Blanca Rosa Blanco: Ser cubana es no renunciar a lo auténtico

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Blanca Rosa Blanco: Ser cubana es no renunciar a lo auténtico
Fecha de publicación: 
1 Mayo 2013
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Fotos: Alain L. Gutiérrez

No puede caminar una cuadra sin ser detenida diez veces, por lo menos… Pero igual, no hay taxi o “almendrón” que no la lleve con gusto hasta la misma puerta de su casa, cosa no siempre fácil en esta Habana. Considerada por algunos el “nuevo rostro” del cine cubano, lo cierto es que Blanca Rosa Blanco da la cara en muchas de nuestras más recientes producciones para la pantalla grande y en otros espacios audiovisuales. Esta prolífica y exitosa actriz ha pasado por las Páginas del diario de Mauricio, ha ganado en El premio flaco, juega en Habanastation y huye de los zombies en Juan de los muertos, por solo citar algunos. Y no conforme con eso, se las arregla para impartir clases, incursionar en la dirección… y más.

Foto: Alain L. Gutiérrez

Estoy tratando de reorganizar mi vida con respecto al tiempo, me doy cuenta de que hay que dormir ocho horas, ¡han tenido que pasar 20 años para darme cuenta! Durante mucho tiempo no lo sabes, tienes que estudiar, que trabajar y priorizas otras cosas. Ahora me estoy replanteando mis prioridades, la familia, mi casa, sin dejar de trabajar.

No me he salvado de los malos momentos, la muerte de mi padre, la vejez de mis abuelos, la partida de mi hermana mayor y sus hijos a España… separaciones inevitables y dolorosas. Ahora miro en la distancia cada suceso y me aferro a seguir de la mano de los que están cerca, mi hijo, mi madre, mi hermano, mi pareja. Cada minuto en el que no trabajo es de ellos, aun cuando estoy a tope y llegar a casa significa estudiar para el día siguiente, procuro que comamos juntos, que nos escuchemos un rato, reírnos, discutir, planificar algunas vacaciones, algo que es absolutamente nuevo para mí. Conocer ciudades y culturas diferentes lo disfruto al máximo, tanto como leer un buen libro o ver películas…. y ¡bailar!

Me gustaría saber cómo es tener un día normal, pero mis días tienen el encanto de ser diferentes entre sí. Nunca sé a qué lugar voy al día siguiente, en dónde pasaré mis horas, cómo será la casa donde filmaré. Ese descubrimiento es un ejercicio cotidiano y lo disfruto mucho, conocer personas diferentes cada vez, me retroalimentan sus historias, sus conflictos.

Una vez al año preparo una fiesta grande en mi casa. Vivo en un barrio en la periferia de la ciudad, San Agustín, ese día cocino al carbón una paella gigante, vienen mis amigos, la familia, y se ha convertido en el menú oficial, ja ja, y la suerte es que siempre tengo un buen motivo para celebrar. Nací en esta misma zona, y en este templo de puertas abiertas vivo desde que tenía cuatro años, con perros, gatos, peces, aguacates, mamey, guayabas, mangos, plátanos, orquídeas, helechos y el olor de la tierra en las mañanas. Estas pequeñas y grandes cosas me llenan algunos espacios, los otros siguen con inquietudes constantes.

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Mi obra más completa y obra al fin imperfecta, es mi hijo; César se parece a su momento, al que le corresponde hoy, estamos atravesando la adolescencia y aprendemos juntos todos los días. Confío en que sea un buen hombre, con todas las virtudes a las que aspiramos las madres. Hoy quiere ser de todo: músico, informático, profesor de Física… lo importante es que no deje de soñar. Las ilusiones no se las voy a quitar nunca.

No siempre puedes elegir tus personajes, hay etapas. Ahora puedo decidir cuáles hago o no. Siempre intento ponerme en las circunstancias de los personajes, y hay una especie de momento endemoniado entre ellos y yo.

¿Nuevo rostro? Esos llamados rostros del cine cubano han sido iconos, y si hay otra generación y yo soy parte de ella, me siento en deuda. Si ahora puedo estar ahí fue porque existieron ellos y ojalá algún día me vean como parte de esa historia.

He filmado en España, pero me encantaría hacer una película india, rusa o francesa, cada cual tiene su propio sello. Es una experiencia interesante, te permite saber cómo estamos con el mundo. El caso de Cuba es particular, porque tenemos la maldita circunstancia del agua por todas partes, como dice el poeta. Conozco muchos actores que podríamos integrarnos y aprender a trabajar en un sistema como el de Hollywood, por ejemplo, a pesar de parecer muy desconocido, así que si algún día me dan la oportunidad, creo que la aprovecharía muy bien.

En el Festival de Michigan, no esperaba que me conocieran, pero Michael Moore sí sabía quiénes éramos, y fue muy gracioso cuando nos presentó. Dijo: “yo quisiera que la Julia Roberts de Cuba subiera a recibir el premio”. Fue una emoción grande porque alguien consideraba mi trabajo similar al de una estrella de Hollywood. O sea, que estamos aún a distancia de que se reconozca el cine nuestro en el mundo, pero empieza a abrirse paso.

Ser cubana es no tener que renunciar a lo auténtico, en esos lugares uno marca la diferencia cuando sigues siendo como eres y te expresas como eres. Hay que aprender a ser parte del mundo, ser capaz de competir y ganar pero sin perder tus raíces. Ahí es cuando nos damos cuenta de que Cuba tiene un lugar en el mundo, no estamos tan lejos.

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