Estado Islámico: ¿El peor?
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El Estado Islámico (EI) es ciertamente de las cosas peores que están afectando en estos momentos al Medio Oriente, pero la difusión de sus crímenes no debe ocultar en momento alguno los horrores que durante años ha hecho Israel contra el pueblo palestino y quienes le ayudan consecuentemente, así como al mal mayor, creador directo e indirecto de los anteriores, el imperialismo norteamericano.
De todas maneras, y conscientes de los peligros que viven los pueblos mediorientales, a muchos nos sorprendió esta información de hace unos días de Rusia Today:
«Combatientes del Estado Islámico asesinaron en el norte de Iraq a 500 miembros de la minoría yazidí que se habían negado a convertirse al Islam, enterrando vivos a niños y mujeres, 300 de las cuales fueron secuestradas, con el fin de obligarlas a servir como esclavas sexuales».
Muchos yazidíes se refugiaron en las montañas y pidieron ayuda para no ser exterminados, lo cual ayudó a que surgiera el pretexto inicial para que el presidente Barack Obama enviara drones primero y asesores militares después, para cubrir bajo el manto humanitario una nueva intervención militar en Iraq —algo que se había comprometido no volver a hacer—, sin pedir permiso al Congreso.
Pero más que la ayuda humanitaria a los perseguidos yazidíes, los ataques de drones y luego otros aviones de combate, y la llegada de centenares de asesores, tienen por objeto proteger a las fuerzas kurdas que luchan contra los extremistas cerca de la ciudad de Erbil, que alberga un consulado de Estados Unidos, un centro de operaciones militar conjunto EE.UU.-Iraq y, principalmente, importantes instalaciones y campos petroleros en el Kurdistán iraquí.
El Ejército Islámico ha forzado a huir de sus hogares a unos 600 000 civiles pertenecientes a minorías étnicas y religiosas del norte del país: unos 150 000 miembros del grupo étnico shabak, 250 000 turcomanos y 200 000 seguidores del mencionado credo yazidí.
Más peligroso que Al Qaeda
Muchas veces Estados Unidos exagera la potencia enemiga para justificar una mayor intervención, pero en el caso del EI no lo es y, si lo dejó insuflarse, es porque los horrores de hoy ya lo hacía contra el pueblo sirio y el gobierno de Bashar al Assad, por lo cual, junto a las otras potencias occidentales, decidió no intervenir.
Aunque los militantes extremistas tomaron Mosul —la segunda ciudad más importante de Iraq—, EE.UU. dijo entonces que el grupo no era una amenaza global, sino una consecuencia del problema sectario a nivel regional.
Pero el EI —entonces conocido como ISIS (siglas en inglés del Estado Islámico de Iraq y el Levante)— continuó avanzando y sembrando caos en Iraq, y con una poderosa campaña en internet anunció el establecimiento de un califato a través de Iraq y Siria, expulsando a muchas comunidades de la región, asesinando a prisioneros y cebándose en torturas con miembros del ejército sirio.
Era una ocasión que el imperialismo aprovechaba, después que la firme posición de Rusia impidió hace un año su plan de lanzar un ataque directo contra Siria.
Lo cierto es que el nuevo grupo surgió de las filas de Al Qaeda —amparado por la inteligencia imperial—, acusado de ser el autor de los aún no aclarados atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono el 11 de septiembre del 2001.
Aprovechando todas las experiencias de Al Qaeda, que ahora dice combatirlo, más de 15 000 combatientes avezados ingresaron a sus filas, mientras aprovechaba el dinero de Arabia Saudita y el robo a numerosos bancos.
Así, se proveyó de armas modernas y de una fuerte base económica, de tal manera que el teniente general del Ejército estadounidense William Meyville, el oficial a cargo de planeamiento de la actual estrategia del Pentágono en Iraq, lo describió como un «adversario imponente y de gran calidad», descripción rara vez utilizada por militares occidentales cuando se refieren a insurgentes o grupos calificados de terroristas.
«Están extraordinariamente bien organizados, bien equipados, saben coordinar sus operaciones y hasta ahora han mostrado la capacidad de atacar en múltiples ejes. Y esto no es insignificante», dijo.
Así, lo que muchos consideraban hace unos meses un movimiento fanático y pequeño, se ha convertido de pronto en un ejército determinado y peligroso que controla una extensa parte de Iraq y zonas de Siria.
El miedo como arma
Para tal fin ha utilizado también una poderosa campaña en redes sociales con el propósito de sembrar terror, y logró avanzar aceleradamente gracias al apoyo de tribus y acuerdos con líderes locales dispuestos a gobernar en su nombre.
Algunos de estos tratos están basados en el temor, otros en la satisfacción temporal de sus intereses. «A veces es algo tan crudo como el intercambio financiero entre distintas pandillas», afirmó la periodista iraquí Mina al-Orabi, subeditora del periódico Ash-Sharq al Awsat.
«Sus éxitos militares se han logrado con una combinación de temor y potencia de fuego», aseguró a su vez Frank Gardner, corresponsal de la BBC, quien agegó que nunca se olvidará el efecto de «sus estrategias psicológicas para aterrorizar a sus opositores, inundando las redes sociales con imágenes y videos espantosos de lo que ocurre con sus enemigos».
A juzgar por las declaraciones, Estados Unidos teme ahora que el EI esté cerca de convertirse en un verdadero Estado en el corazón de Medio Oriente, el cual podría servir como una plataforma de lanzamiento de ataques contra EE.UU., y sus intereses, similar a lo que fue Afganistán bajo el Talibán.
Esto último, recuerden, sirvió de pretexto para la agresión, invasión y empantanamiento norteamericano en Afganistán, desde el 2001, que aun continúa, por lo que hay que deslindar con cuidado todas estas declaraciones, que pueden ser justificantes para ahogar a Siria.
Además, para deshacerse de cualquier gobierno iraquí que no siga sus trazados, como hizo con el de Al Maliki, aunque ahora tiene otro que ha emprendido pasos para unir a las diferentes comunidades, sin romper lazos con Irán, el principal adversario de Estados Unidos en la zona.
Por eso, en un momento tan difícil para el Medio Oriente, con el asedio de un Ejército Islámico que trata de imponerse con métodos terroristas, en medio del genocidio contra el pueblo de Gaza por Israel, (al que el EI no ha molestado para nada) y la nueva intervención de Estados Unidos, es imperativo que, como propugna la máxima dirigencia de la organización Hizbollah, palestinos, libaneses y sirios borren cualquier diferencia y combatan unidos a los enemigos de los pueblos árabes.
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