Oneida: La costurera de Prado y Trocadero
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“Esos jóvenes eran como mis hijos”, dijo Oneida Cortés Moncada, la costurera del antiguo Centro de Entrenamiento de Esgrima, donde se formaban los atletas que perdieron la vida en el sabotaje a la aeronave de Cubana de Aviación el 6 de octubre de 1976.
Junto a una vecina, narrándole el dolor de aquellos años. (Oneida de frente).
Foto: De la autora.
A sus 93 años Oneida refiere con nitidez sucesos relacionados con esa etapa, cuando a diario estaba muy cerca de aquellos talentosos muchachos que pusieron en alto el nombre de la Patria y luego resultaron víctimas de la criminal acción, cuyo principal autor sería el terrorista Luis Posada Carriles, sobre quien nunca cayó la fuerza de la justicia.
En el año 1971 comenzó a laborar en ese centro — ubicado en la intersección de las calles Prado y Trocadero, en La Habana Vieja—. Allí su misión principal era arreglar los trajes a los esgrimistas, pero con el paso del tiempo y el cariño que nació entre ellos, le cosía otras prendas y los ayudaba en lo que fuera necesario.
“Yo le dije al administrador que me pusiera el taller cerca de donde estaban los deportistas. Y así fue. La máquina de coser la ubicaron en el cuarto piso, muy próxima a la armería. Entonces, cada vez que ellos iban a reparar sus espadas se quedaban ahí conmigo un rato, diciéndome de sus vidas e historias personales. Unos estaban recién casados, otros estaban próximos a ser padres”.
¿Anécdotas?
“Esos adolescentes me veían como una persona cercana. Me decían mami, tía, de cualquier manera. Les tomé mucho cariño, me contaban todas sus preocupaciones. Había una pareja, él de apellido Mc Kenzie*, ella se llamaba Milagros. Se querían con el alma, y da la casualidad que en los días en que se iban para Barbados estaban disgustados.
“Milagros se me acercó y me dijo: `Ay tía, nosotros ahora estamos peleados. Yo le dije: `tú lo llamas, que vamos a hablar los tres. Ustedes van a un viaje largo, cómo van a ir separados, tienen que estar unidos siempre`. Los convencí y de nuevo se hicieron novios”.
¿Cuál es la historia de las chaquetillas?
“Yo les arreglaba la ropa de entrenamiento y un buen día se me ocurrió hacer las chaquetillas que empleaban los floretistas, las cuales se confeccionaban con un material de importación, llamado lamé metálico.
“Así realicé unas cuantas, y después se las mostré a Felipe Quintero, en ese entonces Presidente de la Federación Cubana de Esgrima y a varios entrenadores, quienes acogieron la idea con beneplácito. Estas chaquetillas se deterioraban fácilmente con el sudor y la humedad y, sobre todo, por el uso intenso.
“Esta innovación permitió ahorrar al país 20 dólares por cada prenda, esencial en la práctica de este deporte, pues cuando el toque del adversario se realiza en la zona válida, la tela metálica de la chaquetilla permite la trasmisión de la señal eléctrica hasta el sistema de luces colocado en la mesa de los jueces”.
En ese centro usted fundó también una escuelita…
“Sí, apenas yo tenía 6to. Grado, pero había muchos compañeros que no llegaban ni a eso. En los mismos bajos de la escalera, en un pequeño recibidor, impartía las clases para que ellos alcanzaran ese nivel. A esta preparación se sumaron también trabajadores de otras escuelas cercanas, vecinos y amas de casa. Era una época de trabajo muy intenso.
“Cuando ocurrió el accidente a la escuelita le pusimos el nombre de Mártires de Barbados, en honor a los jóvenes que habían integrado la delegación para representar al país en una competencia en Venezuela, y que luego perdieron la vida a causa de la voladura del avión en Barbados”.
En la historia de Cuba, uno de los momentos más dolorosos e inolvidables.
Han pasado 42 años de ese vil asesinato. ¿Qué sentimientos regresan a usted cada 6 de octubre?
“En el Centro Nacional de Esgrima laboré alrededor de 15 años y confieso que fueron los mejores. Allí recibí mucho cariño y me sentí madre de muchos hijos, todos tenían por delante un gran futuro. En sus miradas estaba el deseo de cosechar triunfos deportivos, de llegar a la cima, ¡y lo lograron!, lástima que una acción criminal como esa sesgó sus vidas.
“Cuando supe la noticia un dolor muy fuerte se apoderó de mí, al principio pensé que era mentira, imposible, hasta que el hecho fue confirmado. Es cierto que ha pasado mucho tiempo, pero me queda el recuerdo y la satisfacción de haberlos conocido y ayudado en todo lo que estuvo a mi alcance. Es una fecha que no paso por alto, de ahí que cada año en el círculo de abuelos de mi reparto leo algún texto que mi hija Onilda me ayuda a hacer o recopilar. Esos jóvenes estarán por siempre en mi memoria”.
*Oneida se refiere a Leonardo Mc Kenzie y a Milagros Peláez Cuesta, integrantes de los equipos de florete, masculino y femenino.
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