Ni Víctor ni Vargas: “la pelota, Cuba”
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La porfía que empieza este miércoles no puede reducirse a dos nombres. Y mucho a menos a dos grandes peloteros que tanta calentura, gloria y vida le dieron a sus provincias y a Cuba. Son los nombres más escuchados, comentados, venerados y odiados por estos días en el Occidente de la Isla. Sin embargo, ni Víctor Mesa ni Lázaro Vargas tienen la culpa de representar algo más que Matanzas o Industriales en la semifinal de la LI Serie Nacional.
Sobre ellos está la responsabilidad inmensa de salir a un terreno de béisbol y demostrar que pueden hacer las funciones de mánager igual o mejor que como lo hicieron de jugadores. Quizás Víctor no haya podido desprenderse —, y nunca lo hará—, de la explosividad total, el carisma más desenfrenado y el olfato más agudo para el béisbol; en tanto Vargas no arrastra ya el bate, anda operado de los nervios cada vez que se sienta en su silla, y legitimó la felicitación más cariñosa con un choque de cabeza de hermanos.
Pero ellos no pueden reducir la semifinal que más emociones levanta —sin subestimar Ciego de Ávila- Granma— con el magnetismo dorado de sus figuras. Los protagonistas de las victorias, las emociones, las derrotas, los aplausos y los previsibles llenos totales en los estadios Victoria de Girón y Latinoamericano responden a nombres de pueblo: Heredia, Odrisamer, Garlobo, Tabares, Gracial, Rudy, Ariel Sánchez, Frank Camilo y un largo etcétera.
¿Se enfrentarán en el primer desafío las mejores cartas de triunfo desde el box: Odrisamer vs. Jorge Alberto? ¿Cambiarán algún pelotero en la alineación? ¿Habrá marcador de nocao o será otro duelo decidido por estrecho margen? ¿Quién o quiénes serán los héroes, los jugadores más valiosos, los más oportunos con el madero? ¿Será alguna señal o talismán ganar el primer juego, para luego dar dos veces?
Ni Víctor ni Vargas serán autores tampoco de cada out, jonrón, batazo, ponche o atrapada fenomenal. Sus labores están en función del espectáculo, aunque en el caso del villaclareño —clonado matancero— sea él mismo un espectáculo, sinónimo de victorias y más victorias, a las que se aferra hoy el pueblo yumurino. Asimismo, el otrora antesalista capitalino es capaz de reconocer las virtudes de sus rivales del mismo modo que lo estudia hasta la saciedad.
Prefiero entonces corregir a cada uno de los aficionados que con carteles, iniciativas, banderas, coros y desafiando la distancia geográfica o alguna amenaza de lluvia llegarán desde bien temprano a la plaza beisbolera mayor de Matanzas. Y decirles que los verdaderos artistas de esta "obra deportiva", la más auténtica expresión de nuestra cultura, no son esos mánager valientes, sino esa juventud talentosa que juega por "millones" de corazones que le agradecen su entrega y amor a la camiseta azul o roja, tenga cocodrilos o leones.
Ni Víctor ni Vargas leerán quizás estas líneas. Por eso entonces es preferible, que entre adivinanzas y vaticinios reconozcamos de una vez y por todas, que no son ellos, ni Matanzas o Industriales —por más fanático que usted sea—, los máximos ganadores de la semifinal occidental que rompe este 9 de mayo. Gana la pelota. Gana Cuba. Y eso es lo bueno, lo maravilloso, lo magnífico.
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Fernando
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