Racismo galo que crece
especiales
Kingsley Coman
Quizás algunos recuerden las manifestaciones hace cuatro años en varias ciudades de Francia en protesta porque la integración del equipo de fútbol de la nación gala estaba integrada en su mayoría por jugadores de descendencia africana y árabe.
Los manifestantes recibieron una contundente respuesta, cuando Francia emergió campeona del mundial de futbol en la cita que tuvo como sede a Rusia.
En la cita de este año en Qatar, Francia no pudo retener su corona, al errar dos penales en el juego decisivo contra Argentina, la nueva campeona, algo que, en definitiva, puede suceder en cualquier evento.
Pero no a la vista de los fanáticos franceses, cuando quienes fallaron eran dos jugadores de origen africano. Incluso, tampoco habían «perdonado» a Mbappé, su estrella, también de origen africano, cuando este falló un penalti en un juego efectuado en Suiza.
En fin, Francia vive un momento muy amargo tras perder la definición por penales ante Argentina, pero hay dos jugadores que lo está pasando peor que el resto. Se trata de Kingsley Coman y Aurelien Tchouameni, quienes fallaron sus lanzamientos.
Ambos futbolistas no sólo debieron cargar con el penal que fallaron, sino que también fueron víctimas de la furia de los hinchas franceses, quienes los llenaron de insultos racistas en sus redes sociales por su desempeño en la definición, donde Emiliano «Dibu» Martínez le contuvo el penal a Coman, mientras que el lanzamiento de Tchouameni terminó desviado.
«Eres africano, no francés, amigo. ¡Fuera del equipo!», fue uno de los insultos que recibió Coman. Ofensas de este tipo también las recibió Tchouaméni, mediocampista del Real Madrid.
HIJOS DE LA PATRIA QUE NO MARCHAN
Balones van y balones vienen, pero ello pone en evidencia el espíritu racista y homofóbico de más de la tercera parte de los hijos de la tierra que proclamó la libertad. igualdad y fraternidad, de la nación poseedora de unos de los más bellos himnos nacionales, La Marsellesa («Marchemos hijos de la Patria…»).
Esto no es algo festinado, cuando conocemos que uno de cada tres galos blancos admite que es racista y 63% estima que ciertos comportamientos pueden justificar una reacción xenófoba.
La Comisión Nacional de Consulta sobre los Derechos Humanos señaló que el número de personas que se confiesan racistas en Francia se incrementó 8 puntos y reveló, además, «una radicalización de las opiniones hostiles a los extranjeros», que coincide con un «agotamiento de la movilización contra el racismo, el antisemitismo y la xenofobia».
Esto es real, y es una cuestión que se ha prolongado durante muchos años, y viene agravándose desde el 2004.
Repito: muy lejos de la época de la Revolución Francesa, donde los valores instaurados eran la libertad, la fraternidad y la igualdad; en ese país hoy campea impunemente la xenofobia, la intolerancia y el racismo.
Recordemos los ataques contra la ministra de Justicia durante el gobierno de François Hollande, Christine Taubira, por su color de piel. Esto fue apenas el atisbo de un fenómeno que se ha instaurado en la sociedad francesa desde hace décadas.
Brillante oradora, Taubira enfrentó reiterados ataques, expresión de un aumento del racismo y la xenofobia en Francia.
LINCHAMIENTO VERBAL
«Las palabras utilizadas contra la ministra de Justicia son balas. Se trata de un verdadero linchamiento verbal», aseguró la titular delegada de la Francófona del Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia, Yamina Benguiguí.
Lo cierto es que pocas veces una personalidad de su talla ha sido objeto de tantas agresiones a través de la prensa, el internet y en actos públicos.
Los ataques comenzaron, cuando Anne-Sophie Leclere, candidata a alcalde por el partido de extrema derecha Frente Nacional (FN) en la comuna de Rethel, publicó en Facebook un fotomontaje donde representó a la funcionaria como un mono.
Interrogada por una periodista de televisión sobre este acto, Leclere aseguró que «esto no tiene nada que ver con el racismo», y añadió que prefería «verla colgada a las ramas de un árbol que en el gobierno».
En respuesta a estas ofensas, Taubira condenó la ideología del FN y el modo de pensar de miembros de ese partido que, dijo, prefieren ver a «los negros en las ramas, los árabes en el mar, los homosexuales en el Sena y los judíos en el horno».
Unos días después de este incidente, la revista Minute, también de ultraderecha, publicó en su portada una fotografía de la titular con una inscripción insultante, donde igualmente la comparó con un simio.
A estas agresiones se sumó Claudine Declerck, consejera municipal de la conservadora Unión por un Movimiento Popular por la comuna de Combs-la-Ville, quien debió renunciar a su cargo después de colocar en Facebook una imagen con insultos hacia la titular.
Las ofensas llegaron hasta tal punto que, en una manifestación en la ciudad de Angers, del departamento de Maine et Loire, varios participantes instigaron a los niños a tirar cáscaras de banana y agredir a la ministra.
«Encajo el golpe, pero es violento para mis hijos, para mis allegados», confesó Taubira.
Y he traído este ejemplo, porque en Francia no se castiga al racismo, que es un delito, aunque destruya la cohesión social.
Lo cierto es que esos grupos de la amplia gama de la derecha son incapaces de trazar un horizonte para el país, y se pasan la vida diciéndole al pueblo francés que está invadido, sitiado y en peligro.
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