Guatemala: Espejismo y realidad

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Guatemala: Espejismo y realidad
Fecha de publicación: 
1 Agosto 2016
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Corrupción, entrega a transnacionales, panorama partidista viciado, pálidas y disfrazadas acciones oficiales es el panorama que sigue ofreciendo la Guatemala de hoy, que, como en la de ayer, las calles vuelven a ser escenarios de justas insatisfacciones populares.

Mientras en Ciudad de Guatemala protestan contra la impunidad a corruptos y la demora en enjuiciar a los ya sindicados, en varios departamentos manifiestan contra una débil entrega de tierras a pocas decenas de campesinos, en tanto miles se ven obligados a abandonarlas, por su otorgamiento a industrias extractivas de minerales.

Lo más publicitado es el nuevo escándalo de corrupción –financiación legal y lavado de dinero- que involucra al expresidente Otto Pérez Molina y a la ex vicepresidenta Roxana Baldetti, ya embarrados de pies a cabeza en el caso de La Línea, que les costó el poder.

La opinión pública esta escandalizada con la demora en el proceso de enjuiciamiento, todo lo cual levanta sospechas acerca de eliminar o aliviar la culpa de los dos ex dirigentes políticos y de otros 49 implicados.

El Ministerio Público y la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala los señalan de haber creado desde antes de llegar al poder el 14 de enero del 2012, un “emporio criminal” para saquear al Estado.

De hecho, el comisionado de la Comisión, el colombiano Iván Velásquez, explicó que la red tejida por Pérez Molina y Baldetti habría recibido uno 500 millones de quetzales (65,5 millones de dólares) en comisiones por otorgar más de 450 contratos. Pero esto es solo un “detalle” de lo mucho aún por develar, se asegura. Muy sospechoso es que no han siso implicados ninguno de los presumibles mil empresarios envueltos en delitos de evasión de impuestos.

Algo que se logró con toda esta situación  fue el despertar de una ciudadanía que se movilizó y presionó para que renunciaran y se enjuiciaran a los culpables, así como la celebración de unos comicios en que se eligió a un excomediante de la televisión sin experiencia política, como un castigo al resto de esa clase.

La asunción de un nueva presidente, Jimmy Morales, fue realmente un espejismo de “redención”, porque, además de señalarse de derechista y racista, discriminador de los indígenas, tiene detrás a un grupo de exmilitares contrainsurgentes, sectores evangélicos fundamentalistas, gran amistad con Pérez Molina y buenas relaciones con políticos que encarnan la demagogia y tienen estrechos lazos con el narcotráfico. Así que nada de “puro” e “ingenuo”.

Además de lo peor de la derecha contrainsurgente, apoyan a Morales un sector importante de ese empresariado que repudió la movilización ciudadana.

Asimismo, la derecha ha fortalecido su poder en los departamentos, principalmente en los septentrionales, como Huehuetenango, donde las empresas roban los bienes naturales y expropian lo que es legítimo de los pueblos y generan la división entre las comunidades, en tanto la prensa solo se hace eco de la entrega de tierras a unas decenas de familias.
Además, se trata de criminalizar a los líderes comunitarios, quienes son detenidos y acusados de terroristas.

De cierta manera, todo recuerda a la Guatemala de Efraín Ríos Montt y del propio Pérez Molina, quien se autodenominaba de “pacificador”, en la que Estados Unidos se inmiscuyó en los sentidos y coadyuvó a un genocidio de entre un cuarto de millón y medio millón de personas.

No se puede esperar mucho de un gobierno que, como la mayoría de los precedentes -quizás el de Álvaro Colom trató de ser la excepción-, es incapaz de cortar de raíz los vínculos de corrupción, realiza una política de entrega a los poderosos de siempre, desaprovecha un alto crecimiento y mantiene al 71% de la población en la pobreza, en tanto 6 000 personas son asesinadas anualmente en los tejemanejes del narcotráfico.

Sin ánimo de dislate y de dilatar este comentario, tantas injusticias me recuerda una reciente, más pequeña, pero no menos cruel: la del guatemalteco que llevaba viviendo en Boston desde hacía 25 años, que tenía una familia y un negocio, y fue expulsado a Guatemala, de donde había salido en los años 80, porque en su país se estaba produciendo un virtual genocidio sancionado y aprobado por Estados Unidos, que trata primero de destruir un país y luego no quiere que sus ciudadanos escapen de él. Es lo que hace con Centroamérica y México, y lo que realiza con la Unión Europea en el norte de África y el Cercano y Mediano Oriente.

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