Meryl Streep: en busca del erotismo perdido
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La editora despiadada, la dama de hierro, la esposa feminista, la víctima del Holocausto, la sindicalista… podría pensarse que Meryl Streep ha interpretado todos los roles imaginables, sin embargo le quedaba todavía uno en el tintero, el del ama de casa frustrada por un matrimonio de 31 años rutinario y sin sexo, que decide forzar a su marido a realizar terapia de pareja. Por eso la actriz, nominada 17 veces al Oscar, propició que el director que había tenido en El diablo viste a la moda , David Frankel, la dirigiera a ella y a Tommy Lee Jones en la comedia dramática ¿Qué voy a hacer con mi marido?
, que se estrena mañana Las cámaras la han visto hacer de todo pero esta vez, en esta película intimista y por momentos incómoda, se posan sobre la actriz de 63 años para descubrirla dándose placer por sí misma, aprendiendo a encender la vieja llama. Ganadora de tres Oscar, ¿fue para ella un desafío tener que fingir un orgasmo solitario? “Y qué te hace pensar que estaba fingiendo” es su pícara respuesta. Vestida de camisa y pollera blanca, un pañuelo al cuello y muy poco maquillaje, el pelo rubio recogido y una sonrisa permanente, Meryl demuestra una vez más ante la prensa por qué es una lady.
“Ahora en serio, no creo que esta película trate sobre sexo”, minimiza, guiando con tono suave la conversación con la prensa, que tiene lugar en un hotel de Los Angeles menos despojado de pretensiones que ella. “El amor a veces es doloroso, especialmente si amás a alguien y sentís que no se puede avanzar en la relación. Creo que fue una chance de hablar íntimamente acerca de cosas que importan y de una manera en la que no estamos acostumbrados a ver gente de nuestra edad en el cine. Esta película es una especie de Blue Valentine ( Una historia de amor ) para gente de nuestra edad”.
Se la ve muy bien, luce madura y natural y, si se le pregunta por sus métodos antiedad, asegura que recibe siempre cremas muy buenas en las canastas que le dan cuando es nominada al Oscar. “Me embadurno con ellas todo el año” explica. Su receta es fácil: cremas y nada de sol.
Dice Meryl que hacía 30 años que quería trabajar con Tommy Lee y hasta ahora no había encontrado la oportunidad. “Les dije a los productores que quería que lo convocaran para este proyecto, es un actor hermoso y con unos instintos perfectos, tiene muy buen gusto y mucha pasión y creo que eso en parte tiene que ver con que es director. El economiza, es un actor utilitario”, explica.
Aunque las colas y el título en castellano de la película lleven a pensar en una comedia de enredos de las Olmedo y Porcel, no hay que confundirse.
Hope Springs , tal su nombre original, refiere a la pequeña localidad de Maine donde Kay decide llevar a Arnold para realizar sesiones de terapia con el Dr. Bernard Feld (Steve Carell). Los Soames son una pareja de Omaha a quienes los hijos se le han ido del nido. Ella es ama de casa, él contador y hace como cuatro años que duermen en habitaciones separadas, casi sin recordar las razones. Hasta que salten en terapia.
Kay se rebela ante la falta de intimidad y le propone a Arnold un viaje a un lugar turístico en el que va a someterlo a una de las actividades que a él más le molestan: abrirse, compartir sus pensamientos íntimos y, sobre todo, tener que hablar de sexo. Escrita por la guionista de Alias y Games of Thrones , la película tiene sus momentos graciosos, especialmente cuando la multipremiada Meryl tiene que aprender trucos de seducción, entre ellos uno muy audaz que involucra… una banana.
¿Por qué parecería que suelen ser las mujeres las que toman la iniciativa de hacer terapia de pareja?
Ese es un modelo que se ha repetido durante muchas generaciones, aun entre los hippies. Las mujeres hacen una religión de las relaciones y las estudian porque les interesa que funcionen. Las mujeres tienen las antenas siempre paradas. Y no es que a los hombres les importa menos. Es como un mensaje social. La gente vive en piloto automático.
¿Será que es cierto que la rutina mata al amor?
Creo que el deseo está siempre presente y cada uno lo maneja privadamente. Añorar el amor es algo espiritual, y a veces uno siente nostalgia del otro aun esté sentado al lado. Todo tiene que ver con mantenerte vivo.
¿Cree que el público está preparado para ver situaciones sexuales entre gente madura? ¿No es ese un tema tabú?
A lo mejor a los más jóvenes les resulta un poco incómodo escuchar a gente grande hablando de los problemas que tienen en su vida sexual, pero eso no les pasa a los personajes adultos. Con mis amigas, y tengo muchas, ese siempre es un tema común. Nos permitimos ser vulnerables en esta película. La gente joven también puede calcificarse en sus relaciones e ignorar al otro y creo que podría aprender algo de esto.
¿Qué es lo que más le atrajo de su personaje, su rebeldía?
Kay no es la típica mujer que consulta a un psicólogo, ella de las que va a hablar con el pastor de su iglesia. Pero rompe esa cáscara, esa reticencia, y eso implica mucho coraje. Esta película habla de eso, de romper el molde. Me dio gusto construir a Kay de a poco, como si fuera un rompecabezas.
Dice que hizo shopping para conocer y vestir a su personaje. ¿Puede visitarlos tranquila siendo tan famosa?
Soy de Nueva Jersey, crecí en los suburbios, es un mundo que me es familiar, Kay no es una marciana para mí. Crié a chicos en un vecindario con gente muy diferente y voy al shopping, claro, aunque en los últimos años se ha hecho más difícil. Qué puedo decir, no soy una fashionista, como Miranda Priestley (su editora chic en El diablo viste....).
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