ESTRENOS DE CINE: Regreso a Ítaca
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Algunos creen que Regreso a Ítaca es el retrato de toda una generación, una “generación perdida”, formada al calor de sueños y aspiraciones que el Período Especial y las contradicciones de una sociedad singular terminaron por aniquilar.
Cierta prensa, de hecho, le otorga a este ejercicio dramático los fueros de una pieza documental, resumen sucinto y poderoso de toda una era, de los avatares de un pueblo.
Demasiado pretencioso parecería el director Laurent Cantet si se le hubiera ocurrido “retratar” a todo el entramado social cubano en el devenir de cinco personajes.
Esta no es ni puede ser la película que explica a toda Cuba por una sencilla razón: hay demasiadas historias, demasiados matices, demasiadas y disímiles peripecias en la narración total de este país.
Los itinerarios de estos personajes son probables, atendibles y complejos. Pero no son, necesariamente, los de todos los cubanos.
Todavía no nos recuperamos del trauma del Período Especial, fue una ruptura extraordinaria. Está claro que mucha gente (la gran mayoría de la gente) sufrió las consecuencias de la crisis no solo en su dimensión económica (la falta de comida, de jabón, de ropa), sino también en la ideológica y sentimental (la caída de los referentes).
Todavía hay que escribir y filmar mucho sobre esa etapa de la historia nacional. Hay todavía heridas abiertas, explicaciones poco convincentes, análisis superficiales…
La visión de Cantet —que comparte créditos en el guion con uno de nuestros más populares escritores, Leonardo Padura— es sencillamente una visión entre muchas.
Y como todas las visiones, procedan de quien procedan, no puede ser absoluta.
Aquí se habla de carencias, de frustraciones, de pérdida de valores, de resignaciones, se habla de intromisiones de los instrumentos de la política en la vida íntima…
Y de eso hubo, obviamente. Y todavía hay, en buena medida.
Pero no se habla de las presiones externas (hubo y hay un bloqueo, por ejemplo, aunque ninguno de los personajes lo diga), se habla poco del trabajo comprometido y la entrega de muchos cubanos, de la persistencia de muchos sueños.
Porque está claro que hubo (hay) pintores que dejaron de pintar, ingenieros que tuvieron que abandonar sus fábricas para vivir del trabajo informal, escritores que se fueron del país, doctores amargados por los golpes de la cotidianidad, funcionarios corruptos y oportunistas…
Pero también hubo (hay) personas que siguieron pintando, trabajando en las fábricas, escribiendo, atendiendo pacientes con total entrega y buena cara… a pesar de los bajísimos salarios y las dificultades del día a día.
Cantet y Padura escogieron principalmente a personajes del primer grupo, y tienen todo el derecho de hacerlo. No significa que el retrato sea torcido, deshonesto, desleal… Nada (o casi nada) de lo que cuentan estos personajes es irreal o fantasioso. Y a nadie se le ocurriría exigirle a un creador que incluyera tal o más cual circunstancia para “equilibrar” un panorama determinado.
En sentido general, la película parece bien armada. Los diálogos fluyen, las situaciones son verosímiles, los personajes están matizados. Quizás haya algún exceso de teatralidad, pero nunca resulta disfuncional.
Eso sí, la recreación sería mucho más contundente si evitara algunos clichés de cierta literatura que ha pretendido “vender” a la Cuba más o menos marginalizada, mal educada, sucia, con evidentes problemas y contradicciones sociales como la única Cuba visible.
(Para algunos creadores y empresarios del arte y la literatura, por cierto, esa es la única Cuba rentable).
Regreso a Ítaca parece decidida a ponerle cuerpo a muchos lugares comunes. No falta, por ejemplo, el consabido apagón, que ya viene siendo bastante cansón y cacofónico, sobre todo en tiempos en que los apagones ya no están a la orden del día.
El espectador poco informado podría pensar que aquí el ruido y la vulgaridad están en todas partes, que en Cuba no se puede comer un bistec si alguien no trae del extranjero el dinero para comprar la carne, que en La Habana ningún joven tiene recursos para sacar a la novia a pasear…
Uno sabe que las cosas no son tan negras ni tan blancas, pero en ocasiones la película apuesta por un tremendismo algo efectista. Que conste, era también una legítima opción de los realizadores, nadie lo pone en duda.
Sí llama la atención la idea esgrimida más de una vez por casi todos los personajes. Alguien, algo, le robó los sueños a esa generación.
Nadie puede robarle los sueños a nadie. Muchos (en gran medida por el imperio de las circunstancias o por pura conveniencia) renuncian a sus sueños, o los sienten truncados. Pero otros tantos los defienden contra viento y marea.
Son interesantes las reflexiones que se hacen en la película sobre los ámbitos de la libertad personal y creativa, sobre las responsabilidades del individuo con su familia y su entorno, sobre el contrapunteo probable entre la ética y el pragmatismo… Pero al planteamiento le falta, a veces, cierto sosiego, algo de contención.
Y a algún espectador puede parecerle también excesivo el torrente de palabras, la inmutabilidad del escenario.
Los actores, eso sí, están casi todos en estado de gracia. Es tal su compromiso con lo que se cuenta, tal su implicación y naturalidad, que por momentos uno piensa que el guion estaba abierto, que la película se armó a partir de improvisaciones.
Regreso a Ítaca se exhibió como parte del Festival de Cine Francés en Cuba; aunque muchos cubanos ya la habían visto gracias a la distribución informal.
Título original: Retour à Ithaque/ Año: 2014/ Duración: 95 minutos/ País: Francia/ Director: Laurent Cantet/ Guion: Leonardo Padura, Laurent Cantet/ Fotografía: Diego Dussuel/ Reparto: Isabel Santos, Jorge Perugorría, Fernando Hechavarría, Néstor Jiménez, Pedro Julio Díaz Ferrán…
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