Discurso de Raúl Castro: "Para que la patria siga siendo libre"
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Compañeras y compañeros:
Conmemoramos hoy, 24 de febrero, el aniversario 123 del reinicio de la Guerra de Independencia convocada por José Martí.
El profundo significado de esta fecha marcó el punto de madurez y cristalización del proyecto elaborado por Martí, quien para conducirlo y hacerlo realidad fundó el Partido Revolucionario Cubano.
Cuando todo parecía perdido, su capacidad de hallar una alternativa y sobreponerse ante cualquier revés, lo llevó a convocar al pueblo a un esfuerzo definitivo: la guerra que creyó necesaria cuando la consideró inevitable. En todo momento apeló a la unidad nacional, articulando las mejores tradiciones del pasado, sin omitir a ninguno de los que estuvieron dispuestos al sacrificio y a dar la vida por la causa superior.
Un mes después, el 25 de marzo de 1895, en Montecristi, República Dominicana, Martí suscribió con el Mayor General Máximo Gómez el Manifiesto que estableció el alcance y los propósitos de la lucha. Juntos partieron hacia Cuba para sumarse al empeño libertador, desembarcando por Playitas de Cajobabo el 11 de abril. Pocos días antes lo había hecho el Mayor General Antonio Maceo por Duaba.
Como señalara Fidel al conmemorarse un siglo de la Guerra de los Diez Años, “Martí recogió las banderas de Céspedes, de Agramonte y de los héroes que cayeron en aquella lucha y llevó las ideas revolucionarias de Cuba en aquel período a su más alta expresión”.
Ninguna mejor ocasión que esta para otorgar el título honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, como justo reconocimiento a la obra de una vida entera consagrada a la Revolución, a tres valiosos compañeros que ya atesoran la honrosa condición de Héroes de la República de Cuba. Me refiero a José Ramón Machado Ventura y a los comandantes de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez y Guillermo García Frías.
De Machado Ventura podría destacar que inició sus actividades contra la tiranía cuando estudiaba Medicina en la Universidad de La Habana. Hace 65 años participó en la primera Marcha de las Antorchas, en enero de 1953.
En 1957 se unió al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, participó en varios combates como médico y guerrillero. Fue fundador del II Frente; allí organizó y dirigió el Departamento de Sanidad Militar hasta el final de la lucha, donde fue herido en acciones combativas. Desarrolló una amplia red de hospitales y dispensarios de campaña que prestaron servicio no solo a los combatientes, sino también, y fundamentalmente, a la población de la zona, que en muchos lugares veían por primera vez un médico en persona.
Al triunfar la Revolución fue nombrado jefe de los Servicios Médicos de La Habana y de las FAR y luego Ministro de Salud Pública.
Es fundador del Partido Comunista de Cuba y en 1975 fue elegido miembro de su Buró Político. Fue Primer Secretario del Partido en varias provincias.
Desde el 2011 se desempeña como Segundo Secretario del Comité Central. Es Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros.
Ramiro Valdés Menéndez se incorporó desde muy joven a la lucha revolucionaria. Participó en la Marcha de las Antorchas en enero de 1953 y en julio del propio año en el asalto al cuartel Moncada, donde resultó herido. Cumplió prisión en Isla de Pinos y exilio en México, integrándose a la expedición del yate Granma.
En la Sierra Maestra intervino en múltiples combates. Participó junto al Che en la invasión a Occidente como segundo jefe de la Columna No. 8 Ciro Redondo.
Desde el triunfo revolucionario ha ocupado importantes cargos, entre los que destacan el de Ministro del Interior en dos ocasiones y Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, responsabilidad que hoy ocupa. Es miembro del Buró Político del Partido.
Pueden añadirse muchas cosas de cada uno de ellos en esta ocasión, pero en el caso de Ramiro siempre le he admirado que es el único de todos nosotros que, además de aquellos pasos unos meses antes del Moncada en que bajo la dirección de Fidel desfilamos en la primera Marcha de las Antorchas —hizo recientemente 65 años—, fue herido en la toma de la posta principal del ataque al Moncada con un plomazo que le entró por el talón y se le alojó en la planta del pie. Cuando nos unimos o nos unieron en el Vivac de Santiago de Cuba, me mostró la sangre de los calcetines, pero no sabía dónde estaba el plomo. Pasaron los años y empezó a cojear en la Sierra Maestra por un callo que tenía en la planta de un pie, y en más de una ocasión no pudo seguir la marcha junto con el grupo inicial de la guerra de liberación, hasta que un día, con su propio cuchillo de campaña, empezó a rasparse el supuesto callo y le apareció el plomo del ataque al Moncada, disparado por un enemigo que cayendo mortalmente herido apretó el gatillo.
De todos se pueden hacer decenas o centenares de heroicas hazañas o de hechos importantes que, naturalmente, no se recogían ni en los pocos diarios de campaña que se escribieron. Además, en la guerra de liberación tuvo el mérito y el honor que no tuvimos los demás de ser el segundo jefe de la columna que dirigió el Che para llegar hasta Las Villas.
