DE CUBA, SU GENTE: Desde tu corazón me dice adiós un niño

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DE CUBA, SU GENTE: Desde tu corazón me dice adiós un niño
Fecha de publicación: 
7 Diciembre 2016
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Cuando yo era un enano,
yo sí podía, yo sí podía
Libertad… para mi niño
Silvio Rodríguez

Ella me dijo que solo sería por seis meses, pero a mí se me antojaba que sería por mucho más tiempo. Igual no me importó: Su niño me hace reír.

Hace media hora Christian me vio mirando al vacío y me preguntó que qué me pasaba. Le contesté que estaba intentando concentrarme para escribir. Me pidió entonces que escribiera una historia que él me iba a hacer. Y ahí mismo empezó a contármela:

“Había una vez un famoso sastre que le vendió al Rey una ropa hecha con una tela que, según el sastre, solo la gente inteligente podía ver. El rey no veía nada, pero como no quería quedar como tonto agradeció el traje y se lo puso. Y así mismo se paseó por todo el reino. Toda la gente, para no quedar como tonta, decía ¡qué traje más lindo! hasta que un niño dijo la verdad: ¡Los adultos no entienden nada! ¡Pero si el rey tiene los cojones al aire! Y en ese momento todos se dieron cuenta de dos cosas: primero, que el famoso costurero había engañado al rey y segundo, que el rey estaba tan gordo que daba asco mirarlo. Y a partir de ese momento aparecieron los gimnasios en el mundo”.  

Me sonrío ante la manera que tiene este niño de contar esa historia, que ya había escuchado otras veces (en otras versiones) y con dulzura y firmeza le pongo un correctivo, por haber mencionado una palabra obscena. Le digo que debe quedarse inmóvil con la cabeza hacia una esquina pensando en algo creativo, como un cuento o un dibujo, o en los productos, que se los voy a preguntar.

No rechista ante mi sentencia, pero va al cuarto a buscar par de pomitos. Descubro que tiene una colección de huevos de lagartijas que está empollando, como si fueran huevos de gallina. Se mete los huevitos por el ano, empuja con tranquilidad cada huevito dentro, luego aprieta las nalgas y se queda así, sentado, tranquilito.  

Yo lo veo pero no le menciono nada. He leído que los adultos armamos tremendo lío por cualquier bobería, y terminamos traumatizando a los niños.

-Christian, ¿qué haces? –le pregunto con total parsimonia.

-Estoy embarazado –me dice- A mí me gusta estar embarazado.

-¿Y tu mamá sabe que tú a cada rato estás “embarazado”? –mi tono es casual.

-Sí… y me lo tiene prohibido porque dice que los varones no debemos ponernos cosas entre las nalgas –me comenta.

Me arrodillo ante él y miro su candor a los ojos. Luego pretendo -con expresividad jocosa- tener una idea genial y le digo a Christian que tengo una cajita ideal para poner ahí los huevitos de lagartija con un bombillo encendido, para que reciban calor a tiempo completo y así él no tenga que estar “embarazado”.

Mientras preparamos la cajita con el bombillo tocan la puerta de mi casa. Es su madre. La deportaron de Rusia.

Vino muy emocional. Se pasó los dos días fuera de Cuba siendo interrogada en una habitación, con hambre y frío, en el aeropuerto de Moscú. Me dijo que fuera de Cuba no había humanidad y que no iba a intentar irse de aquí más nunca.

Cuando se relajó un poco me preguntó que cómo se había portado Christian. Le conté de la cajita con el bombillo para los huevos de lagartija. Definitivamente estaba muy sentimental, porque me abrazó llorando; dice que estaba agradecida porque le había quitado la “mariconería” a su hijo.

Creo que Christian tiene razón. Los adultos no entendemos nada.

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