DE CUBA, SU GENTE: Ingrid

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DE CUBA, SU GENTE: Ingrid
Fecha de publicación: 
30 Octubre 2018
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                                                                                                       A Ingrid Morales


Estábamos en la Escuela Vocacional Lenin. Las dos, en lo alto de la piscina de clavado. Era de noche y estaba —como casi todo en la Lenin y más tarde descubrí que como casi todo en todos lados— muy prohibido estar ahí a esa hora. O a cualquier hora.

Pero allá estábamos. Ella con sus brazos redondos. Y yo: yo tenía (y todavía tengo) ojos de esfinge virginal, ojos de silencio que resplandecen en el silencio como tan solo lo hace el hielo.

Estábamos allá arriba, en lo alto, leyendo poemas de Baudelaire. Demasiado alto los leímos, supongo, porque nos sorprendieron. Pero solo escucharon una voz. Ingrid me dijo que no había necesidad de pagar las dos justas por pecadoras. Que era muy de noche, que no se atreverían a subir (la escalera estaba a punto de caerse y era en verdad muy peligroso), y que solo una de nosotras debía asumir la culpa.

Y ella salió. La castigaron y la humillaron un poco más de lo debido, por supuesto. Era normal en esos tiempos. Pero ella asumió toda la culpa y me mantuvo el expediente limpio e impoluto.

Ella era estoica. Y sus manos eran como pedazos de día que caen revoloteando en la mitad de la noche.

Por eso no entiendo. No entiendo que me digan que encontró un puente. Que sus brazos firmes como caudal, frescos como la maternidad no nadaron, que se tiró de cabeza al río debajo del puente y junto con ella cayó toda la trágica indescifrable historia de la especie.

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