HISTORIAS GUAJIRAS: ¿De dónde viene la luz?

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HISTORIAS GUAJIRAS: ¿De dónde viene la luz?
Fecha de publicación: 
12 Agosto 2013
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Parece extraño, pero cuando los meteorólogos anuncian temporales en la región central de Cuba, la gente que vive en Manantiales, un intrincado asentamiento del Escambray, sale de sus casas y le da gracias al cielo por tanta lluvia. «Mientras más, mejor», le ruegan a los nubarrones plomizos.

Es una suerte de ritual, que no heredaron de sus ancestros. Más bien fue adquirido hace apenas unas décadas, gracias a la voluntad del gobierno revolucionario de Cuba para que los moradores de ese paraje dejaran de vivir las noches a oscuras, pues hasta allá no llega el Sistema Electroenergético Nacional (SEN).

Apenas comienzan los aguaceros, en los hogares sube el voltaje de la alegría, pues la abundancia de precipitaciones augura electricidad todo el día.

Allá arriba, donde los días parecen estirarse más de 24 horas, funciona una de las seis pequeñas plantas que a partir de fuentes renovables genera energía para comunidades aisladas del  montañoso municipio de Manicaragua, en el centro de Cuba.

Es media mañana y cuatro alumnos observan un video sobre animales y plantas en la escuela primaria Mariana Grajales, aunque el sol sigue escondido detrás de las empinadas cuestas del macizo Guamuhaya.

«El agua de la presa es verde y la de la playa es azul», me dijo el pequeño Víctor Rivero Díaz, mientras sacaba de un paquete de plastilina los tubos de esos colores.

―¿Y tú has ido a la playa?

―Yo no, pero la he visto por el televisor.

«Para los medios audiovisuales y la computadora, tenemos un panel solar que alternamos con la electricidad de la Microhidroeléctrica. Los niños se interesan mucho por los programas sobre los animales, los bosques, los océanos», explica el maestro Alfredo Cepeda Herrera.

El asentamiento tiene 40 viviendas —con cerca de 120 habitantes—, consultorio del médico de la familia, bodega, círculo social, herrería y un local para prestar algunos servicios básicos. Todas esas instalaciones se benefician de la energía generada por la Micro.

«Hasta principios de los años 90 había una planta eléctrica que encendían un rato por la noche. Por esa fecha instalaron la Microhidroeléctrica que nos transformó la vida», rememora Idelmis Martínez Ojeda, la dependiente de la bodega, quien ha vivido toda la vida (45 años) en Manantiales.

Ahora hay corriente de 10:00 a.m. a 12 del mediodía y después de desde las 2:00 p.m. hasta las 12 de la noche. Pero si llueve a cántaros, entonces trabaja las 24 horas.

«Varias familias cuentan con DVD, refrigeradores, televisores, grabadoras, ventiladores y otros equipos. A veces, cuando apagan la planta a media noche, todavía algunos están viendo una telenovela mexicana o una película, y eso antes era un sueño aquí», sentencia esta mujer a la que los rigores de la vida en las alturas no le han adelantado el almanaque.

 

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Donde «nace» la energía

Para llegar a la instalación, a unos 600 metros del caserío, hay que cruzar el lago Hanabanilla a remo. Desde el 2007 disponen de una planta con tecnología moderna, aunque la antigua permanece aún allí por si alguna vez hace falta que vuelva a prender la luz en los rostros de la gente de Manantiales.

«Esta es de las más pequeñas de la región, explica el ingeniero eléctrico Yuniel Argüelles Domínguez, perteneciente a la Unidad Empresarial de Base (UEB) Hidroenergía de Villa Clara. Tiene una capacidad instalada de 15 KW, y el voltaje se mantiene estable entre los 90 y 110 volts. Todo eso se monitorea desde la pizarra».

A través de un tubo de 6 pulgadas le entra el agua por gravedad a las turbinas. La energía cinética es transformada en la electricidad que consume la población, y el agua se vierte, con la misma pureza y transparencia, en la presa, para que pueda continuar el ciclo hidrológico: se evapore, condense, precipite, y corra por las lomas hasta el embalse construido a unos 200 metros más arriba de la «Micro», y de ahí…

Por un sinuoso trillo bajo frondosos árboles y acompañados de la sinfonía de los pájaros e insectos que se encajan sin piedad en la piel, subimos hasta el mismísimo sitio donde «nace» la energía de Manantiales, mientras caía una ligera llovizna que nunca nos mojó porque las hojas le «bloqueaban» el paso.

Aquí nací yo, afirmó al llegar al sitio, Eleuterio Gómez Rieche, uno de los tres operadores de la planta, quien donó el terreno para su construcción. La represa se hizo donde mis padres tenían un secadero de café. Hunde en el agua una vara para señalar el lugar exacto en el que comienza la conductora hasta la «Micro».

Es un paraje precioso, casi virgen. Desde allí se observa una cascada cuyo manantial brota un cuarto de kilómetro más arriba aún y desemboca en el dique por uno de los extremos; por el otro, un tubo recoge el agua de otro afluente menos caudaloso.

«La gente quiere que llueva mucho para que le entre más agua a esta represa. Así se le puede extraer más y por tanto, la generación de electricidad dura un período más largo», argumenta Gómez Rieche.

Desde allá arriba, donde uno parece tocar las nubes con las manos, se escucha un corrido mexicano que sale de algún equipo de música de Manantiales. A ese caserío, perdido entre las montañas del Escambray, la electricidad, gracias a la Revolución, les «cae» del cielo.

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