que su práctica y desarrollo sea extendido. Ni mucho menos contender la pelota con cualquier otra disciplina colectiva como el fútbol, voleibol, baloncesto, y balonmano, por mencionar las de mayor prestancia.
Ese ha sido el fatalismo que ha azotado al béisbol en el prisma del olimpismo desde su salida al término de Beijing 2008. Cinco ediciones de manera oficial, Tokio será la sexta, y el resto versa sobre la incógnita, además de la salida ya confirmada del programa parisino.
Me gustaría pensar que de cara a Los Ángeles 2028 sucederá otro tanto, aunque viendo el comportamiento del panorama y la variable mercantilización, puede que la pugna en ese caso de la disciplina de las bolas y los strikes, pese a todo y la solidez de la pelota de Grandes Ligas, y la posibilidad de ver a estrellas de la Gran Carpa sobre la grama del Dodger Stadium, sea con el hip-hop, la música country, el trap o alguna variante del reguetón.
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