Estados Unidos: paraíso fracturado
especiales
Este es el país desarrollado con más pobreza y desigualdad, menos cobertura de seguridad social y mayor cantidad de prisioneros. Y en un reciente artículo, el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz sostiene que el sueño americano es un mito, pues hay menos igualdad de oportunidades que en Europa y en cualquier país industrial avanzado.
Además del alto nivel de desigualdad, la brecha no deja de crecer, pues en la recuperación del 2009 y 2010, el 1 por ciento de los estadounidenses con mayores ingresos se quedó con el 93 por ciento del aumento de la renta, y hay una tendencia a la concentración de ingresos y riqueza en la cima, reducción de las capas medias y a un incremento de la pobreza en los estratos bajos. Y lo más grave es que los banqueros que dejaron a la economía mundial al borde de la ruina recibieron jugosas bonificaciones.
En la cima están quienes obtuvieron su riqueza ejerciendo el monopolio del poder. Son ejecutivos que aprovecharon deficiencias de gobierno corporativo para quedarse con una cuota excesiva de la ganancia de las empresas, y otros que usaron sus conexiones políticas para sacar partido de la generosidad del Estado, cobrándole demasiado por lo que compran (medicamentos) o pagándole poco por lo que venden (permisos para explotación de minerales).
En el caso de los financistas, su riqueza proviene de la explotación de los pobres, por medio de préstamos predatorios y prácticas abusivas con el uso de tarjetas de crédito.
Ello niega la validez de la teoría del ‘derrame’, que sostiene que enriquecer a los de arriba redunda en beneficio de todos, ya que la mayoría de los estadounidenses cuentan con menos ingresos reales, ajustados por la inflación, que en 1997. La legislación de quiebra privilegia los derivados financieros, pero no permite la extinción de las deudas estudiantiles. ¡Todos los beneficios del crecimiento fluyeron hacia la cima!
El país creció más rápido durante las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, con las políticas del Estado de Bienestar, que después de 1980, cuando comenzaron las políticas de mercado. Lo grave es que la desigualdad reduce el crecimiento y la eficiencia, pues el activo más valioso con que cuenta la economía (su gente) no se emplea plenamente, y la recesión agravó la desigualdad, provocando recortes en gastos sociales básicos y un alto nivel de desempleo que presiona sobre los salarios a la baja.
Concluye Stiglitz, que la desigualdad está corroyendo los valores e identidad, ya que ofrece favoritismo para los ricos y justicia para los que puedan pagársela: esto quedó demostrado en la crisis de las ejecuciones hipotecarias, cuando los grandes bancos creyeron que además de demasiado grandes para quebrar, eran muy grandes para hacerse responsables. Estados Unidos no puede, entonces, considerarse la tierra de oportunidades que alguna vez fue.
Añadir nuevo comentario