Estrenos de cine: No confíes en nadie

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Estrenos de cine: No confíes en nadie
Fecha de publicación: 
10 Noviembre 2015
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Hay varias películas sobre la pérdida de la memoria. Por ejemplo: en el género comedia romántica, existe un Adam Sandler de conquistador perpetuo de una Drew Barrymore a la que también le duraba la memoria un día en 50 primeras citas; en el género de thriller de acción, una Geena Davis que no sabía quién era en Memoria letal, pero lo recordaba a la vez que se transformaba en rubia asesina que empuñaba una pistola, mientras le hacía el desayuno a su hija; en el género dramático, a un fabuloso Jim Carrey en Olvídate de mí que quiere borrar voluntariamente, y de forma desesperada, los angustiosos recuerdos dolorosos de su ya exnovia; y está, por supuesto, Memento, que no necesita presentación.

Y aunque hace ya par de décadas de los thrillers psicológicos de los 90's -como La noche de los cristales rotos (1991), Mujer blanca soltera busca (1992), La mano que mece la cuna (1992), De repente un extraño (1990) o Morir todavía (1991), en las que Wolfgang Petersen, Barbet Schroeder, Curtis Hanson, John Schlesinger o Kenneth Branagh (respectivamente) solían contar la historia de una familia normal en cuyas vidas entraba un extraño que les hacía la vida imposible-, todavía se realizan películas sobre cómo las personas coaccionan, de sutiles maneras, con la intención de regir el destino de otros.

La propuesta dramática de No confíes en nadie, película de Rowan Joffé basada en la novela homónima de S. J. Watson, no se aleja de la línea dramática de todos los filmes que sobre el tema la anteceden. Y la cinta presenta la misma fórmula, solo que en ella el suspense no funciona.

Tras un comienzo prometedor, la película enseguida se convierte en repetitiva, predecible desde el mismo momento en que se devela quién es el responsable del dolor de la protagonista (que por otra parte, tampoco era tan difícil de descubrir cuando solo hay dos personajes posibles).

El argumento: Christine Lucas (Kidman) es una escritora de cuarenta y siete años que, a raíz de un accidente sufrido en su juventud, es incapaz de recordar el pasado y de retener los recuerdos más recientes. Cada día, al despertarse, cree que está soltera y que aún tiene que tomar grandes decisiones, pero, como todos los días, descubre que vive con su marido (Colin Firth) y que las decisiones vitales ya están tomadas. Ciertas pistas que van llegando a ella le dejan ver una verdad: tiene un hijo y una amiga, que su marido ha decidido ocultarle.

Más allá de los gazapos y de la verosimilitud que el pacto entre el director y el espectador permita, No confíes en nadie tienta los límites de lo creíble hasta lo último: cuando el amante malévolo quiere que su pareja recuerde el incidente de agresión que le provocó la amnesia, la lleva al lugar de los hechos y le dice: “recuerda”. Mágicamente, como si de tocar un interruptor se tratara, Nicole Kidman recobra su memoria y entiende que es precisamente su pareja, la persona en la que ella más confiaba, la que le provocó su pérdida de memoria.

Porque No confíes en nadie también trata sobre la vulnerabilidad y la confianza. Esa confianza que le otorgamos al otro. Ese asumir que a menudo tenemos de que nuestra pareja querrá nuestro bien, nos cuidará en caso de enfermedad y desasosiego. ¿Es que acaso pudiera ser de otra manera? Sin embargo, de convulsas situaciones está empedrado el mundo. La cinta manifiesta la posibilidad de que nuestra confianza sea depositada en la persona incorrecta.

Hay muchas prisiones, parece decir Rowan Joffé en su interpretación de la novela de Watson. La prisión que es para la mente es la peor de todas. Le puede suceder a cualquiera; la única solución: no confíes en nadie.

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