¡Se cierran los telones!

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¡Se cierran los telones!
Fecha de publicación: 
3 Noviembre 2013
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Se sabe, un Festival de Teatro es una gran fiesta. Y en una ciudad tan amante del teatro como es La Habana, mucho más. La decimoquinta edición de la cita termina este domingo con teatros repletos de un público entusiasta, que ha acogido puestas de casi una veintena de países.

Este ha sido una de las más grandes convocatorias de toda la historia del Festival: más de setenta espectáculos, en una programación tan abultada, que fue imposible abarcarla toda.

Para algunos este es uno de los grandes logros de la cita, pero a este redactor no le queda muy claro. Los festivales de artes escénicas en el mundo cada vez reducen más la cantidad de puestas, para ganar en contundencia de las propuestas.

 

A este festival, por ejemplo, le hubiera venido bien una selección más concisa y al mismo tiempo más relevante. De esa manera se hubieran podido programar más funciones de espectáculos notables.

Lo cierto es que junto a propuestas excelentes se presentaron otras que no estuvieron a la altura de las circunstancias. Piezas menores (muy menores, en ocasiones), que ni siquiera hubieran podido “competir” con algunas de las puestas de directores cubanos que no resultaron seleccionadas en la muestra nacional.

Quizás sea hora de que el Festival se repiense. Es probable que la pirotécnica sea menor, pero con una cita más concentrada y más rigurosamente escogida, ganarán público, crítica y especialistas.

 

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No obstante, hay que reconocer el trabajo del equipo curatorial del encuentro. Es evidente que este año se presentaron obras de gran vuelo estético y profundas implicaciones.

Además de la tan mencionada Ana Karenina, del Teatro Estatal Académico de Rusia, subió al escenario del Nacional una muy lograda puesta del Teatro de Arte del Pueblo de Fu Jian, China: La tempestad. Participaron compañías importantes, como la danesa Batida Teatro o Teatro Gestus, de Ecuador.

La selección infantil fue muy bien recibida. Y se distinguieron además algunos espectáculos de títeres para adultos.

 

La muestra nacional estuvo integrada por obras muy bien recibidas este año, a cargo de las principales agrupaciones del momento.

EVENTO TEÓRICO

El pensamiento del arte suele verse como una especie de lugar prohibido en tiempo de festival, cuando se están sucediendo las obras en los espacios teatrales y el público se identifica más con la práctica.

Sin embargo, la realidad es que durante este 15 Festival de Teatro de la Habana en la Sala Villena de la UNEAC se han expuesto visiones nuevas de la escena, se ha dado una relectura a los conceptos escénicos entorno al montaje, la creación de ideas performáticas sobre el teatro de sala y la política de su posición ante el espectador.

Estas teorías fueron defendidas por el doctor alemán Benjamin Wihstutz en la conferencia Límites y umbrales de la experiencia estética: sobre el teatro como heterotopía.

Además se hizo dentro de las actividades de las sesiones un impass para la creación joven, eternamente agradecida por las generaciones que están construyendo el presente teatral desde su experiencia.

La mesa Dirección teatral experimental y joven, moderada por Agnieska Hernández y con la participación de directores con obras en el festival, fue para los oyentes una luz ante las creación emergente de obras que, generalmente, no son exhibidas en los circuitos de estreno con asiduidad, así, se expusieron sus maneras de llegar al trabajo final y los procesos de trabajo.

 

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Dándole un vuelco a la normalidad del Festival se realizó un pitching de dramaturgia joven cubana, donde se hicieron pequeñas lecturas de obras de Yerandy Fleites, Lilianne Lugo, Agnieska Hernández y Rogelio Orizondo para promocionar sus más recientes obras; con este mecanismo se crea la posibilidad de buscar esponsores para las producciones futuras.

Otro de los espacios que trazó una línea trascendente en el público fue la mesa Nuevas Dinámicas Organizacionales en el ámbito de las artes escénicas, moderada por Dianelis Diéguez y con la participación de Eberto García con su proyecto Traspasos Escénicos, Noel Bonilla y su Plataforma de Danza, Yohaina Hernández del Laboratorio Ibsen y Eddy Díaz de FUNDarte.

Ante las nuevas políticas de producción es una necesidad el intercambio con las experiencias vividas por los nuevos realizadores para con sus colegas. Es el diálogo teórico una necesidad imprescindible para la creación contemporánea, de ello puede dar fe, el 15 Festival de Teatro de La Habana y sus participantes.

PARA EL CIERRE, ÓPERA

Antonia Fernández dirige montaje  de la ópera La flauta Mágica para el cierre de este Festival de Teatro de La Habana.

 

Como el cumplimiento de un viejo sueño describe a dirección artística de La flauta mágica de W.Amadeus Mozart  por el Teatro Lírico Nacional, una de las puestas con que termina el Festival.

Cerrando actividades en la Sala Covarrubias los días dos y tres de noviembre, a las cinco de la tarde, la directora de Vivarta Teatro se une por primera vez a un proyecto convidada por el director general de la gran compañía lírica, Eduardo Díaz.

“Yo tenía muchas ganas de hacer algo que no hubiera hecho nunca para también poder medir  en que punto de fricción con mi propia habilidad técnica, y madurez artística estoy” —afirmó la también maestra de varias generaciones de actores.

Antonia Fernández habla de sus actores líricos con mucho encomio. Asegura que esos jóvenes cantantes llevan la modernidad y la sensibilidad instaladas por osmosis.

Y recuerda : “Una de las primeras preguntas que me hice es: ¿por qué un arte altamente comunicativo en los siglos en los que surgió, se ha vuelto una acción tan fría, en la que el actor canta en el escenario, y la audiencia es espectadora de eso, como a través de una cortina de hielo?”

A esa problemática  respondió: No tiene que ser eso, porque en la ópera se narra una fábula, se cuenta desde la emoción, también desde el virtuosismo, pero no únicamente, y eso al final es una narración humana y entonces, los humanos asistimos a ese cónclave para salir enriquecidos en el espíritu”.

 

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Por supuesto, todo no fue felicidad: “Hubo que sortear muchos escollos, porque hay que desestructurar como en toda obra de arte el pensamiento, y moverlo hacia una nueva dimensión. Eso es lo que estoy tratando de hacer asumiendo todos los riesgos que eso conlleva, porque es como si estuviera haciendo mi primera obra de teatro, algo que nunca hice”.

Antonia destaca a su equipo de trabajo, integrado por Eduardo Arrocha en el diseño de escenografía, en las luces el experimentado Carlos Repilado, y sobre todo, la coproducción con la Fundación Rosenberg de El Salvador, cuyos diseños son  ultramodernos.

“Hemos logrado hasta ahora un excelente equipo, pero yo subrayo y pongo por encima de todo a esos jóvenes que están ahí, que se han desbordado sensibilidad. En este festival dedicado a Stanilavski, es importante eso que los maestros nos dejaron como legado: la calidad tiene que ser la guía”.

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