Quince años «de acuerdo» con la música clásica
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En dependencia de cómo se mire, quince años pueden parecer mucho o poco tiempo para algunos, sobre todo si se tiene en cuenta qué se ha hecho durante todo ese tiempo, y si los resultados personales o profesionales se han correspondido con tantos años de sacrificio.
Sin embargo, para Marita Rodríguez, directora artística del Dúo D´Accord, cada lustro transcurrido ha sido una confirmación de que la iniciativa de crear un formato de música de concierto en las postrimerías del siglo XXI, basado en clarinete y piano, ha valido la pena, aun en un país donde la música popular se ha impuesto siempre con mucha fuerza, y en medio de un contexto cultural que aboga por ritmos más movidos.
Sobre el Dúo D´Accord, la música de cámara, y las salas de concierto en La Habana, esta publicación conversó con esta profesional del clasicismo sonoro y profesora de la cátedra de Piano de la Universidad de las Artes (ISA).
—¿Por qué surgió el Dúo D´Accord?
—El Dúo D´Accord fue una iniciativa personal mía debido a una necesidad que tenía de potenciar un poco más la música de concierto. Entonces le propuse a Vicente Monterrey crear una agrupación, y el nombre D´Accord me era muy sugerente: tenía que ver con las entonaciones musicales, y significa «estar de acuerdo», en francés, por lo que sería una buena idea para comenzar.
«Ambos estábamos de acuerdo en muchas cosas para lanzar un proyecto como este.
«Nuestro concepto de entender y analizar la música era y sigue siendo muy coincidente, por lo cual resultaba muy fácil emprender este tipo de trabajo con él, basado en un repertorio de clarinete y piano que hemos ido renovando poco a poco, porque había que interpretar a Robert Schumann o a Johannes Brahms, pero también era preciso estrenar. Y eso es exactamente lo que hemos logrado hacer con éxito en las salas de concierto durante quince años».
—¿Lo consiguen con facilidad?
—A veces hay que indagar en el repertorio clásico y buscar piezas que no son tan interpretadas, para luego combinarlas con estrenos de todos los estilos. En todo este tiempo hemos llevado a las salas de concierto del país obras que no se interpretaban desde hacía 40 o 50 años atrás, o que no se habían tocado nunca. Eso es algo importante.
—¿Pusieron énfasis en el repertorio de música clásica cubana?
—Desde el principio nos interesamos mucho en la música de concierto hecha en Cuba, pero nos dimos cuenta de que el repertorio nacional era muy limitado para el tipo de formato que estábamos proponiendo. Entonces empezamos a hacer un trabajo con los compositores y les pedimos que compusieran para nosotros, con el propósito de elaborar un programa más amplio dentro de lo cubano. No obstante, hemos incursionado también en el repertorio latinoamericano, muy difícil de conseguir. Gracias a ese esfuerzo surgió el disco Tarde en La Habana.
—¿Se sienten satisfechos con la acogida del público cubano en estos quince años?
—El Dúo D´Accord es privilegiado porque el público nos sigue y hemos participado en muchos festivales, como La fiesta de los clarinetes, un evento que decidimos crear porque el clarinete goza de buena salud, cuenta con buenos alumnos y profesionales jóvenes. Han asistido músicos de otros países, como Estados Unidos y Francia. Y muchos extranjeros se sorprenden al ver que nosotros somos capaces de tener una comprensión cabal de la música clásica.
—¿La composición de música de concierto en Cuba goza actualmente de buena salud?
—Yo creo que sí. El autor Juan Piñera es un buen ejemplo. Es un compositor en activo que ha escrito muchísimo para piano. A veces los escritores no dominan todos los instrumentos, pero actualmente hay muchos jóvenes enfocándose en la música de cámara. Nosotros hemos interpretado algunas obras de ellos y eso los enriquece profesionalmente.
—¿Puede lograrse una música de cámara con un acento cubano?
—Creo que la música cubana de concierto trasciende actualmente y tiene una gran fuerza conceptual. Suena como música cubana, pero evidentemente no puede sonar como un son. El músico de concierto puede llevar un son a concierto, pero debe tener un concepto intelectual clásico.
«Por ejemplo, la sonata de Andrés Allen para clarinete y piano es extremadamente difícil, el ritmo que propone es nuevo, muy cubano: un movimiento con son y jazz latino. También puede notarse que en los bocetos de Leo Brower hay ritmos muy cubanos. A veces versiono algunas cosas así para clarinete y piano, pues es preciso entender, ante todo, que la música es una sola y puede mezclarse. No obstante, hay que saberlo hacer de forma interesante».
—¿Es fácil defender la música clásica en Cuba, un país abocado a géneros más populares?
—La música clásica es muy difícil de defender en cualquier lugar del mundo porque no es popular. Tampoco se puede ejecutar en cualquier parte porque requiere unas condiciones especiales.
«En determinados momentos he tocado con un piano eléctrico, pero en ese caso tengo que adecuar el repertorio. La música clásica es muy exigente, técnicamente hablando. Necesita equipos caros, salas, piano, iluminación… Por ejemplo, Los Van Van tocan espectacularmente en cualquier sala o en La Tropical porque sus características sonoras lo permiten. Pero la música clásica es muy difícil que funcione, por ejemplo, en el teatro Karl Marx».
—¿Existen en La Habana suficientes salas de concierto para la música clásica?
—Aquí hay bastantes salas de concierto, pero falta promoción y tradición para que la gente asista. Por ejemplo, está la Basílica, San Felipe Neri, la Sala Cervantes, el Museo Nacional de Bellas Artes. Pero el Amadeo Roldán sigue roto, y hace falta un teatro. La sala Covarrubias funciona, pero no es idónea para dúos o tríos.
—¿La música clásica puede servir de base a aquellos intérpretes que quieran pasar, eventualmente, a géneros más populares?
—La música clásica es una base imprescindible para los músicos que quieran pasar a otros géneros. Si no tocas bien tu instrumento no podrás hacer nada bien. Los integrantes de Queen o Pink Floyd estudiaron en un conservatorio del Reino Unido. No digo que sea imposible, porque hay personas muy talentosas, pero en el 99% de los casos es muy difícil comenzar haciendo música popular y luego pasar a la de concierto. Tendría que darse en un talento muy exclusivo; sin embargo, personas con una academia fuerte pueden hacer cualquier cosa. Por eso insisto en que la academia es imprescindible para la formación profesional.
—¿Actualmente la academia está a la altura de las exigencias en la formación de música de concierto en Cuba?
—Pienso que sí. Los programas de cada instrumento, en el nivel elemental y medio, tienen las mismas exigencias que otros países. Yo me he desarrollado como profesora en el nivel superior y también hay gran exigencia. Sin embargo, pienso que aún se puede trabajar en seguir perfeccionando las asignaturas que complementan cada cátedra para lograr un verdadero «nivel superior». Esto incluye el aspecto técnico–interpretativo, con las características de cada instrumento, pero también una profundidad intelectual y cognoscitiva cultural y general. De esta manera se permitirá marcar la diferencia con los otros niveles.
«Por suerte, la Cátedra de Piano del ISA es una de las que con mayor nivel gradúa a sus estudiantes».
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