Kennedy, fuegos fatuos y los 13 disparos
especiales
Cada cierto tiempo salen a la luz nuevos detalles del complot ultrarreaccionario para asesinar al presidente norteamericano, John Fitzgerald Kennedy, una de las cuestiones más ocultas y falseadas por el complejo militar-industrial que desde pocos años atrás empezaba a gobernar en Estados Unidos.
He podido observar la foto de Kennedy ya muerto, con más orificios de balas de los que se decía al principio, y que fuentes de confianza han reiterado que fueron 13, lo cual, por supuesto, desmiente que su asesino fuera una sola persona, Oswald, e incluso que este llegara realmente a participar.
El investigador Paul Kangas asegura que en el hecho existió una confabulación dirigida por el entonces jefe de la Agencia Central de Inteligencia, George Bush, y el exvicepresidente Richard Nixon. Ambos estuvieron detrás de la Comisión Warren, todo un «paripé» que tuvo su equivalente en la Comisión Kean del 11 de septiembre del 2011, la encargada de retrasar, obstruir y permitir que se eliminaran las pruebas para la investigación de los atentados achacados a terroristas árabes.
Es que, simplemente, se crean fuegos fatuos, para desviar la atención sobre una cuestión importante en la que se quiere mantener a la gente en el desconocimiento y el engaño. Así, los asesinos intelectuales y ejecutantes son libres de culpa, y a los testigos no se les amenaza, sino se les mata.
Un documento descubierto hace cinco años, pero que solo hace semanas se comprobó su autenticidad revela que George Bush estuvo directamente implicado en el asesinato, al situarlo trabajando con el agente de la CIA, Félix Rodríguez (posterior agente del Irán-Contra), reclutando exiliados de la mafia cubana para la invasión de Cuba.
Mientras los cubanos eran entrenados Bush volaba semanalmente de Houston a Miami semanalmente, este pasó los años 1960, y 1961 reclutando cubanos en Miami para la invasión de 1961 por Playa Girón. Así es como conoció al miembro de la CIA, Félix Rodríguez, con quien estuvo relacionado en la invasión a Nicaragua y el llamado Irán-Contra, como aseguró The Washington Post el 10 de julio de 1990. Otras fuentes, como el investigador cubano Gabriel Molina Franchossi, el diario argentino La Nación, la revista Rollin Stone y el doctor Carl Jensen, del Sonoma State Collage coinciden en diversos hechos con la participación de Richard Nixon en el hecho. Regresando al asesinato en sí, la comprobación de los 13 impactos de bala en el cuerpo de Kennedy, corroboran la participación de varios tiradores, entre ellos, se asegura, cubanos reclutados por la CIA. Incluso, se ha afirmado que tras recibir Kennedy el primer balazo en la cabeza y al ser herido el gobernador Connelly, el chofer del vehículo se viró y disparó contra el presidente. Las personas que aseguraron esto fueron posteriormente eliminadas.
Sería extremadamente largo y pecaríamos de “copiadores”, si traemos a colación todos los pormenores del hecho, que sí cambio el curso, para peor, de la historia de los gobiernos en Estados Unidos. Kennedy, una figura con carisma, asumía a veces el papel de play boy, se ufanaba de su amistad con el cantante y entonces demócrata Frank Sinatra, de quien se dice facilitó las relaciones del mandatario con Marilyn Monroe, así como con el jefe mafioso Sam Giancana, a cambio este último de facilitar unos 150 000 votos de la central obrera AFL-CIO.
Pero el hermano de John, Robert, impidió que se cumpliera promesas hechas al mafioso a cambio de su apoyo, que granjeó su enemistad, a la que sumó la de los reaccionarios cubanos de Miami y New Jersey que se sentían traicionados por la derrota infligida por el pueblo a los mercenarios que invadieron a Cuba por Playa Girón.
En este contexto se han hecho películas de muy buen corte, entre ellas JFK, e investigaciones presuntamente objetivas, pero que no dicen totalmente la verdad, como se ha demostrado después.
Las personas de alto nivel implicadas y sospechosas nunca han tenido que rendir cuentas a la justicia, y las de bajo perfil tampoco, porque estas últimas fueron impunemente asesinadas.
El asunto era no dejar testigos para que no se conociera que, aparte de la implicación en menor escala: mafia, “gusanera” cubana y autoridades de Dallas, existió algo más importante y que el propio Kennedy denunció semanas atrás en su discurso ante la Asociación de Prensa, en el Waldorf Astoria, de Nueva York, la existencia de sociedades secretas en la sombra que estaban ejerciendo entidades que respondían principalmente a los Rockefeller, entre ellas el Club Bilderberg.
Al efecto, emitió la Orden Ejecutivo 11110, en la que John Kennedy retiraba la potestad de fabricar dólares sin aval de oro, y de otorgar créditos (deuda pública) a la Reserva Federal, propiedad de banqueros privados, que afectaba también a los Rockefeller y a los también superpoderosos Rothschild, que cobraban créditos de la nada, o por blanqueo de la droga —de la cual tenían el monopolio, así como el del mercado del oro en Londres. Esto, lo más probable fue la más importante y decisiva gota que colmó el vaso de la conspiración que le costó la vida.
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