Hizbullah, azote del Sahel

Paradójicamente invertida la leyenda bíblica hebrea sobre la victoria del pequeño David contra el gigante Goliat, se pudiera leer la resistencia inquebrantable de Hizbullah (hijos de Dios) sobre el poderoso Sahel (ejército de Israel), a tal punto que estrategas militares de Tel Aviv pusieron el grito en el cielo -¿o en el infierno?- cuando el grupo de combatientes libaneses decidió combatir abiertamente al lado de Siria frente a la agresión incoada por el imperialismo norteamericano.

Así, a la derrota de mercenarios entrenados por agentes británicos y franceses que penetraban Siria desde el Líbano, Hizbullah sumó este junio pasado su provechoso apoyo al ejército sirio en la destrucción de dos vehículos militares y captura de nueve soldados israelíes en la región de Al Quneitra, zona ocupada por los sionistas desde la guerra de 1967.

                                                                                                             
La reacción de Israel no se hizo esperar, intensificando sus bombardeos contra objetivos sirios y ofreciendo mejores armas y apoyo logístico a Al Qaeda, uno de los entes calificados de terroristas por Washington, que lo ha utilizado según su conveniencia.

Tel Aviv, además, ha tratado de evitar que Damasco ofrezca mejores armas a una resistencia libanesa que ha demostrado hasta la saciedad que puede parar en seco y hasta desarticular ofensivas israelíes con todo tipo de apoyo, como corresponde a un país altamente militarizado y con centenares de armas nucleares.

Lo más lamentable de todo es que a cada derrota del Sahel por Hizbullah, el régimen sionista ha reaccionado con la masacre de palestinos, sin que otras naciones se interpusieran para evitarlo.

Cuando Israel fue derrotado por la resistencia en el 2000 y se vio obligado a poner fin a su ocupación de la mayor parte del sur del Líbano, envió un mensaje a los palestinos de que eso no significaba nada, y masacró y destruyó cuanto quiso en Gaza para evitar cualquier intento de repetir el modelo de la resistencia libanesa.

Los 34 días de guerra desatados por Israel en el Líbano hace siete años en este julio, fueron un intento israelí de destruir la resistencia encabezada por Hizbullah que, con medios humildes, dio muerte a más de un centenar de soldados invasores.

La rabia de los generales y gobernantes israelíes se cebó entonces contra la población civil del Líbano, donde utilizó su superioridad aérea para hacer lo que mejor sabe, asesinar. Perecieron más de 1200 personas, en su inmensa mayoría civiles, y fue destruida gran parte de la infraestructura del pequeño país.

Pero todo este andar criminal no pudo evitar la destrucción del mito de la invencibilidad del Sahel, utilizado dos años después, en diciembre del 2008, en la Franja de Gaza para volver a ganar méritos ante su pueblo, en un hecho de la mayor inmoralidad que pueda ser posible, como se puede palpar en el siguiente párrafo de Ramzy Barud, editor de la página web de Crónica de Palestina:

«Fue espantoso que las familias israelíes se reunieran en masa cerca de la frontera de Gaza con Israel para ver como Gaza y sus habitantes eran rápidamente volados en pedazos…  Las víctimas de la guerra pueden haber sido los palestinos de Gaza, pero la audiencia era israelí. La brutal y muy desigual guerra unió a los israelíes, entre ellos a sus autoproclamados partidos de izquierda, en un raro momento de solidaridad. Allí estaba la prueba de que el ejército israelí tenía fuerza suficiente para logros militares».       

                                   
Aquella matanza hace recordar cuando el Partido Kataeb, del Líbano, bajo la protección de las tropas del Sahel, asesinó a miles de palestinos en los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila, con el apoyo internacional de Estados Unidos, sus aliados de Europa y, por supuesto, Israel.