Reverencia para Nadal, la Furia Roja del tenis
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Rafael Nadal.
Foto: EFE
Yo tengo predilección especial por aquellas personas que lo dan todo, independientemente del aspecto de la vida que estemos abordando, las que no se rinden ante las adversidades, las que son conscientes de sus limitaciones pero no se dejan frenar por ellas, las que sudan en cualquier frente aunque sean miradas por encima del hombro.
En una época en que le tocó coexistir con dos monstruos como el suizo Roger Federer y el serbio Novak Djokovic, ambos más dotados que él técnicamente, el español Rafa Nadal se hizo un hueco entre los grandes del tenis mundial a base de entrega y corazón.
Su zurda privilegiada, pero sobre todo su mentalidad de hierro, le hicieron ganar muchos más títulos de los que se hubiera pensado en una época donde le acompañaron esos otros dos gigantes del deporte blanco, luego de 23 años de carrera en la elite.
En 2017 cosechó su décimo título de Roland Garros y la organización del torneo decidió entregarle en propiedad una copia exacta de la Copa de los Tres Mosqueteros, pues los ganadores normalmente son premiados con una réplica en miniatura, mientras que la original permanece en el despacho del presidente de la Federación Francesa de Tenis.
Debió sufrir el estigma de muchos que le criticaban por ganar solamente en superficie de tierra batida, pero los calló a todos, y se marcha con un palmarés plagado de títulos, en los cuales están los cuatro Grand Slams (fueron 22 en total), por supuesto, pero también la Copa Davis y los Juegos Olímpicos, estos últimos con oro tanto individual como por parejas.
Es una manera fácil de resumir la labor del nacido en Manacor sobre las canchas, pero quedaría corto si no se reseñan sus mil batallas contra las lesiones, sin las cuales hubiera engrosado mucho más sus vitrinas.
Especialmente en los dos últimos años fue más el tiempo que estuvo en recuperación, o tirado en una cama luego de cada partido soportando dolores de todo tipo, que regalando su tenis lleno de furia, ese que en cada raquetazo parecía decir: “¡Aquí estoy yo!”, contra viento y marea.
No por gusto el mundo deportivo y político en las últimas horas se ha rendido a sus pies, luego de anunciar lo que ya todos sabíamos: que este sería su año de despedida.
Lo hará de la mejor manera posible, defendiendo los colores de su amada España, en la fase final de la Copa Davis, que tendrá lugar precisamente en suelo ibérico, el próximo mes en Málaga.
No volveremos a ver su cinta en el pelo ni su cuerpo bronceado sobre las pistas de tenis por un buen tiempo, hasta que se anote en algún torneo para veteranos, o quiera dedicarse a entrenar a otros.
Hasta entonces, merece una reverencia bien profunda La Furia Roja del tenis mundial.
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Javier Hernández Fernández
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