Lucha antiterrorista: Causa justa

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Lucha antiterrorista: Causa justa
Fecha de publicación: 
11 Octubre 2013
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Si bien el fracaso en la lucha contra el terrorismo no es definitivo, también lo es que el amateurismo y las ansias imperiales por acabar con regímenes que no son de su agrado, entre otros los de Irak, Libia y Siria ha conducido a trágicas situaciones. Naciones Unidas no sólo no ha podido encabezar esos esfuerzos sino que no ha podido elaborar una definición del terrorismo ni una estrategia contra ese flagelo.  

 

Nadie objeta que el terrorismo son acciones violentas, generalmente cruentas y letales destinadas a infundir terror en las comunidades, los gobiernos y los individuos ni existen reparos al identificar a los individuos y organizaciones terroristas y es unánime la opinión que ese ejercicio de la violencia es ajeno a la moral y la fe. Los desencuentros comienzan cuando se alude a los estados porque ninguno acepta que alguna acción suya sea calificada como terrorista.

 

Difícilmente exista algún Estado que pueda ser calificado integral y absolutamente como terrorista, aunque determinadas acciones, con empleo de  fuerzas armadas, servicios secretos y tropas especiales pueden ser homologadas como tales. No cabe dudas de que Israel (en el orden interno una democracia liberal), ejecuta contra Palestina acciones terroristas, lo cual no justifica la desmesurada pretensión de “desaparecerlo del mapa”.

 

El terrorismo de Estado asume dos modalidades: (a) cuando los estados imperialistas e intervencionistas lo hacen abiertamente, con sus tropas, fuerzas especiales y servicios de inteligencia. (b) Cuando se ejecuta por gobiernos que promueven, organizan, financian y ejecutan acciones terroristas clandestinas, utilizando para ello agentes, organizaciones afines, simpatizantes e incluso criminales a sueldo. Algunos países (los más poderosos) utilizan las dos modalidades mientras otros (los más débiles y aislados) emplean la segunda.

 

El terrorismo nunca es un medio legítimo, no prestigia ninguna causa, no puede asociarse al patriotismo, al nacionalismo ni al antiimperialismo y tampoco configura una forma aceptable de radicalismo político. El terrorismo nunca ha sido un recurso de la revolución sino de la  contrarrevolución. Cuando los gobiernos utilizan esos medios y métodos, se colocan a la misma altura de aquellos a quienes combaten.  

 

Una estrategia global contra el terrorismo consensuada en el marco de las Naciones Unidas sería distinta y seguramente más eficaz que la “guerra global” emprendida por George Bush. La práctica adoptada por Estados Unidos de emitir anualmente listas que según su criterio asocia a determinados países al terrorismo es ilegitima y debe ser desconocida. Tal vez sería viable que tal bando fuera emitido por el Consejo de Seguridad para de ese modo incluir a cualquier país u organización, cosa que de hecho significaría una sanción. Allá nos vemos.

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