ESTRENOS DE DANZA: El unísono y el ciclo (+ FOTOS)

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ESTRENOS DE DANZA: El unísono y el ciclo (+ FOTOS)
Fecha de publicación: 
17 Julio 2017
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A George Céspedes no lo abandonan las obsesiones de siempre, al menos cuando monta con Danza Contemporánea de Cuba. Algunos podrían pensar que las últimas obras que ha estrenado con el conjunto, sumando R=V (El criterio del camello), que se presentó este fin de semana, forman parte de una tetralogía donde el coreógrafo se adentra en las dinámicas de la colectividad.

Lo cierto es que, desde el punto de vista de la estructura, son muy parecidas: un gran cuerpo de baile que repite una secuencia de movimientos que se complejiza en sus variaciones, que es asumida en contrapunteos entre subgrupos, que va in crescendo, hasta que llega a un clímax. Después el orden se subvierte, el grupo se fragmenta y los bailarines asumen alternativamente líneas mucho más escabrosas y libres. Hasta que el conglomerado vuelve a unirse.

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La diferencia es que aquí no se restablece el orden primigenio. Bueno, hay otras diferencias: esa célula básica del movimiento no se parece a las de las obras anteriores. Lecturas puede haber muchas, pero siguiendo la pista más elemental, la que nos da el título, todo parece tributar a la idea del hastío por la carga, por las rutinas, la necesidad de quitarse un peso de arriba, por salir de la enajenación cotidiana…

Las semejanzas con otras piezas están en la estructura, no tanto en el discurso.

Son interesantes (incluso, subyugantes) las soluciones espaciales de Céspedes, los unísonos y las alternancias. Aquí no hay grandes solistas, el protagonista es el grupo y siempre llamará la atención la homogeneidad de un gran cuerpo de baile.

En el otro estreno de la noche, Coil, de Julio César Iglesias, la reflexión es mucho más acentuada y profunda, menos diáfana y luminosa quizás. La propuesta no es tan lúdica, y evidentemente está cargada de implicaciones filosóficas. Esa ha sido, en buena medida, la línea de Julio César. El coreógrafo pone sobre la escena gestos, dinámicas, trozos de nuestra cotidianidad… y «provoca» al espectador cuando los saca del contexto, los imbrica en una narración ardua, subversiva, por momentos expresionista.

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Pero en Coil hay más danza que en otras obras de este creador. Y esa danza parece marcada por un impulso ritual, catártico. Se pueden hasta establecer puntos de contacto con la obra de George Céspedes (cosa extrañísima, pues son coreógrafos que siempre han estado en las antípodas); aquí también se puede apreciar cierta apuesta por el unísono, por la homogeneidad del grupo, que se rompe por peripecias puntuales de algunos bailarines.

El entramado plástico es muy sugerente: las luces, por ejemplo, delimitan espacios donde los bailarines asumen dinámicas de marcado simbolismo. El espectro temático es amplio, pero pudiera resumirse en la recreación del eterno ciclo de la vida, con las violencias y las energías que ese ciclo involucra.

De las intepretaciones hay que decir lo de siempre: el elenco de Danza Contemporánea de Cuba está en excelente forma. Estas funciones lo demostraron.

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