Tres asaltos con Alfredo Duvergel

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Tres asaltos con Alfredo Duvergel
Fecha de publicación: 
31 Diciembre 2012
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El árbitro lo llama al centro del ring. Todos en las gradas corean su nombre. Es el ícono del deporte de los puños en Isla de la Juventud y la ansiedad por la victoria, por sus confesiones, es total. Suena el gong y Alfredo “el pulpo” Duvergel ya está tirando jabs, ahora frente a un contrario más difícil, la grabadora, las preguntas.

Primer round:

“Soy de Guantánamo, pero vine a Isla de la Juventud con mis padres cuando tenía 12 años. Allá no practicaba ningún deporte, pero desde que llegué empecé en voleibol, baloncesto y fútbol antes que boxeo. Estudiaba en la escuela Richard Guerrero (todas las conocen por la 55).

“Era el mejor en baloncesto, pero no me sacaban para ninguna competencia y yo veía que en boxeo siempre iban gente a competir. Además, el boxeo era el único deporte que no iba al campo (ja, ja,ja). Entonces me puse los guantes un día y probé. Tendría unos 13 años.

 “Mi papá nunca quiso que practicara este deporte porque decía que los golpes en la cabeza siempre traían problemas y que me volvería loco. Al principio me escondía para entrenar en un toronjal, donde se ponían cuatro cuerdas entre las matas de toronjas y entrenaba con Pedro Naranjo, mi primer preparador. Él me decía: calma,  calma, porque estaba loco por aprender.

“Mi primera pelea fue en La Fe, luego a un evento municipal y de ahí al torneo Playa Girón en la provincia de Granma, en 1984. Imagínate, tenía 15 años. Gané la primera pelea a un granmense y perdí la segunda por nocao con Radamés Castillo, de Santiago de Cuba, en 63.5 kilogramos. Me dije, tengo que seguir luchando y fui a los Juegos Escolares del año siguiente y tampoco cogí nada. Pero en 1985 se hizo el Girón en la Isla y gané bronce, la única medalla del territorio, Me seleccionaron el novato del evento.

“De ahí me captaron para el equipo nacional, pero le dije al profesor Alcides Sagarra que no podía estar allí porque no aguantaba el rigor del entrenamiento. Era muy niño y ahí estaban todavía Stevenson, Horta, entre otros boxeadores con tremenda calidad.  Me mandaron para la ESPA con el profesor Pedro Roque y allí me preparé para subir al equipo nacional dos años después”.

“A Roque le agradezco mucho porque me enseñó los primeros secretos de este deporte. Cuando volví a la finca (se refiere al centro donde entrena la selección nacional de mayores) era otro. Los sparring eran tan duros que soltábamos sangre, porque boxeaba con Savón, con Espinosa, ya que en esos entrenamientos no importaba el peso, sino prepararse. Alcides siempre decía que no podía haber miedo.

“Además, así nos esforzábamos todos, Savón para que no le diera un golpe y yo porque no quería que me noqueara. Era la segunda figura de mi división, (71 kg). En el primer torneo internacional que fui, un campeonato centroamericano en Costa Rica regresé con oro, al ganarle a Aranda, un ídolo en ese país”.

 

Segundo asalto

Duvergel va tomando poco a poco el control de la pelea, digo, la entrevista. No pierde un minuto para confesar su historia a las nuevas y viejas generaciones que lo vieron pelear. Sin hacer fintas, el pinero es capaz de reconocer lo bueno y lo malo de esos años en un equipo que reunió a decenas de boxeadores ilustres sobre el ring.

“Pegaba duro, pero mis principales características eran el movimiento constante y que era un boxeador muy tramposo, pícaro, que hacía mucha maraña. Hacía fintas y  enredaba a los contrarios.

“Esa fue la fórmula que encontré para poderle ganar a Juan Carlos Lemus, que con toda justicia fue a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, donde se coronó campeón. Yo estaba muy joven y me faltaba experiencia para ganarle a muchos boxeadores grandes que había en esa división.  Este criterio se lo dije a Sagarra.

“El ciclo olímpico 1992-1996 sí fue mío. En 1993 quedé subcampeón del mundo, perdí con Francis Vastag, uno de los grandes de todos los tiempos. En el mundial de 1995 perdí nuevamente con él en la final, aunque lo tumbé. En los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 él pierde con un alemán y no nos enfrentamos. Yo le gané a un kazajo en semifinal y discutí  el oro con un estadounidense (hace una pausa para rememorar su pasaje deportivo más trascendente).

“Es inevitable en mi carrera deportiva referirse a esa última pelea en Atlanta.

"Hubo una equivocación en la dirección del combate. Estaba ganando fácil mi pelea, pero no lo sabía y me dijeron que saliera en ese tercer asalto a matar a ese hombre porque era americano y había que matarlo como quiera. Equivoqué el ritmo de pelea, y en la desesperación me noquearon. Cuando terminé se lo dije a Alcides y él mismo reconoció que no había necesidad de esa táctica.

“Debo reconocerlo, me salvaron las palabras de Fidel en el recibimiento a la delegación olímpica, cuando dijo que había muerto en primera fila como mueren los héroes, en combate. Además, me abrazó y me dijo: campeón. Mucha gente pensaba una pila de cosas feas, pero esas palabras lo cambiaron todo.

