Marcelo Pogolotti, una década para la historia

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Marcelo Pogolotti, una década para la historia
Fecha de publicación: 
12 Julio 2012
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Apenas unos 10 años dedicados a la pintura y al dibujo bastaron a Marcelo Pogolotti (12 julio 1902-1964) para ocupar un lugar relevante en la historia del arte contemporáneo en Cuba.
  
Aquejado de ceguera, Pogolotti en solo esa década creativa dejó un legado que está considerado el más radical testimonio de pintura social de su momento.
  
Por esas virtudes, su cuadro de caballete Paisaje cubano (1933) adquiere la dimensión simbólica de un gran fresco crítico contra las injusticias y desigualdades sociales que caracterizaban a Cuba en aquella etapa republicana.
  
Este artista de agudo calado en su realidad, integró la primera generación de pintores cubanos, quienes bajo la inspiración de Víctor Manuel García comenzaron a  interesarse por las interioridades de su propia cultura.
  
Pogolotti pasa su infancia en la Isla y después se traslada a Europa, principalmente a Italia, donde cursa los estudios primarios, y después viaja a Estados Unidos para estudiar su segunda enseñanza.
  
Renovador por excelencia, su actitud antiacadémica lo inclina a la búsqueda de una expresión creadora nacional, y en 1927 participa en la exposición «Arte Nuevo», significativo acontecimiento cultural en aquella época.
  
A fines del año 1929 se incorpora en Italia al movimiento futurista, del cual se aleja con posterioridad al incursionar en las formas abstractas.
  
Entre 1934 y 1935 exhibe sus obras en la Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios de París y lo consideran uno de los fundadores del Primer Grupo de Pintores Sociales de Europa.
  
De vuelta a La Habana, participa en numerosas exposiciones personales y colectivas y desarrolla una intensa labor como ensayista, novelista y crítico de arte.
  
Buena parte de su vida fue acosada por la angustia y la soledad, de lo cual da testimonio un óleo sobre tela que pintó en 1937.
  
Su afán fue el de difundir el pensamiento que nunca lo abandonó, el del insomnio por el futuro, la preocupación por saber qué va a pasar mañana.
  
Junto a su legado pictórico, Marcelo Pogolotti dejó también esa estela de inquietudes acerca de los problemas de orden humano, reflejada en el periodismo cultural que practicó, sobre todo al final de su existencia.

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