La profanación de la figura y la memoria de Mahoma es la chispa, no la pólvora
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Incluso quienes creen comprender la coyuntura política mundial están perplejos por el modo simple y expedito como un provocador con un panfleto pesimamente elaborado puede generar tensiones como las que estallan en países musulmanes del Medio Oriente y África del Norte que constituyen la zona más crítica del planeta.
Una película que nadie ha visto, producida por individuos que ocultan su rostro, su identidad, su fe y sus propósitos políticos puede generar excesos capaces de cubrir acciones tan poco religiosas como atacar con cohetes una embajada y liquidar a un embajador. Los comportamientos violentamente letales que asoman a las pantallas no son expresiones de fe, sino de iras y venganzas contenidas gestadas por siglos de opresión y frustración. Afortunadamente el Islam es diferente a eso.
Obviamente no hay simetría entre la entidad de la ofensa proferida a quienes profesan el Islam y el carácter de las violentas reacciones que han tenido lugar en varios países. Los terroristas que ultimaron al embajador norteamericano en Libia utilizaron como cobertura una manifestación (que tal vez provocaron u organizaron) por la profanación de la figura de Mahoma, como podían haberlo hecho por cualquier otro evento.
Lo que parece ocurrir en Libia, Yemen, Túnez y Egipto más que expresiones de ira derivadas del rechazo a una torpe e individualizada profanación religiosa, son anuncios de explosiones sociales motivadas no por un acto sacrílego, sino por una “primavera árabe” que no llegó a florecer, fue castrada y frustrada y resultó para esos pueblos, más que en una liberación en una humillación. El modo como occidente intervino en Libia, la forma como fue zanjada la rebelión de masas en Yemen, Egipto y Túnez, cambiaron el perfil del descontento mas no lo resolvieron.
Eso explica por qué los manifestantes que no son levas de ignorantes y fanáticos, sino activistas políticos, se enfocan no hacía el profanador del cual deberían exigirse la búsqueda y enjuiciamiento, sino hacía los embajadores de Estados Unidos, penalizando por persona interpuesta a una administración cuya errática e inexplicable política exterior, torpemente conducía por Hillary Clinton, en lugar de soluciones y avenencias, va por el mundo tratando de apagar fuegos con chorros de gasolina. Si algo resulta evidente es que el mundo global, aplanado por la tecnología, no puede ser regido del modo como intenta hacerlo Estados Unidos.
Obviamente el presidente Obama no hubiera querido que estos hechos ocurrieran y no hay manera racional de culpar a su administración por la burrada del provocador que produjo el filme. El imperio americano puede ser malvado pero idiota no es.
La profanación de la figura y la memoria de Mahoma es la chispa, no la pólvora. Por esta vez no voy a darle la razón a Carlos Marx. La religión no es el opio del pueblo, sino una elaborada expresión de la cultura y un magnifico aporte a la convivencia, pero la fe, en el contexto de circunstancias problemáticas puede ser manipulada. Los hechos están a la vista.
El opio no está en los altares, en las mezquitas, en las sinagogas ni en los textos sagrados, sino en las injusticias de sociedades contaminadas por la frustración y los afanes de venganza.
El imperialismo es culpable, no por haber profanado a Mahoma, sino por provocar la acumulación de odio que favorece el fundamentalismo religioso, la teocracia y también las posiciones antirreligiosas. Marx utilizó la desafortunada metáfora referida a Occidente y no fue aceptada: ¿Será acaso que vale ahora para los pueblos del Oriente? Allá nos vemos
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