“Cuando iba saliendo del aeropuerto, una compañera me preguntó: Duvergel, cómo fue que hiciste eso, y le dije: ¿tú no escuchaste al Comandante?  En la Isla me hicieron un gran recibimiento. Esa medalla de plata olímpica marcó mi carrera y me hizo crecer como persona. Además, gané el oro de la dignidad que me entregó Fidel.
“Lo que impidió una mejor actuación en el ciclo 1996- 2000 fue la mala comunicación entre entrenador y atleta. Nunca fui un boxeador carismático, caía mal en el equipo nacional y me tenía que ganar las cosas sobre el ring. A Alcides nunca le cayó bien mi forma de pelear, la criticó muchas veces.  

“Recuerdo que Jorge Gutiérrez y yo peleamos en un torneo en la Sala Ramón Fonst y salió una crítica en la prensa sobre mi estilo. Después de eso, se determinó que no fuera a los Juegos Olímpicos de Sídney. Se fue injusto, porque así había sido campeón del mundo en 1997.  Me sentía bien físicamente. Fíjate que Alcides me puso a pelear en todos los pesos, con todo el mundo y les gané. Al final, le dije, a quién me va a poner si le he ganado a todo el mundo. Y me respondió: a mí no me puedes ganar porque soy el jefe.

“Y esa exclusión olímpico me afectó. Dejé el boxeo porque en el deporte uno debe siempre ayudar y querer a sus deportistas, pero no “enamorarse” de algunos. Que vaya el bueno y si alguien se lo gana, se lo ganó. Me fui limpio y honradamente: campeón mundial y subcampeón olímpico”.

Tercer asalto

Son los últimos minutos, pero no por ellos Duvergel rehúye el intercambio preguntas- respuestas, golpe a golpe. Sus criterios son tan fuertes como los puñetazos que daba sobre el cuadrilátero y los hizo merecedor de todos los títulos que entrega la Asociación Internacional de Boxeo Aficionado (AIBA).

“Lo que caracteriza la escuela cubana de boxeo es la buena técnica, los excelentes desplazamientos que tenemos sobre el ring, y sobre todo el conocimiento de sus entrenadores. A pesar de las diferencias entre nosotros, siempre he dicho que Alcides Sagarra es el artífice de esos resultados mundiales y olímpicos. Es el entrenador que más sabe y si no fuera por él hoy yo quizás fuera un delincuente. Él nos introdujo a estudiar, al buen camino.

“El calificativo de “El Pulpo Duvergel”  me lo puso en 1992 el periodista Manolo Cabalé, quien dijo que no sabía de dónde había sacado ese boxeo, muy difícil, extraño. Me gustaba que lo corearan, que la gente me dijera así. En realidad, ese estilo lo cree mirando a Mohamed Ali y a Bruce Lee. Hice una combinación de ambos y a veces ni yo me entendía”.

 “Recuerdo que Lemus no sabía que iba a hacer conmigo. Decían que le ganaba porque hacía finta y maraña. Un día me dije: no le voy a hacer finta. Y el primer asalto lo perdí. Mariano Leyva, uno de los entrenadores, me dijo: ¡házle fintas, ese no es tu boxeo!  Cuando empezó el segundo asalto el pueblo de Matanzas comenzó a gritar: ¡Pulpo, la finta, Pulpo, la finta!  Se la hice y le di nocao.

“Coincido en que sí hay descenso en nuestro boxeo, a pesar de las medallas olímpicas en Londres. Recuperarlo cuesta trabajo y tiempo. Quitar la cabecera es un abuso porque Espinosa, Savón y hasta yo noqueábamos con ellas. Entonces no es cuestión de cabecera, sino de estirar la mano y meterla al rostro. Hoy falta pegada, movimiento y ataque. Hay que enseñarle muchas cosas todavía a esos jóvenes”.

“Nunca me he ido de la Isla de la Juventud porque  me han tratado bien y vivo feliz. Se olvidan mucho de las glorias deportivas de aquí, como Michel Enríquez, Alexander Ramos, etcétera, pero los pineros también hemos hecho historia en el deporte revolucionario.

“Estoy un poco disgustado porque mi retiro se hizo en La Habana, en la Kid Chocolate y no en Isla de la Juventud, donde me hice. Aquí están muy disgustados, porque  muchos ni saben que me retiré, ya que nada salió en la prensa. Y eso es duro, porque si volviera a nacer volvería a ser boxeador.

“Mi paradigma en el boxeo es Teófilo Stevenson. Me quería mucho y me daba consejos. Dentro del equipo nacional mi hermano, padre y amigo es Félix Savón. Y fuera del boxeo uno que me estimula siempre es Alberto Juantorena”.

“El trabajo con los niños es lo más lindo que hay en el mundo. Además, te da tranquilidad estar enseñando lo que aprendiste y que ellos se sientan contentos. He tenido buenos resultados y tengo algunos prospectos”.

La pelea concluye. El árbitro levanta la mano del cinco veces campeón nacional y del autodefinido admirador número uno de las orquestas musicales Los Van Van y la Original de Manzanillo  Aplausos del público. Alfredo Duvergel ha vencido otro combate.

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