Represión en vez de solución a iguales males
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Fuerzas especializadas en la represión asisten impasibles ante los ataques de grupos racistas contra manifestantes que reclaman sus derechos y protestan por la violencia desenfrenada, el mal manejo de la pandemia de la COVID-19, que hace estragos en la población con menos recursos, y el alto desempleo.
Tal escenario ocurre tanto en Estados Unidos como en Israel, con la añadidura de que el presidente norteamericano, Donald Trump, maniobra para hacer fraudulenta las elecciones de noviembre venidero, con el fin de buscar la reelección, y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, que se hace eterno en el poder, trata de eludir por lo menos tres procesos judiciales en los que se le acusa de corrupción.
Trump se ha movilizado oportunamente en favor de Netanyahu, uno de sus principales aliados internacionales, mientras el secretario de Estado, Mike Pompeo subrayó tal respaldo, al igual que lo hizo durante la más reciente campaña electoral.
Al igual que Trump ha esgrimido su “plan de paz” contra el pueblo palestino y subrayar su apoyo a la decisión sionista de anexar Cisjordania –que viola resoluciones de la ONU- también lo ha hecho con el reconocimiento de la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, territorio sirio ocupado por el Ejército hebreo desde 1967. Fue el espaldarazo que Netanyahu confiaba en recibir de Trump, y así se lo hizo saber a Pompeo:
“Si Israel no estuviera en el Golán, tendríamos a Irán en las orillas del mar de Galilea. Ya es hora de que la comunidad internacional reconozca la presencia de Israel en el Golán, y el hecho de que siempre formara parte de su Estado”.
Netanyahu reconoció satisfecho que la alianza entre ambos países “nunca había sido tan fuerte”. “El presidente Trump acordó el histórico reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel y el traslado de la Embajada de EE UU a Jerusalén”, subrayó el mandatario, dos decisiones de la Casa Blanca que han roto el consenso internacional asentado durante siete décadas para integrar el estatuto final de la Ciudad Santa en un acuerdo final de paz entre israelíes y palestinos, convenio que estos no aceptan.
POR UNA OTAN ÁRABE
El régimen sionista ha secundado el plan estadounidense de crear una especie de OTAN árabe -nunca opuesta a Tel Aviv- para contrarrestar a Irán, y agradeció los 3 300 millones de dólares que recibe anualmente como mínimo en ayuda militar
Mientras utiliza el garrote contra las protestas populares cada vez más numerosas y combativas, Netanyahu promueve con cabildeos y argucias la contención a los factores políticos tan de derecha como su Likud o de supuestos centro-izquierdistas para aferrarse al poder.
Así, fortalece el campo de la ultraderecha donde se ubican sus potenciales aliados, y para ello se encargó de que una facción vergonzosa de la militancia política del país, integrada por miembros de una agrupación de nombre Otzmá Yehudit, ingresara ahora en la carrera política, después de años de haber sido considerada una corriente ilícita.
Ello porque sustenta una ideología heredada del rabino extremista Meir Kahane, explícitamente xenófoba, racista, antiárabe, supremacista y violenta hasta el grado de no excluir al terrorismo como método de lucha. De hecho, la línea kahanista está en la lista del gobierno norteamericano en calidad de terrorista.
En pocas palabras y utilizando con intención didáctica una analogía, se trata de algo muy similar a que miembros del Ku Klux Klan pudieran postularse en elecciones y, eventualmente, convertirse en congresistas o hasta ministros.
Por supuesto que Trump no interferirá en este asunto y dará la bendición a Netanyahu, sin importarle que ello coadyuve a la proliferación y multiplicación de las corrientes racistas, los atentados a quienes parezcan diferentes, las exclusiones por motivos étnicos, religiosos o culturales, y, también, por supuesto, el antisemitismo que, está alcanzando niveles alarmantes en Europa.
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