DE CUBA, SU GENTE: Mucho antes de la rebelión de las sombras

especiales

DE CUBA, SU GENTE: Mucho antes de la rebelión de las sombras
Fecha de publicación: 
24 Mayo 2016
0
Imagen principal: 

Dije que era ejemplo de la maldad humana, que significaba la lucha de la civilización contra la barbarie y la pérdida de la inocencia infantil.

Dije que era una novela violenta, y que aborrecía la parte en la que un niño terminaba asesinando con toda intención a otro sin sentir pena ni remordimiento.

Esteban aclaró entonces que eso no le parecía nada para aborrecer. Que el hecho de que los seres humanos fueran violentos le parecían las circunstancias normales de la vida.

-Yo mismo –comenzó Esteban- cuando era niño tiré a otro de un segundo piso… y una vez estuve dándole con una piedra a un vecinito de mi cuadra porque me volcó mi camión de arena.

-Por Dios la vida, Esteban.

-No, pero no maté al niño. Solo lo mandé para el hospital. Pero es lo que te digo, que la violencia que tienen los niños en El señor de las moscas es algo normal.

Esteban tiene 24 años y vive en Manatí, Las Tunas, en un sitio “mezcla de Oeste y Chernobil”. Escribe por encargo para editoriales extranjeras, a las que le vende todo derecho de autor, incluso renuncia a firmar con su nombre los textos. Pero no le preocupa eso. Esteban no tiene ánimo de trascendencia ni siente sentimentalismos de ningún tipo.

-Soy así desde mi infancia. Tuve una infancia muy feliz en mi pueblo de las Tunas ¿sabes? Me hacía una limonada y me ponía a ver Prismas bajo el sol. Una infancia feliz… alguna que otra bronca, pero normal…

-¿Normal? –pregunto.

-Sí… una vez que le clavé un tenedor a un niño en la mano. Y otra vez le hundí un bisturí a uno en el hombro… pero todas cosas normales… no he matado a nadie.

-El señor de las moscas es un niño de teta al lado tuyo –bromeo, algo en serio.

Pero Esteban se aburre con mi diatriba y me cambia el tema:

-¿Sabes qué dice Alberto Guerra?

Me da curiosidad. Con este muchacho nunca se sabe.

-¿Qué?

-Que los escritores de narrativa nunca tienen dinero, pero que tienen al menos un peso para invitar a tomar un café a los que escriben poesía.

Entusiasmado, quizás por no ser él mismo poeta, pincha con cierta euforia platanitos fritos con su tenedor. Yo, por si las moscas, coloco al resguardo mis manos.

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.