Guillermo García Frías, quien cumplió 90 años hace unos pocos días, organizó una red de campesinos para ayudar a los expedicionarios del Granma y llevarlos a la Sierra Maestra. Su sagacidad le permitió conducir personalmente a Fidel y a otros combatientes hasta Cinco Palmas y recuperar varios fusiles.
Fue el primer campesino incorporado al Ejército Rebelde, con una destacada participación, primero como combatiente y luego como segundo jefe del III Frente, cuando se constituyó, a principios de marzo de 1958, bajo la dirección del entonces Comandante Juan Almeida.
De Guillermo también se pueden hacer cientos de anécdotas; de esos primeros días, después del desembarco, solo mencionamos ligeramente algunos aspectos. Fue el que condujo a Fidel y a dos compañeros más, a Faustino Pérez, médico, y a Universo Sánchez, uno de ellos desarmado ya que por curar los heridos del primer combate, el de Alegría de Pío, dejó el fusil. O sea, que Fidel llegó a la Sierra Maestra con dos combatientes más y uno solo armado. Guillermo García fue el que lo sacó del cerco que estaba en el viejo camino del central Pilón a la cabecera municipal de Niquero; fue el que cumpliendo otras misiones inmediatas que le planteó el Comandante en Jefe, desde el Purial de Vicana, o sea, Cinco Palmas de Vicana, el lugar donde hicieron el primer campamento, recogió a casi todos los que nos unimos originalmente, entre ellos al propio Ramiro, a Almeida, al Che, a Camilo, y así al grupo inicial de tres, luego cinco más: ocho; se fue uniendo ese grupo de tan importantes compañeros.
Entre los primeros pasos que dio de apoyo a la naciente guerrilla, está la cantidad de fusiles que recogió en los días próximos a estos hechos que les estoy narrando, entre 15 y 18, con los cuales, junto a los pocos que teníamos, no pudimos hacer ni siquiera un pelotón, pero suficientes para llevar a cabo el primer ataque, y aunque no era tal vez el mo-mento más oportuno para hacerlo por la persecución tenaz que había detrás de nosotros por cientos de soldados, Fidel decía que había que darle a conocer al pueblo con un primer combate que la guerrilla se mantenía y que continuaría la guerra. De ahí el combate de La Plata, apenas unas pocas semanas después de que se reunió, con la ayuda de Guillermo García, este grupo inicial. Después vendrían otras tareas.
Al ser el primer campesino que se incorporó al Ejército Rebelde, fue el primero, además, en ser ascendido. Tuvo una destacada participación, primero como combatiente, y luego como segundo jefe del III Frente, bajo el mando de Almeida.
Al triunfar la Revolución ocupó diversos cargos en las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Posteriormente ha desempeñado, entre otras, las responsabilidades de Delegado del Buró Político en la antigua provincia de Oriente, Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Ministro del Transporte y Presidente del Grupo Empresarial de Flora y Fauna, donde ha realizado una meritoria labor.
Integró el Buró Político del Partido desde 1965 hasta 1986; actualmente es miembro del Comité Central y del Consejo de Estado.
Como característica común de estos tres mambises de nuestros tiempos puedo citar su fidelidad a la Revolución y a Fidel, su consagración al trabajo, la modestia y sencillez, que los han hecho merecedores del reconocimiento y el respeto de los cubanos.
No es casual que rememoremos esta fecha en el Capitolio, cuya obra de restauración, llevada adelante con tenacidad, ha permitido exaltar los valores de uno de los edificios más importantes del país, en cuya cripta han sido colocadas las cenizas de un mambí desconocido, ante el cual arde la llama como tributo del pueblo a sus padres fundadores y al glorioso Ejército Libertador, y está rodeado de las banderas de las naciones del continente.
Este edificio es hoy sede de la Asamblea Nacional del Poder Popular. Es también la prueba fehaciente del cuidado e interés que ha de ponerse siempre en la preservación del patrimonio cultural de la nación.
Sirva este solemne momento para extender una bien merecida felicitación al Historiador de La Habana, Eusebio Leal, y también a sus colaboradores que más cerca han estado en la magna obra de restauración del Capitolio. Entre ellos, la arquitecta Perla Rosales; las ingenieras Mariela Mulet, Yohanna Aedo y Tatiana Fernández; la restauradora Patricia Coma; el profesor Juan Carlos Botello y sus alumnos de la Escuela Taller; la historiadora Lesbia Méndez; el director de la Empresa Constructora de la Oficina del Historiador, Conrado Hechavarría; y el técnico alemán Michael Diegmann.
En un día como este, en el que honramos a aquellos cubanos dignos que en 1895 volvieron al campo de batalla para liberar a Cuba, retomo las palabras pronunciadas por Fidel en 1965: “¡Nosotros entonces habríamos sido como ellos, ellos hoy habrían sido como nosotros!” Ese es el compromiso que hemos mantenido y será también el que guíe a las actuales y futuras generaciones, para que la Patria siga siendo libre.
Muchas gracias (Aplausos).
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