Reutilio, reconocimiento a la permanencia
especiales
Nunca fue un fildeador brillante, ni un toletero extraclase, pero siempre estuvo entre los mejores jardineros centrales de su época.
Por aspectos mucho más banales no era llamado ni a preselecciones nacionales, pero Reutilio Hurtado seguía ahí, como el dinosaurio, esperando a que los verdaderos dinosaurios despertaran y se dieran cuenta de su valía.
Su llegada a los mil 500 imparables en Series Nacionales, una cifra de respeto en este contexto, nos sirve de excusa para dedicarle unas líneas a este gran ser humano, que a pesar de ser preterido constantemente a la hora de integrar las preselecciones nacionales, seguía echando el resto con su Santiago de Cuba.
Amor a la camiseta, no de otra forma se puede evaluar esta tozuda actitud de mantenerse contra viento y marea haciendo los sacrificios físicos inherentes al juego de béisbol, soportando la lejanía de la familia durante buena parte del año, y para colmo sufriendo en las últimas temporadas el peor momento de su novena en torneos domésticos.
Nada de esto hizo mella en su espíritu, y siguió entregándose como el primer día, consciente de que en esta pelota donde lo que sobra es inexperiencia, su sola presencia es una inspiración para sus compatriotas.
No creo que haya tiempo para reconocerle como pelotero los méritos ganados día a día sobre los diamantes, pero al menos desde esta tribuna pretendemos que su ejemplo no pase desapercibido. Peloteros como Reutilio Hurtado son los que ayudan a tejer las leyendas de los grandes equipos, como hizo Alexander Ramos en la Isla de la Juventud, o José Ramón Riscart en Villa Clara, todos con méritos para integrar más de una vez las preselecciones cubanas, pero olvidados más de la cuenta.
Dejar el pellejo en el terreno, sin esperar más recompensa que darle alegrías a su terruño, ha sido la máxima de Reutilio en todos estos años, y no sé si sus coterráneos van a cada rato a tocarle la puerta para agradecerle tanta entrega desinteresada, pero deberían hacerlo con frecuencia.
Desde aquí las leyes de toda lógica me impiden extender mi mano hasta la tierra caliente para hacerlo, pero en su casa, el estadio, el terreno o el hotel donde esté, quisiera dejarle un mensaje que le acompañe siempre: ¡Gracias!
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