La Habana: La Feria del Libro se mueve

La Habana: La Feria del Libro se mueve
Fecha de publicación: 
11 Febrero 2016
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La Feria no es lo que era, eso cada año es evidente. Pero esa circunstancia no tiene que ser necesariamente mala. Nos acostumbramos a que la vetusta Fortaleza de San Carlos de la Cabaña —sede principal del evento— fuera como un gran parque de atracciones, al que asistían en cada convocatoria decenas de miles de personas, hasta el punto de que había días en que era prácticamente imposible avanzar entre el tumulto.

Es que en La Cabaña confluía todo: el programa literario, los encuentros teóricos, las exposiciones de las casas editoriales, la feria puramente comercial, el pabellón infantil, los conciertos, las grandes librerías… todo sumado a una oferta gastronómica considerable que invitaba a visitar el lugar como si fuera un gran centro recreativo, aunque buena parte de los visitantes no comprara un solo libro o no asistiera ni a una sola presentación.

Contra la opinión de algunos, la decisión de multiplicar los espacios de la Feria, concretada en ediciones anteriores, fue pragmática y efectiva. Ya no hay que ir a La Cabaña para acceder a las novedades editoriales. El céntrico Pabellón Cuba es ahora un gran bazar, una librería inmensa donde se ofertan todos los títulos de la cita.

La principal novedad de este año es que en la vieja fortaleza ya no hay librerías generales, lo que de alguna manera debe reducir el flujo de personas en un lugar que, por sus características arquitectónicas, no es ideal para las grandes multitudes. Ahora a La Cabaña irá solo el lector interesado en presentaciones, lecturas, exposiciones, homenajes, coloquios y otros encuentros teóricos.

Otra de las iniciativas de esta convocatoria es que las editoriales nacionales vendan en los stands sus publicaciones, de manera que se pueda propiciar un intercambio más estrecho entre los autores y los editores con el público. Habría que ver si el proyecto resulta satisfactorio, pero en principio parece interesante.

Esa concepción de una feria gigantesca y monumental (la gran feria gastronómica, bromeaban algunos) está quedando atrás, afortunadamente: los nuevos tiempos precisan de concentrar acciones y simplificar aparatos organizativos, para que cada espacio tenga una función perfectamente establecida, para que cada persona encuentre lo que le interesa sin tener que someterse a largas colas o complicadas dinámicas de transportación.

Atrás han quedado también las millonarias tiradas especiales para la Feria. Para nadie es un secreto que el mundo editorial cubano ha sufrido una contracción en los últimos tiempos. De cualquier forma, están garantizados los ejemplares para esta edición, la cuestión es articular estrategias más efectivas para la promoción y la venta.

La Feria tiene que consolidar también su programa profesional, que a estas alturas tiene que ser uno de sus principales pretextos. Libros se venden todo el año, pero pocas veces los profesionales tienen la oportunidad de intercambiar con importantes personalidades internacionales del mundo editorial.

Y también resulta plausible la vocación multicultural de la Feria, que trasciende el ámbito puramente literario para devenir fiesta de todas las artes. El libro está en la base misma de la pirámide cultural, la fiesta del libro en Cuba tiene que ser la fiesta más integradora. El programa artístico de esta edición —teatro, música, cine, artes visuales— es uno de los más ambiciosos de toda la historia de la cita.

Nadie tema: la Feria del Libro va a seguir siendo el más popular y abarcador de los encuentros culturales del país. Es el único que seguirá recorriendo la isla de una punta a la otra. Pero hay que soñar con los pies en la tierra. Menos ruido, más claridad…     

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