Apuntes sobre una exposición

Apuntes sobre una exposición
Fecha de publicación: 
11 Diciembre 2012
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 Vestigios de la mente


¿Soñadas? ¿Surrealistas? ¿Filosóficas? ¿Místicas? ¿Poéticas? ¿Reflexivas? Qué adjetivo acompañaría con justicia las «Voces al viento» que el artista pinareño Daussel Valdés lanza desde su más reciente exposición personal, emplazada junto a la Plaza de San Francisco de Asís, en el estudio-galería Carmen Montilla.


Sobre el presente trabajo de Daussel escribió el Historiador de la ciudad de La Habana, Eusebio Leal Spengler: «Si la noble inspiración que nace de los bellos parajes de su tierra ha sido la base para el inacabado diálogo entre la vocación y el oficio; si su arte logró hacer diferente todo concepto precedente del paisaje; si entre rocas y nubes plasmó sueños que solo están reservados a los verdaderos artistas, con esta muestra ingresa en un nuevo espacio absolutamente creado por él y para él».


Los dos primeros párrafos ya están listos, casi fueron fáciles, pero ahora debo seguir y de repente no sé qué se supone que alguien escriba sobre una muestra a la que llegó por azar, o sea, la cosa es que ibas desandando la vieja Habana con el amigo de la cámara, mitad trabajando, mitad paseando, es decir, estabas cazando espacios sobre los que encontraras algo que decir, pero a la vez los disfrutabas con el amigo, entras a esta galería como por inercia y allí estás, escuchando la frase «este lo pondría en la sala de mi casa con mucho gusto», y pensando: «yo también»

La voz de los vientos


Estás frente a una roca inmensa en la que se han instalado dos rústicos micrófonos (digo yo) y el viento (me parece ver el viento ahí dibujado), a unos pasos hay otra roca en la que se adivina a un señor todo solemne, ojos cerrados, melena verde como un bosque espeso, que levita sobre el césped en un sueño profundo y otra vez el viento que pasa casi suave, que lo sostiene, lo arrulla…

El sueño


Hay más escenas insólitas (no, esa no es la palabra, son como introspectivas, como si alguien las hubiera fotografiado dentro de sí con la esperanza de poder expresarlas, o sea, probablemente son escenas que no existen sino en la inquietud de alguien que las dibuja para compartirlas, porque pudieran existir en la inquietud de muchos).

La filosofía del disparate


Queda aquella del disparate, donde el paraguas debe soportar una lluvia de rocas (sugerente, parece raro, pero he visto algunos paraguas épicos como aquel, aparentemente simples paraguas que intentan resistirlo todo, bueno, creo que los he visto, no estoy segura, pero creo que sí, metafóricamente hablando, me refiero a que desafortunadamente nos acecha el disparate)…


Definitivamente me gustaron estos paisajes íntimos, pero que me hayan gustado a mí no es realmente importante, simplemente creo que son una ocasión para «creerte artista», o sea, te paras frente a ellos y puedes pensar que son tuyos, recrearlos desde tus sensaciones, en tanto los observas y los meditas.

Causas y azares


Agradecerás que el catálogo traiga algunas pequeñas cartulinas, aunque sean en blanco y negro, aunque extrañes el azul y el verde y los contrastes que dividen sin separar, que contraponen imágenes y con ellas conceptos, puntos de vista, aunque extrañes el cielo, que parece el cielo mismo fotografiado y, como aquel, lo acoge todo: cada mitad y cada unidad, cada piedra dura y cada árbol viviente y, por supuesto, al hombre (al hombrecito del sombrero también).

Las profecías de Einstein


Se disfruta este momento entre rocas que gravitan, que permanecen suspendidas entre la tierra, el cielo, el viento, este juego de vegetación que completa formas y define ideas, emociones, conceptos, sacudidas de los sentidos que se aguzan para no quedarse fuera de la mirada…


Es bueno, en definitiva, que la señora que está a cargo solo recuerde darte el catálogo al final, cuando casi te vas y todos los apuntes están hechos, para que no leas hasta entonces la conclusión de ese sabio llamado Eusebio Leal que prefirió recordar las de un genio:


«
Valdría entonces recordar aquellas palabras todas versos que el Apóstol de Cuba estampara en el hermoso cuaderno Ismaelillo, como dedicatoria a su hijo:


“Tal como aquí te pinto,

Tal te han visto mis ojos.

Con esos arreos de gala

te me has aparecido.

Cuando he cesado

de verte en una forma,

he cesado de pintarte.

Esos riachuelos

han pasado por mi corazón.

¡Lleguen al tuyo!».

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