Trump y los de abajo

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Trump y los de abajo
Fecha de publicación: 
15 Abril 2020
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Para cualquier otro gobernante que no sea Donald Trump y para cualquier votante que no sea norteamericano las elecciones en veremos de noviembre en Estados Unidos acarrearía una dura derrota políticas al actual mandatario y a su Partido Republicano.

Pero en la nación donde sus gobernantes blasonan de poseer la mejor y más fuerte democracia del mundo, cualquier cosa antidemocrática puede suceder.

Leemos decenas de artículos donde se explica que la actual epidemia de coronavirus pudiera llevar a la derrota electoral del ente que trata de reelegirse, pero pienso que todo dependerá principalmente de los problemas económicos que pudieran suceder, y de ahí que Trump y sus consejeros traten de aferrarse a todo lo que pudiera evitar la debacle en ese sector, y más cuando, entre muertes y cuerpos insepultos, se repite una y otra vez que el norteamericano vota por el bolsillo.

No es de extrañar en una sociedad donde los principales factores de poder manejan la cuestión económica como fuente principal de su poderío, y de ahí que mantener cada vez más a su favor a las clases altas, así como sacar beneficios de los conflictos y amenazas bélicas, pisoteando los derechos humanos en cualquier parte del mundo, constituyen para ellos el factor principal.

Parecerá una broma cruel si analizamos quiénes son las víctimas de esta pandemia que Trump calificó de virus chino, para tratar de echar la culpa a Beijing de un hecho que ya está controlando, mientras se agudiza en territorio norteamericano.

La mayoría de los muertos y perjudicados por la pandemia son personas que no tienen seguro médico, indigentes, habitantes de barrios bajos, personas que no van a votar, porque no acostumbran o porque no pueden, indocumentados, y un largo etcétera que no son de la preferencia de Trump y que, si acaso, pudieran apoyar a sus rivales demócratas.

Quizás los demócratas, ahora con el abandono de Bernie Sanders, pudieran presentar un candidato de alguna fuerza, como Joe Biden, quien tiene como mejor presentación la de haber sido vicepresidente de Barack Obama que es algo, pero no mucho.

Los demócratas tienen una buena carta de triunfo en el prometer una atención médica digna todos los norteamericanos, aprovechando los errores del presidente y su equipo de gobierno en el manejo de la crisis del coronavirus en Estados Unidos. 

DEL PASADO RECIENTE

Hace dos años, mucho antes de la explosión de la pandemia –un reto que, de acuerdo con los expertos, era solo cuestión de tiempo– Trump disolvió la oficina encargada de la planeación de una respuesta a una emergencia de esta naturaleza. La decisión, inspirada en su obsesión de desmantelar el legado de Barack Obama, dejó a la Casa Blanca desprovista de los recursos necesarios para analizar los riesgos de una epidemia a gran escala y desperdició años de lecciones y experiencia en la batalla contra virus tan salvajes como el ébola.

Sus descuidos, omisiones y mentiras recientes han sido peores. En las últimas semanas, mientras la epidemia crecía en China y la curva de contagio en Italia comenzaba a prefigurar una desgracia, Trump se dedicó a minimizar el riesgo que implicaba el coronavirus para los estadounidenses. Acusó a los demócratas de fabricar la amenaza. “Es su nuevo engaño”, dijo a finales de febrero. 

Contra las recomendaciones de todos los expertos en salud del planeta, insistió en seguir saludando de mano e ignorando la distancia social. Aseguró que los casos estaban “casi en cero” (falso). Hace apenas dos semanas aseguró que Estados Unidos tenía el virus “bajo control” y comenzó a usar sus conferencias de prensa para agredir a los medios y, en una muestra de irresponsabilidad difícil de creer, promover supuestas curas. 

“Un día esto va a desaparecer, como un milagro”, dijo Trump. También pretendió que nadie sabía el número real de muertes en Estados Unidos (falso), que una vacuna estará lista “pronto” (falso) o que los números de contagios en Estados Unidos eran “menores a los de prácticamente cualquier otra parte” (escandalosamente falso).

Pero esto no es, ni de lejos, lo peor. Como demuestra un notable reportaje reciente del New York Times, el gobierno de Estados Unidos falló estrepitosamente en la aplicación de la medida que pudo haber evitado la crisis mayúscula que ahora enfrenta el país, que es ya el epicentro de la crisis mundial del coronavirus: un programa a gran escala de pruebas de contagio. Por meses, el gobierno y las autoridades sanitarias fracasaron en la distribución de miles de pruebas que el país hubiera necesitado para detectar a tiempo la presencia del virus y contener su propagación. La lentitud, testarudez, aberrante burocracia y falta de liderazgo del presidente, explica el reportaje, dejaron a “los estadounidenses mayormente ciegos antes la catástrofe sanitaria que estaba por ocurrir”.

Todo esto debería poner a Donald Trump al borde del precipicio político. Con la elección a solo siete meses de distancia, uno pensaría que Trump lleva las de perder. Ante semejante desastre, sería no solo lógico sino deseable. Después de todo, la misión de la democracia es despedir a los servidores públicos que se muestran incapaces, sobre todo a la hora de enfrentar una crisis que de verdad los pone a prueba. El asunto es simple: incluso si se le juzgara solo por su respuesta al coronavirus, Trump no merece otro periodo presidencial. Pero el asunto no es tan fácil.

En las últimas semanas, los índices de aprobación del presidente de Estados Unidos han aumentado. Por primera vez en su presidencia, más estadounidenses aprueban la labor de Trump que lo contrario en la encuesta Gallup. Lo mismo ocurre con la encuesta de CNN, donde los que lo respaldan son mayoría. Más notable aún es que, de acuerdo con los sondeos, una mayoría de estadounidenses aprueba el desempeño del presidente durante la pandemia.

Pero la mendacidad del presidente de Estados Unidos tiene un límite: la realidad de una pandemia. Las autoridades de salud estadounidenses prevén que el coronavirus les quite la vida a 200 mil personas. Es el cálculo más conservador. En el peor escenario del CDC, el centro para el control y enfermedades, podrían morir un millón y medio de estadounidenses. Si algo así ocurre –y, trágicamente, parece inevitable– será difícil que Trump gane la reelección. 
 

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