Carilda, en sus 95

A Carilda Oliver Labra, incluso aquellos que no han leído su poesía, la conocen por un verso memorable que ha devenido patrimonio del gracejo nacional: Me desordeno, amor, me desordeno. Una y mil veces sacado de su contexto, todavía puede dar claves de una voz lírica interesante: estamos ante una poetisa que no le ha dado la espalda a la expresión popular, que a la hora de hablar de la vida y del amor, no teme entrar en terrenos que otros quizás consideran arduos, escabrosos, hasta vulgares…

Carilda Oliver Labra nunca ha pedido permiso para escribir, nunca ha buscado la aprobación de los académicos ni el visto bueno de los moralistas. Ha expuesto su sensibilidad poética, que tiene mucho que ver con su sensibilidad de mujer, sin atender a las normativas o a los prejuicios. Nadie podrá poner en duda la franqueza de esa creación.

Eso quizás, a estas alturas, no parece mucho mérito. Pero cuando Carilda despuntó, en la década de los cuarenta, no todas las mujeres (ni los hombres) se atrevían a hablar diáfanamente de las experiencias del amor, muchas veces marcadas por un decidido erotismo.

Claro que en Cuba había una tradición de la poesía escrita por mujeres, de la que Carilda bebió. Pero ella apostó siempre por una libertad que a no pocos les pareció desparpajo, pero que con los años, con el refinamiento de su expresión, la distinguió en el panorama lírico cubano.

Un tema recurrente de la obra de Carilda ha sido los altibajos, los devaneos, las certezas y las incertidumbres del amor. Gran tema, tema muchas veces asumido. Y sin embargo, Carilda ha insistido en abordarlo sin pretensiones vanguardistas, bastante apegado a la convención. De hecho, hay cierto toque melodramático en muchos de sus poemas, que ha podido molestar a algunos, pero que en definitiva redondea la atmósfera de esas obras.

Y habría que hablar también de su espíritu lúdico, juguetón, que reserva al lector puntos de giros inesperados, pero definitivamente orgánicos.

Hay que leer a Carilda Oliver Labra. Los enamorados que no conocen sus libros deberían buscarlos, pues allí podrán descubrirse en algún que otro verso. Que nadie tema una lectura difícil, una oscuridad inaccesible, pues estos poemas se prodigan por su sencillez. El lector más avezado, eso sí, encontrará aquí y allá imágenes contundentes, metáforas hermosas y originalísimas.

Carilda Oliver Labra cumple 95 años en su ciudad natal, Matanzas, ciudad de poetas. Ella, de hecho, es símbolo vivo de esa urbe, ha sido cronista y protagonista de muchos de sus hitos artísticos y literarios en el último siglo. Y esa es otra de las aristas de su itinerario lírico: los juegos de la memoria, en la que habitan los hechos, las cosas y la gente. Los amigos, los vecinos, los amantes, la familia…